DANIEL PINTADO: UN EJEMPLO DE SUPERACIÓN
Esta es la historia de un oro olímpico más que sudado y sufrido. Todos lo son, indudablemente, pero la historia de este puede que lo fuera aún más en sentido literal y figurado. Hablamos del oro masculino de la prueba de marcha de los Juegos de París 2024. 20 km al sol que culminaron una trayectoria que estuvo a punto de cortarse por una razón de peso: no tener qué dar de comer al propio hijo del protagonista.
Daniel Pintado, ecuatoriano. Así se llama nuestro héroe. Cuando vio siendo aún niño en una pantalla gigante en su localidad natal de Cuenca a su compatriota Jefferson Pérez ganar en los Juegos de Pekín 2008 se “invitó a soñar”, según sus propias palabras. El “inspirado” por Pérez se había iniciado en la marcha por pura casualidad. Practicaba ya deportes, es cierto, pero jamás se le había ocurrido practicar la marcha. Un buen día, siendo aún escolar, realizó el primer viaje de su vida con destino a Guayaquil, donde se iba a celebrar una competición de atletismo. Él estaba inscrito para correr en la distancia de 800 metros pero debido a un error acabó inscrito en la carrera de marcha. Nunca antes había marchado, hasta el punto que su hermano, que sí era marchador, le tuvo que explicar minutos antes de la competición cómo debía mover las piernas y los brazos. Daniel acabó segundo.

Daniel Pintado viene de una familia humilde, hijo de padre carpintero y de madre vendedora de cualquier cosa. El matrimonio consiguió mantener a sus seis hijos de forma ajustada, pero “sin que nos faltara un plato en la mesa”. Ellos apoyaron a Daniel en su carrera deportiva. Sus buenos resultados le hicieron acreedor de una beca deportiva pero en 2015 se la retiraron y así empezó el calvario de Pintado. Para entonces acababa de nacer su primer hijo y, cuando un día (o, para ser más exactos, una noche) su hijo lloraba de hambre y él no podía darle nada decidió convertirse en taxista informal para sacar un dinero que le llegara para comprar leche y pañales. Ese trabajo como taxista le hizo renunciar al deporte prácticamente. Por hechos como este admiramos más a este campeón olímpico.
Daniel no cesó en su empeño y llegó a ser olímpico en Río, aunque acabara en un modesto puesto 37º, pero él sabía que eso iba a ser solo el principio. Le siguieron oros en Juegos Panamericanos y la clasificación para los Juegos de Tokio 2020, donde mejoró el puesto de la cita olímpica anterior, acabando el 12º, pero aún lejos de la gloria olímpica que le espera y que se vislumbró ya claramente en el Mundial de Budapest de 2023 donde acabó plata a apenas cuatro segundos del primero, el español Álvaro Martín.
En este ínterin Daniel Pintado ha superado sus apuros económicos. Incluso consiguió seis patrocinadores, lo que le ha permitido pagar de su bolsillo un equipo profesional compuesto por cinco personas volcadas en trabajar para que mejore sus tiempos. Ha aplicado también estudios científicos para lograr el éxito que culminó en París a los pies de la torre Eiffel. Pero para llegar a esa victoria el ecuatoriano también ha tenido que pasar por el que considera un sacrificio mayor: pasar cuatro meses separado de sus hijos a causa de la preparación de cara a los Juegos de París.
La víspera de la final masculina Daniel contemplaba en su habitación, entre llantos, un dibujo hecho por sus dos hijos en el que le situaban en lo alto del podio olímpico. Sería un deseo de los pequeños, pero el hecho es que ese vaticinio se convirtió en realidad. En la carrera olímpica Pintado se escapó faltando un kilómetro y ya nadie pudo seguirle, aunque a falta de 200 metros Daniel, según confesaría, ya no podía más pero el vislumbrar la cinta que decía “Paris 2024” le impulsó a seguir. Durante la competición Daniel pensó casi constantemente en sus hijos, en que tenía que ganar por ellos, por haber pasado tanto tiempo alejado de ellos debido a la preparación de cara a una carrera que tenía que ganar. Tenía en su pantalón una foto de ellos, un collar de su hijo y un pañuelo que le regaló su abuela. Probablemente estos pensamientos le espolearon para ganar, no despreciemos la parte mental del deporte. Por si fuera poco días más tarde ganaría otra medalla: la plata en los relevos mixtos junto a Glenda Morejón. Bonito final para una historia que, de no haber tenido resiliencia en sus peores momentos, nunca se habría producido.

Un comentario
Virginia Bernardi Garrido
Preciosa historia de superación que no tendría que ser así. Bien que presumen los países con las medallas de sus deportistas pero que poquito les ayudan para que solo se tengan que preocupar de mejorar sus tiempos. ¿ Qué hubiese pasado si en su cabeza no hubiese estado como alimentar a sus hijos?.