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ANNA KIESENHOFER: UNA CAMPEONA OLÍMPICA DISTINTA A TODAS

Anna Kiesenhofer es distinta a cualquier otro campeón/a que podamos conocer. La campeona inesperada, la amateur que pilla por sorpresa a las campeonísimas, la deportista que entró en el ciclismo casi por casualidad, la olímpica que se considera casi más matemática que ciclista. Porque Anna Kiesenhofer de profesión es matemática y de las buenas, pues no está al alcance de muchos haber realizado un master en la Universidad de Cambridge (en matemáticas puras). Pero también en su c.v. tiene que incluir estas dos mágicas palabras: “campeona olímpica”, porque lo fue en la prueba de ciclismo en ruta correspondiente a los Juegos de Tokio 2020.

Anna ni siquiera se consideró durante mucho tiempo ciclista. Tampoco fue el primer deporte que practicó. Para ella la bicicleta era simplemente el medio de transporte que utilizaba para desplazarse a sus clases durante la universidad. Luego probó el triatlón y las carreras para pasar más tarde al ciclismo como mero hobby. El deporte lo utilizaba simplemente como un reto físico y mental. De hecho, ella aplica métodos matemáticos al ciclismo. Obtiene datos precisos para analizar y estructura su entrenamientos y su progreso usando su mentalidad de matemática.

Foto de Bettini Photo

Cuando fue a los Juegos que la coronaron como campeona no tenía equipo, ni entrenador, ni nada que nos hicieran pensar que acabaría colgándose la medalla de más prestigio y eso fue probablemente lo que la hizo llevarse el gato al agua ya que fue tan subestimada -casi despreciada y, definitivamente, no tenida en cuenta- por sus rivales que cuando la segunda en llegar a la meta la cruzó (ni más ni menos que la favoritísima neerlandesa Annemiek van Vleuten) se creyó que había sido la primera. Todo el pelotón había olvidado que continuaba por delante la ciclista austriaca, que había saltado del pelotón muchos kilómetros antes.

En la final olímpica, esa para la que nadie contaba con Anna, esta matemática austriaca tenía un plan preparado en su mente: atacar. Bueno, tenía tres planes: atacar, atacar y atacar, dependiendo cada uno del kilómetro en el que había pensado el momento de hacerlo. Y atacó. La siguieron durante unos kilómetros otras compañeras que no metían miedo al pelotón, ese en el que Anna no le gusta estar, pues prefiere pedalear sola por su cuenta. El pelotón fue comiendo a las compañeras de escapada de Kiesenhofer pero olvidaron que ésta seguía por delante. Y así fue como Austria ganó su primera medalla de oro olímpica en ciclismo desde 1896 y la primera en general desde 2004. Una amateur sin equipo profesional había podido con todas. Una persona que nunca había soñado de niña con tan siquiera participar en unos Juegos.

Foto de Alex Whitehead_SWpix.com

Hasta 2023 no firmó su primer contrato profesional. Tras su triunfo olímpico todos esperaban que Anna tuviera una carrera plagada de éxitos y se convirtiera en la nueva estrella del ciclismo. Los fans y los periodistas la agobiaban. Ella seguía tranquila, diciendo que no cuando había que decirlo. El paso al profesionalismo le costó y fue duro para ella. La vuelta a su país tras el oro olímpico la había abrumado, siendo ella de naturaleza tímida. Mientras, seguía aplicando la exactitud científica a sus entrenamientos en ciclismo. “Mi acercamiento al deporte es siempre analítico” afirmaba la deportista-matemática. También sigue una estricta preparación mental y nutricional y no tiene en cuenta a sus rivales, sólo se preocupa por ella.

El oro olímpico ha cambiado en parte su vida, reduciendo las horas que dedica al estudio para no perder las oportunidades que le ha proporcionado proclamarse campeona en Tokio 2020, aunque se toma las cosas con calma y no ha caído en la vorágine que supone convertirse en la campeona olímpica por sorpresa. La ‘rompepronósticos’ Anna Kiesenhofer, la ciclista individualista que aplica la ciencia al deporte, la campeona inusual e inesperada, fue una de las mayores sorpresas sin duda de la cita olímpica de Tokio 2020.

Foto de Michael Steele/Pool/AFP/Getty Images

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