Entrevistas,  Heroínas olímpicas

LINOY ASHRAM: “NO PENSÉ EN ALCANZAR EL ORO OLÍMPICO. SI LO HACÍA BIEN PODÍA LLEGAR AL TERCER PUESTO”

Sin duda, la gimnasta de rítmica israelí Linoy Ashram protagonizó uno de los bombazos de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Desde la cita de Atlanta 96 que no ganaba una gimnasta no rusa -lo hizo entonces la ucraniana Ekaterina Serebrianska -y desde Los Ángeles 84 (debido al boicot, todo hay que decirlo) no lo hacía una gimnasta de un país que no hubiera pertenecido a la Unión Soviética (en la ciudad californiana el oro fue para la canadiense Lori Fung). Pero llegó Ashram y pudo con las potentes rusas, concretamente las gemelas Dina y Arina Averina, llevadas por la seleccionadora rusa Irina Viner con el único fin de coronar sus brillantes carreras -plagadas de medallas de oro y plata, raramente bronce-, con un oro y una plata respectivamente en Tokio 2020, sus primeros Juegos Olímpicos. No es que el mundo de la rítmica despreciara a Linoy Ashram para el podio, pero sí, definitivamente, para el escalón más alto del mismo, cuando no también del segundo. Es cierto que la asiática había acaparado numerosas medallas en su carrera, pero en su mayoría se limitaban a medallas de plata y bronce. El oro parecía estar copado, un año más, por la gimnasia rusa.

Foto de Lionel Bonaventure/AFP

Pero el mundo se asombró ante el vuelco de la clasificación. Porque tampoco ocupaba la israelí el primer puesto en la jornada de clasificación de Tokio, sino que ésta no dio sorpresas: las gemelas rusas se habían colocado en la primera y segunda posición, bien es cierto que en la final se partía de cero, pero las premisas eran las esperadas. La propia Linoy no esperaba ni aspiraba a más que una medalla de bronce, según contó en exclusiva a Historias de los Juegos: “En Tokio 2020 no pensé en la medalla, no tenía en mi mente poder alcanzar el oro olímpico. No pensaba en objetivos concretos. Simplemente quería llegar a los Juegos Olímpicos y hacerlo lo mejor posible. Pensé que si podía hacer buenas rutinas podría alcanzar el tercer puesto”. Tanto es así, que incluso falló (en la prueba clasificatoria) y esos errores le sirvieron para relajarse, algo que le vino muy bien a su competición: “No sentí presión en ningún momento, presión de que sólo yo pudiera vencer a las rusas. De hecho, después de mi primera rutina no me lo esperaba porque en ella cometí muchos errores. Fui consciente de que no podía ir a peor, que sólo podía hacerlo mejor y mejorar mi situación, así que desde ese momento únicamente necesitaba centrarme, disfrutar y hacer lo que era capaz de hacer. El hecho de fallar en mi primer ejercicio me causó en cierta manera una relajación mental que me ayudó en el resto de la competición”.

Lo cierto es que Linoy sorprendió a propios y extraños y se hizo con un oro que fue de los más comentados, con diferencia, de todos los otorgados en esa edición olímpica. El hecho de la no victoria de una gimnasta rusa fue noticia de alcance mundial y Linoy Ashram fue la causante de ello: “Soy consciente que el hecho de que haya superado a las gimnastas rusas tuvo importancia en la gimnasia mundial, no solo para mí, sino para todos los países en general porque durante muchos años las rusas han sido siempre las primeras, así que desde mi victoria el resto de gimnastas de otros países saben que, si trabajan duro, todo es posible. Si yo lo pude hacer ellas pueden hacerlo. Estoy muy contenta de que el hecho de que yo lo lograra no fuera sólo un triunfo para mí, a nivel particular, sino para el resto de gimnastas en general”.

Foto de Martin Bureau/AFP

Su victoria, ajustada pero victoria, no fue aceptada por la delegación rusa, ni por Dina Averina ni por descontado por Irina Viner, que negaron la mayor y la tacharon de injusta. Hubo reclamaciones, tensos minutos de espera, pero a Linoy no parecieron afectarle: “No quise escuchar todo lo que pasaba con las reclamaciones de las rusas justo al acabar la competición, no quería enterarme de eso. Mi misión era trabajar duro y realizar mis ejercicios, hacer todo lo que estaba en mi mano y nada más”. Como era de esperar, la vuelta a su país, coronada, fue en olor de multitud: “El regreso a mi país fue increíble. Me mostraron mucho amor, todo el mundo quería abrazarme”.

Después de los Juegos de Tokio Linoy se retiró. ¿La causa?: “pensé que ya había hecho todo lo mejor que podía hacer y podía lograr. Ahora entreno a la selección israelí junto a otras dos entrenadoras. Ahora puedo entregar a estas jóvenes gimnastas todos los conocimientos que he adquirido, mi experiencia…”. Efectivamente, la campeona olímpica se dedica ahora, con éxito, a tareas como entrenadora dentro del equipo de Israel, que sigue cosechando medallas tanto en conjunto como de forma individual, especialmente de la mano de Daria Atamanov, con la que Linoy tiene una especial relación: “Entreno por ejemplo ahora a Dasha (Daria Atamanov)- Llegamos a entrenar juntas con el mismo entrenador cuando ella aún era junior y yo senior. Ambas aprendimos mucho la una de la otra y ahora estoy feliz de poder seguir con ella y trabajar con ella. El resto de sus entrenadores también son estupendos y trabajan muy duro”.

Linoy Ashram sentó un precedente y abrió una puerta. Las gimnastas de otros países y los espectadores, algo cansados de ver siempre a una rusa en lo más alto del podio, le estamos agradecidos.

Un comentario

  • Virginia

    Pues me alegro mucho por el aire fresco que entró en la gimnasia al ganar una no rusa. Anda que quejarse de los puntos cuando a las rusas les Dan muchas veces más de lo que merecen por politiqueo!.

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