MOMENTOS OLÍMPICOS MÁGICOS 105: LINOY ASHRAM ACABA CON LA HEGEMONÍA RUSA EN GIMNASIA RÍTMICA EN TOKIO 2020
Las gemelas rusas Dina y Arina Averina, tuteladas por la seleccionadora (y presidenta de la potentísima Federación Rusa de Gimnasia) Irina Viner, hasta el punto de dejar en el ostracismo a otras grandes gimnastas rusas, estaban casi “condenadas” a copar los dos escalones más altos del podio olímpico en los que tenían que haber sido “sus” Juegos: los de Tokio 2020. Lo que ocurrió en el Ariake Arena el día de la final de gimnasia rítmica individual puede haber marcado un antes y un después en este deporte. Pasó de ser absolutamente dominado por Rusia (siempre había ganado el oro desde los Juegos de Sídney 2000) a no solo a perderlo, sino a colocar únicamente a una de sus componentes en el podio olímpico.
Pese a que la jornada de clasificación había dejado las cosas como todos esperaban, es decir: a las dos gemelas en primer y segundo lugar (Dina y Arina, por este orden) quedando como tercera clasificada a la israelí Linoy Ashram, una elegante ya madura -para este deporte- joven de 22 años que no venía de la nada, puesto que ya había sido medallista en los tres Mundiales anteriores e incluso se había proclamado campeona de Europa en 2020. Pero en la final las gimnastas parten de cero y ahí es donde se produjo el vuelco.
Durante años las gemelas Averina habían sido sus propias rivales. O ellas mismas, como comentó Dina en Tokio: “Yo soy mi propia rival”. En sucesivos campeonatos en los que ambas participaban las hermanas se repartían las medallas de oro y plata. No parecía que el panorama fuera a cambiar en la cita deportiva más importante de su vida, por la que llevaban años preparándose. Tanto el primer como el segundo puesto tenían que ser suyos. Pero desde la primera rotación el panorama no fue el previsto, para disgusto de Irina Viner y sus acólitas. La israelí Ashram obtuvo con el aro una puntuación de 27,550. La seguía Dina con 27,200, mientras Arina empezaba a distanciarse con 26,850 puntos. En la pelota parecía que las tornas iban a “volver a la normalidad”, pues Dina logró un 28,300 que, pese a la alta puntuación, sólo era exactamente la misma nota lograda por Ashram. Con el aparato de las mazas Linoy volvería a adquirir ventaja (28,650 frente a 28,150 de Dina). Arina se alejaba cada vez más: casi dos puntos por detrás de la primera a falta de una última rotación.
A esa última rotación la israelí llegaba con una ventaja ni infranqueable ni aseguradora frente a Dina Averina: apenas 0,850 puntos, pero es que la cinta, último aparato, puede ser muy traicionero, así que podría pasar cualquier cosa. Lo que ocurrió fue que Arina se tuvo que despedir incluso del podio, ya que se le enredó la cinta, teniendo que ir a recoger la de reserva que se coloca al borde del tapiz para poder continuar con su ejercicio. Ello le produjo una pobre nota de 19,550 lo que provocó que fuera superada por la bielorrusa Alina Harnasko.
Quedaba por despejar quiénes ocuparían los dos primeros puestos en la lucha entre la israelí y la otra hermana Averina, Dina. Es verdad que la rusa superó a aquélla en el último aparato, pues obtuvo 24 puntos justos, frente a los 23,300 de Ashram. Dina actuaba después, por lo que se sabía exactamente qué nota tendría que alcanzar para proclamarse campeona: 24,151 puntos. La espera para conocer su nota fue muy larga, uno de los momentos más emocionantes de todos los Juegos de Tokio. Las cámaras iban de una a otra rival. La angustia se reflejaba especialmente en el rostro de Dina Averina, quién sabe si por temerse lo que le esperaba -por parte de Irina Viner, conocida por sus fuertes regañinas, por usar un eufemismo- en caso de no cumplir lo que se esperaba de ella, esto es: el oro olímpico, nada más ni nada menos.
La final no acabó sabiéndose las puntuaciones finales, sino que trajo cola. Como pueden imaginarse, por las reclamaciones y quejas, especialmente elevadas de tono, por parte de Rusia. Primero hubo reclamación oficial, que no sirvió más que para alargar los minutos de incertidumbre y angustia. Luego, para escuchar declaraciones estentóreas por parte de la delegación rusa, con manifestaciones fuera de tono por parte de su Comité Olímpico y de representantes del Gobierno. Incluso una dirigente (Margarita Simonyan) llegó a amenazar a miembros del jurado, a exigir que Ashram devolviera su medalla y a “lamentar no trabajar para el servicio secreto militar ruso (acusado de asesinar en el extranjero a los opositores de Putin)”. Mientras, los telespectadores de todo el globo contemplaban la absoluta frialdad del equipo técnico ruso, que ni se acercaba a consolar a las gemelas. Dina, especialmente, ofrecía un rostro de auténtico dolor, pero ni Irina Viner ni el resto del cuerpo técnico fue a consolarla. La ganadora sí que se le acercó e hizo un amago para abrazarla, pero el llanto desconsolado de Dina la cortó y se limitó a abrazar a su hermana Arina y a una de las entrenadoras del cuerpo técnico ruso.
Era un hecho: Rusia había perdido la hegemonía. Una de las más claras en el deporte mundial. Una barrera que se tiró tras demasiados años con la rutina de ver siempre y en todo lugar en el escalón más alto de cada competición internacional a una gimnasta rusa.
Dina Averina, acabada la competición, no quiso admitir ningún fallo por su parte, considerando que se había cometido una injusticia con ella, acusando a su rival de no realizar ejercicios tan limpios como los suyos. Las declaraciones en ese sentido se subsiguieron: “Dina no perdió, ganó. Fue una vergüenza para la gimnasia rítmica. Se cansaron de Rusia. Los jueces decidieron apoyar a esta mujer israelí”, bramó Irina Viner. Más leña: el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia intervino acusando de “falsificación” el resultado y de “guerra” contra Rusia. Los ataques en general en las redes sociales fueron tales que los jueces se vieron obligados a cancelar sus cuentas. A Ashram también se la atacó, no siempre como deportista, sino por su condición de hebrea. Pese a la gran polémica levantada nadie olvidará el histórico oro de Linoy Ashram que, por lo demás, sólo es el segundo de Israel en unos Juegos Olímpicos, tras el logrado en vela por Gal Fridman.
Un comentario
Virginia Bernardi Garrido
Cuanta soberbia por parte de Rusia, si alguien es mejor que tú hay que saber perder,no es política, es deporte.