Heroínas olímpicas,  Parejas olímpicas

GRETA JOHANSSON & ERNST BRANDSTEN: ELLA HIZO HISTORIA EN ESTOCOLMO 1912 Y LOS DOS DESARROLLARON LOS SALTOS DE TRAMPOLÍN EN EE.UU.

Difícilmente la niña Greta Johansson, nacida en 1895 en una familia humilde donde sus seis integrantes compartían una habitación, podía imaginar que iba a entrar en la historia por partida doble y que gracias en gran parte a ella iba a desarrollar un deporte en Estados Unidos que acabaría aportando numerosas medallas olímpicas al país de las barras y estrellas.

Pero Greta no era norteamericana, sino sueca, nacida en Estocolmo en la calle donde ahora se erige el Ayuntamiento de la ciudad. Con el tiempo -muy poco, apenas 17 años desde su nacimiento- entraría en la historia como la primera campeona olímpica del deporte de saltos de trampolín y la primera campeona olímpica sueca de cualquier deporte.

Como era de familia humilde aprendió a nadar en la piscina municipal de Strömbadet -unas instalaciones imponentes, por lo demás- gracias a las entradas gratuitas que se entregaban al alumnado de las escuelas públicas. Y es que los niños suecos tenían la obligatoriedad de aprender a nadar, así de avanzado estaba el país nórdico ya a principios del siglos XX. Así, Greta empezó nadando y despuntando en este deporte para más adelante también practicar los saltos. Pese a los avances, aún había discriminación de género, pues las niñas no contaban con entrenador en cuanto a saltos se refiere. Es por ello que Greta aprendió de forma autodidacta a base de “ensayo-error”.

Johansson tuvo la suerte de que le pillaran la celebración de unos Juegos Olímpicos en su ciudad en el momento justo. En 1912 Los Juegos tuvieron lugar en Estocolmo y en ellos Greta participaría tanto en natación como en saltos aprovechando que ambos deportes debutarían en unos Juegos en categoría femenina, pese a la oposición de varios doctores, quienes alegaban que “la excitación por la competición podría provocar la histeria en las participantes” (sic). En natación no le fue tan bien a una jovencísima Greta de 17 años, ya que perdió a las primeras de cambio en los 100 metros estilo libre y quedó cuarta de cuatro equipos en los relevos 4×100. Pero Johansson iba a triunfar en la tercera prueba en la que participaba: los saltos. Curiosamente en ella se enfrentaría a Lisa Regnell, que había sido su primera instructora de natación. La alumna venció a la maestra, pues Regnell obtuvo la plata y Johansson el oro. Su elegancia fue la que se impondría al resto de competidoras. Su oro, entregado por el rey Gustavo V, fue incluso más aclamado que el de otras figuras de esos Juegos como fueron el también nadador Duke Kahanamoku o el atleta Jim Thorpe.

Recordemos que estamos en 1912 y había espectadores a los que chocaba ver a las participantes en bañador. Es por ello que las saltadoras estaban obligadas a ponerse inmediatamente tras su salto una larga y opaca bata que les cubría todo el cuerpo.

A Greta le ocurrió lo que a tantos y tantos deportistas de su época, más siendo mujer: su carrera acabó tras su participación olímpica, por muy exitosa que ésta fuera y a la aún temprana edad de 17 años. Dos factores influyeron (y no tienen que ver con el género): el inicio de la I Guerra Mundial, que naturalmente paralizó no solo los Juegos Olímpicos sino todo campeonato deportivo, y que se considerara a Greta como profesional por el hecho de dedicarse durante un breve tiempo a la enseñanza de la natación tras los Juegos, con lo que perdía su condición de amateur, imprescindible para poder participar en un evento olímpico en aquellos años.

Dos años después de la celebración de los Juegos de Estocolmo, en los que triunfó, emigró a Estados Unidos para unirse a otro saltador sueco que ya había tenido éxito en el país americano: Ernst Brandsten. Se habían conocido en los Juegos, pues Ernst también participó en saltos de trampolín y plataforma, pero con mucho menos éxito que Greta, puesto que su mejor puesto fue el séptimo. Brandsten se había especializado en el salto desde gran altura, lo que ahora se denomina “high diving”, adquiriendo fama en Estados Unidos al lanzarse desde grúas, puentes y otras alturas considerables.

Y así empezó la aventura conjunta de Ernst y Greta que daría como resultado el desarrollo y éxitos de los saltadores estadounidenses. Ocurrió que la pareja (ya matrimonio) se convirtió en entrenadores de saltos en la universidad de Stanford. De casi la nada convirtieron al país que les acogió en dominador de ese deporte. Es verdad que Ernst ejercía como entrenador oficial y se le considera “el padre de los saltos en Estados Unidos” pero no hay que olvidar que Greta Johansson ejerció siempre como su asistente y juntos revolucionaron y modernizaron ese deporte en EE.UU.

En las décadas en las que entrenaron a los saltadores de Stanford estudiantes de esta universidad conquistaron nueve oros olímpicos. El récord lo consiguieron en los Juegos de Ámsterdam, donde sus alumnos de Stanford coparían el podio. No se limitaron a entrenar a alumnos de dicha universidad, sino que lo hicieron también en el equipo olímpico nacional de Estados Unidos en cuatro Juegos Olímpicos. A lo largo de ellos sus integrantes se hicieron con 42 de las 51 medallas en disputa. Impresionante.

Y así, de forma tan triunfal, acaba el relato de la hija de un portero que hizo historia para su país, para posteriormente emigrar y hacer que avanzara de forma espectacular un deporte en el país que la acogió. Los expertos han dicho de esta pareja: “Ernst Brandston y Greta Johansson tienen el 100% del crédito del dominio de Estados Unidos en los saltos”.

Foto de Axel Malmström, Museo de la Ciudad de Estocolmo

Un comentario

  • Virginia Bernardi Garrido

    Menuda historia, que mala suerte tuvo, todo fueron obstáculos. ¿Que hubiese pasado con un poco de ayuda?, seguramente hablaríamos de muchos triunfos.