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BETTY CUTHBERT: LA HEROÍNA AUSTRALIANA DENTRO Y FUERA DE LA PISTA DE ATLETISMO

En los Juegos de Melbourne 56 una jovencísima atleta local (de 18 años) y el pelo color del heno asombró a locales y foráneos. Se convirtió en la “Chica de Oro” e, inmediatamente, se coronó como la reina de los Juegos al ganar tres oros (hazaña por primera vez conseguida por un deportista australiano de cualquier especialidad). Betty Cuthbert lograba así suceder a otra compatriota suya, Marjorie Jackson, que había ganado en las distancias de 100 y 200m en los anteriores Juegos de Helsinki 52.

Cuthbert ganó en la cita olímpica celebrada en su país el oro en los 100 metros, 200 metros y en los relevos 4×100. No solo conseguía triunfos, sino que también batía récords mundiales, un total de 18 a lo largo de su carrera. Después de su pleno en Melbourne 56 mucho se esperaba de ella en los siguientes Juegos, los que tuvieron lugar en Roma en 1960, pero para su desgracia y la de todos los seguidores Aussies se lesionó durante una de las baterías de clasificación. Juegos en blanco, pues, para la que había sido la estrella de la anterior cita olímpica. Tenía que llegar la revancha en Tokio 64 para esta joven que amaba correr descalza entre las plantaciones “porque le hacían sentirse libre” y no solo llegó dicha revancha, sino que ganó en una distancia nueva para las mujeres en el calendario olímpico: los 400 metros. Ello pese a que muchos consideraban que ya era “vieja” para salir victoriosa. En realidad después de los infaustos (para ella) Juegos de Roma Betty llegó a retirarse durante 18 meses, pero su entrenador le aconsejó que regresara, pero probando la nueva distancia de los 400 metros. Al ganar en esa final se convirtió de esta manera en la única atleta -hombre o mujer- que ha ganado el oro olímpico en las distancias de 100, 200 y 400 metros. Esa histórica final de los 400m de Roma, de la que ella misma confesó que fue “la única carrera perfecta de mi vida” supuso el punto y final a su brillante carrera, tan brillante que Betty Cuthbert llegó a ser nombrada, pasados los años (en 1998) Tesoro Nacional de Australia, tan bien considerada ha sido en su país.

Foto de Amy Martin

Aun siendo ejemplar su carrera deportiva no podemos dejar de lado su dedicación a causas de índole humanitaria. En 1969 se le diagnosticó a Betty esclerosis múltiple. La campeona adoptó una actitud de intentar ayudar a otros enfermos y a la investigación. No se quedó de brazos cruzados, sino que se convirtió en una abogado de esta causa y ayudó en la creación de Investigación Australia sobre la Esclerosis Múltiple. La enfermedad no le impidió realizar campañas gracias a las cuales fue reconocida como una de las mayores impulsoras del reconocimiento de esta enfermedad en su país y haber ayudado a darla a conocer entre la población, ayudando además en la recaudación de fondos para la investigación de esta enfermedad.

Foto del Comité Olímpico Australiano

Antes de su muerte en 2017 Betty Cuthbert tuvo la fortuna de protagonizar uno de los momentos más emotivos y recordados de la ceremonia de inauguración de los siguientes Juegos Olímpicos celebrados en su país, los de Sidney 2000. Fue ella la que portó la antorcha olímpica antes de entregársela a Cathy Freeman. Cuthbert realizó el segmento del relevo en silla de ruedas. Esa imagen es una de las más icónicas de esos Juegos.

El día de su muerte coincidió con la disputa de un campeonato mundial de atletismo. Huelga decir que se la homenajeó dentro del mismo como ella merecía. En Australia las autoridades dijeron de ella que era una heroína nacional y los homenajes hacia su persona se sucedieron, destacando en ellos no solo sus triunfos en la pista sino su lucha fuera de ella contra la enfermedad: “Betty combatió la enfermedad demostrando un tremendo coraje, sin jamás perder la sonrisa”, dijo de ella el presidente del Comité Olímpico Australiano. Una flor lleva su nombre, por cierto, por lo que será doblemente recordada para siempre: en los anales del deporte y del olimpismo y en los registros de flores.

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