MARJORIE JACKSON: LA VELOCISTA QUE BATIÓ A FANNY BLANKERS-KOEN Y SE CONVIRTIÓ EN LA REINA DE LOS JUEGOS DE HELSINKI 52
Hace algo más de medio siglo Marjorie Jackson hizo historia para Australia y se convirtió en una de sus ciudadanas más admiradas. No fue cosa de un día, puesto que en 1998, con ocasión del bicentenario del país, fue nombrada una de las 200 grandes personalidades del país Aussie. Y eso que Marjorie tuvo una corta carrera en el atletismo, de escasos cinco años, al retirarse a los 22 cuando se casó.
La apodaban el “relámpago de Lithgow”, lugar donde habitaba y entrenaba. Sus entrenamientos, por cierto, eran de lo más meritorio y agrandan su figura. En el citado Lithgow no existía pista de atletismo. Sus conciudadanos decidieron ayudar a Jackson en su preparación de cara a los Juegos Olímpicos de Helsinki 52, así que prepararon una especie de pista de ceniza (no tartán) que serviría también para otros deportistas, como los ciclistas. El problema era que Marjorie sólo podía entrenar de noche, al salir de su trabajo (era además invierno en Australia en los meses previos a los Juegos)…y no había farolas en la pista. Así, un amigo tenía que colocarse con su coche con las luces largas. La luz se mezclaba con la bruma nocturna y, como consecuencia, Marjorie se pegaba golpetazo tras golpetazo contra el capó del coche. Así seis noches a la semana. Sus medios eran tan precarios que tardó seis meses en ahorrar lo suficiente para comprarse sus primeras zapatillas, por no hablar de los rudimentarios tacos de salida –ella era velocista- que le tuvo que regalar su padre hechos por él mismo en madera.
La preparación, incluso en tan infames circunstancias, mereció la pena. Previamente Marjorie ya había saltado al escenario atlético mundial al batir no una, sino hasta tres veces a la celebérrima Fanny Blankers-Koen, que se encontraba de gira por Australia. Se da la circunstancia de que los organizadores de las carreras –sin valor de competición-, ponían una hierba rasa como el tapiz de una mesa de billar a la holandesa y alta para el resto de sus contrincantes, con el fin de que la leyenda europea ganara alguna de las carreras. Ni con esas: la joven Jackson la superó en todas.
Ya tenemos a Marjorie Jackson en el Viejo Continente para competir en los Juegos de Helsinki 52. Aquella experiencia olímpica iba de paso a cambiar su vida personal, al conocer en el avión que llevaba a la expedición australiana a cierto ciclista con el que acabaría casándose. Pero centrémonos en la competición. Marjorie, como decíamos al principio, hizo historia, ya que además de llevarse el premio extra de batir el récord mundial de los 200m se llevó dos oros, los primeros de una mujer de su país en atletismo en Juegos Olímpicos (y los primeros en general de un australiano, hombre o mujer, desde que Edwin Flack lo consiguiera en el lejano 1896). Marjorie ganó, con holgura, las dos carreras más veloces: las de 100 y 200 metros. Y eso pese a los intensos nervios que padecía. Si ya ver las 100.000 personas congregadas en la ceremonia de inauguración le impactó, una hora y media antes de la final de los 100m llegó a vomitar de los nervios. Sentía todo el peso de Australia pero, de repente, en cuanto escuchó el disparo de salida, se olvidó de todo. Su hito podría haberse rematado con el oro en los relevos 4×100, pero Australia fue descalificada por la pérdida del relevo. Poco después, el cuarteto realizaba una marca mejor que las que se proclamaron campeonas olímpicas. Durante sus dos finales de oro Australia entera y, por descontado, la localidad de Lithgow, se paralizó, incluso las fábricas. Su vuelta a la isla-continente fue un auténtico baño de masas. Como detalle decir que el avión sobrevoló ex profeso su localidad para avisar que ya llegaba. Tras aterrizar en Sidney, los 155 kms que la separaban de Lithgow fueron un no parar de recibir felicitaciones por parte de todos los lugareños de los pueblos que iba encontrando en el camino.
Pese a su pronta retirada la fama de Marjorie Jackson no acabó allí: fue nombrada gobernadora de Australia del Sur y, especialmente, queremos recordar que creó un Fondo de investigación para la leucemia, tras morir su marido de esta enfermedad, llegando a recaudar 3 millones de dólares. Sin embargo, hay otro detalle que nos muestra su carácter. Una semana y media antes del inicio de los Juegos de Sidney 2000 Marjorie estaba postrada en la cama de un hospital, recién operada de la espalda. Pese a ello se empeñó en asistir a la ceremonia inaugural por su gran deseo de portar la bandera olímpica. En efecto, fue una de las pocas personalidades deportivas que tuvieron el honor de hacerla entrar en el estadio. Toda una figura del olimpismo.