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ERIC LAMAZE: LA TORMENTOSA VIDA DE UN CAMPEÓN

Atentos al recorrido vital del campeón olímpico del que vamos a hablar ahora. Le toca el turno a otro grandísimo deportista dotado que, en condiciones normales, debería haber arrasado en el medallero. Medallas olímpicas sí que consiguió (tres: oro individual en Pekín 2008, plata por equipos en esos mismos Juegos y bronce individual en Río 2016), pero sus vitrinas deberían haber estado colmadas de trofeos, más de los que ya posee. Un pasado oscuro le marcó y un presente incierto acecha su futuro, pues aún está en activo. Hablamos del jinete canadiense Eric Lamaze, probablemente uno de los mejores de la historia.

El pasado que le marcó, del que es completamente inocente, se refiere a haber tenido una abuela alcohólica y, sobre todo, una madre cocainómana, depresiva y traficante. Eric, nacido en Montreal en 1968, dejó la escuela ya con 15 años para centrarse en el deporte, pues sus cualidades despuntaban. Al principio dudó entre dedicarse al tenis o a la hípica, para elegir finalmente esta última en la modalidad de saltos. Pronto entró en la lista de los diez mejores jinetes del mundo para, pocos años más tarde, subir hasta lo más alto y proclamarse número 1 mundial.

Y llegó la que tenía que haber sido su primera gran cita: los Juegos Olímpicos de Atlanta 96. No pudo participar debido a una causa que no le hace honor, precisamente: dio positivo por cocaína justo antes de los mismos. Las autoridades deportivas canadienses, muy escamadas tras el escándalo protagonizado por su compatriota Ben Johnson, se habían puesto desde entonces muy duras y sancionaron a Lamaze con cuatro años de suspensión. Sin embargo, su sanción fue posteriormente muy reducida pero ya era tarde para el jinete, que ya se había perdido los Juegos.

Lamaze no podía perderse la siguiente cita olímpica -de Sidney 2000-. No obstante, no pudo participar tampoco en esa ocasión. De nuevo un tema de drogas, aunque en primera instancia no fue culpa del jinete. Resultó dar positivo en un control previo por efedrina. El canadiense pudo demostrar que la sustancia prohibida en cuestión se encontraba en unas vitaminas en cuyo prospecto no se incluía dicha sustancia. Ganó la apelación, lo que le permitiría participar finalmente en unos Juegos Olímpicos. No fue tan fácil. De hecho, no ocurrió. Tenía que pasar un nuevo control antidopaje…y de nuevo lo falló, esta vez por cocaína. Según declaró, la primera suspensión le había hecho caer en una depresión tal que contempló el suicidio. En ese estado estaba cuando un mal día se emborrachó y, en estado etílico, se fumó un cigarrillo que contenía cocaína. A las 48 horas tenía que pasar el segundo control tras ganar su apelación sobre el primero. Eric Lamaze no solo se iba a perder los Juegos de Sidney, la segunda gran oportunidad perdida en su vida, sino que se enfrentaba a una sanción de por vida al ser reincidente.

El jinete canadiense apeló de nuevo. Salió en la apelación todo el turbulento pasado de sus antepasados. El árbitro Ed Ratushny dio marcha atrás, pero el Comité Olímpico de Canadá se negó a volver a incluirle en el equipo. Iban pasando los años y las ediciones olímpicas y uno de los mejores en su deporte no llegaba a debutar en la máxima competición internacional. Sí que lo lograría en los Juegos de Atenas, pero su papel fue indigno a su condición de ganador de muchos de los torneos internacionales de más prestigio. Tuvo que esperar a la edición disputada en Pekín en 2008 para confirmar, con décadas de retraso, que era merecedor de un oro olímpico. En la capital china compitió con su mejor caballo de siempre, Hickstead. Eso sí, para el oro individual tuvo que pelear, pues lo lograría sólo mediante un desempate frente al sueco Rolf-Göran Bengtsson.

Mientras tanto, sus éxitos deportivos se sucedían y, derivados de ellos, los beneficios económicos: se convirtió, por ejemplo, en el primer jinete norteamericano en exceder el millón de dólares en premios anualmente, pero la leyenda negra de sus excesos no se disipó. Sin ir más lejos, tuvo un accidente de tráfico que provocó destrozos en su cara. Conducía con el carnet caducado y, según la policía, lo hizo temerariamente. Sombras en su vida que contrastaban con los éxitos deportivos. Otro momento negro de su trayectoria ocurrió con la repentina muerte de Hickstead -que, por cierto, había ganado el premio al “mejor caballo del mundo”-, ocurrida cuando se rompió la aorta al salirse del recorrido en la prueba del Grand Prix de Verona correspondiente a la Copa del Mundo. Este hecho le hizo replantearse la retirada a Lamaze, pero volvió. El cambio de opinión le hizo, entre otras cosas, aumentar su medallero olímpico al sumar el bronce individual en Río 2016, aunque casi gana de nuevo el oro.

Su vida de altibajos ha vuelto a sufrir un varapalo en 2019 con el anuncio de una noticia de lo más negativa: Lamaze ha confesado que padece un tumor cerebral. Tras meses de ausencia, sin embargo, decidió volver a la competición “mientras me deje mi cuerpo”, ha declarado. No parecen tener fin las amarguras para este deportista, uno de los más hábiles en su especialidad, pero con vida trabada por mil y una turbaciones.

Un comentario

  • Virginia

    ¡Qué mala suerte, cuanto infortunio!. Menos mal que al fin se reivindicó, pero no se que más le puede pasar, espero que todo en adelante sea positivo.

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