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SYLVIE FRÉCHETTE: GANAR EL ORO OLÍMPICO INMERSA EN UN TRAUMA PERSONAL

La historia de la campeona olímpica canadiense Sylvie Fréchette es de lo más anómala e inaudita, por varias razones. La contamos por orden cronológico y empezamos en una fecha concreta: el 18 de julio de 1992. En ese día, una semana antes de los Juegos Olímpicos de Barcelona que la encumbraran, Sylvie encuentra en su apartamento el cadáver de su prometido, el atleta y periodista deportivo Sylvain Lake, que se había suicidado inhalando gas. A partir de ese momento y debido al grandísimo trauma que su muerte (y en esas circunstancias precisas) le causa, los recuerdos de Sylvie desaparecen, hasta el punto de no recordar nada de lo que le ocurrió en los meses que siguieron.

Foto de Dave Buston/The Canadian Press

Y entre las cosas que le ocurrieron en esos meses claves de su vida está ni más ni menos que un oro olímpico en la competición de solo de natación sincronizada. Porque Sylvie decidió partir para los Juegos y allí ganó…pero no. Resultó que, durante su rutina técnica, la juez brasileña Ana Maria da Silveira cometió un error garrafal al marcar como nota para la canadiense un 8.7 en lugar del 9.7 como pensaba darle. La juez se da cuenta del error y lo intenta subsanar pero el mal inglés suyo y del juez superior no permiten el entendimiento y se queda con la nota marcada. El oro fue a parar a la estadounidense Kristen Babb-Sprague. Si ya nos parece extraño lo ocurrido atentos porque, por fortuna, se acaba haciendo justicia gracias al empeño del entonces miembro del COI Dick Pound, que conseguiría -aunque tras un arduo trabajo de meses- que se entregara la merecida medalla de oro a Fréchette. Se la entregaron en una ceremonia especial habida en el Montreal Forum. Lo curioso es que se decidió no privar a Babb-Sprague del oro, así que se concedieron dos en esa ocasión.

De vuelta a su hogar canadiense Sylvie no puede soportar ni siquiera estar en su piso, que huele aún al gas utilizado en el suicidio. Vende la casa y se va a vivir con su madre. Sylvie sigue teniendo un hueco en su mente y no recuerda nada, tampoco nada de su participación olímpica. Sus primeros recuerdos son de una gira en su honor en el invierno de ese año. Sylvie, con su peleado oro olímpico, se había convertido en una estrella en su país. Empezó a protagonizar anuncios y a participar en un programa de entrevistas, pero persiste el blanco de lo ocurrido durante meses cruciales de su vida.

Foto del Comité Olímpico Canadiense

Retirada de la competición, decide volver para los Juegos de Atlanta 96, donde gana otra medalla, esta vez una plata en la modalidad de conjuntos. Tras este nuevo éxito se produce su segunda y definitiva retirada dedicándose a partir de entonces a realizar los programas de natación sincronizada del Circo del Sol en Las Vegas, apareciendo ella misma en las primeras representaciones. Aparte de su destacado oro olímpico había ganado 65 medallas en eventos internacionales a lo largo de su carrera, habiendo cumplido además el hito de ser la primera nadadora en lograr pleno de dieces en una competición de solo. Fréchette destacó durante su carrera como innovadora en todos los posibles aspectos: elección de las músicas, del bañador, del peinado y hasta del maquillaje.

Pero volvamos a ese hueco en su mente que le quedó. Pasados los años sus hijas le preguntaban por su actuación olímpica en Barcelona y ella no sabía qué contarles porque no recordaba nada. Cuando se cumplieron los 30 años de los Juegos de Barcelona fue invitada para regresar a la ciudad, un destino que durante años rehusó por causarle pavor. Esta vez fue, acompañada de sus hijas. La medallista olímpica Gemma Mengual, que con quince años de edad estuvo de voluntaria en esos Juegos siendo para ella su ídolo, la recibió con los brazos abiertos y la acompañó a las piscinas Picornell donde se celebró el evento olímpico. Es curioso, porque Sylvie empezó a recordar cosas, no todo, pero sí parte, como los vestuarios o cómo se llega al agua. De repente, sonó la música de su solo y Sylvie, metida ya en la piscina, recordó paso a paso cada movimiento y se puso a completar todo el programa, pese a los años pasados, su falta de puesta a punto y, sobre todo, ese vacío que había en su mente. Tampoco en un principio recordaba haber estado presente en la ceremonia de inauguración, pero un visionado de la misma en el Museo Olímpico de Barcelona le hace encontrar unas imágenes de ella misma. Parece que esa visita a la ciudad donde se convirtió en campeona olímpica, visita tan temida por su parte, le ha servido de bálsamo a su cerebro y han ido regresando sus recuerdos más preciados: los del oro olímpico.

Su vuelta a Barcelona con sus hijas

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