Camino a Tokio

RIKAKO IKEE: EL SÍMBOLO DE ESPERANZA DE TOKIO 2020

Estaba predestinada a convertirse en una de las estrellas más aclamadas de los Juegos de Tokio 2020. La vida se le torció un maldito día de 2019, cuando mejor estaban las cosas para que brillara en sus casi inminentes Juegos. Mientras ella libraba una dura batalla contra una leucemia la pandemia empezó a extenderse por el mundo y una de sus consecuencias fue el aplazamiento de un año de los Juegos Olímpicos. Eso ha permitido a Rikako Ikee, la nadadora japonesa que ya puede decir que ha vencido al cáncer, que pueda al menos participar en los Juegos de Tokio. Puede que ya no consiga en ellos las medallas que parecía iban a caer de su lado un par de años antes del que tendría que haber sido el comienzo oficial, pero su sola presencia la convertirá en LA esperanza de estos Juegos. Y esta edición olímpica está realmente necesitada de ella, de toneladas de esperanza.

Rikako Ikee nació en el agua -literalmente-. Parecía por tanto destinada a hacer algo grande en un elemento que pronto se convirtió en su hábitat natural. A los tres años ya nadaba y a los cinco dominaba los cuatro estilos, algo altamente inusual en niños de tan corta edad. Como junior batió récord tras récord; lo esperado en ella. Con 16 años ya fue olímpica (en Río 2016). No realizó puestos remarcables pero sí se superó a sí misma, mejorando sus marcas personales, incluso cayó alguna mejor marca nacional. Más no podía hacer, no tocaba aún. El año 2018 fue el de su consagración, dominando a lo grande la natación de los Juegos Asiáticos. Ganó allí seis oros y dos platas y fue nombrada la MVP del torneo. Quedaban dos años para los Juegos y la afición nipona ya se frotaba las manos fantaseando con una plétora de preseas que la jovencísima Rikako podría (debía) conseguir en “sus” Juegos. Su progresión era clara, tanto en marcas como en triunfos. Si la lógica reinaba, ella podría hacerlo (reinar) en Tokio 2020.

Foto de Tokio 2020

Pero llegó el 2019, annus horribilis para la nadadora de Edogawa. Se encontraba a principios de febrero entrenando en Australia cuando se sintió mal. Tenía problemas con su respiración. Adelantó su vuelta a Japón para ser examinada por los médicos. El 12 de febrero llegó la terrible confirmación, que la propia Rikako publicó en sus redes sociales: tenía leucemia. En toda lógica, Rikako lo pasó mal, muy mal. En sus peores momentos, confiesa que “quise morir”, ya que los dolores eran extremos. Ahora se arrepiente de haber tenido ese tipo de pensamientos. Sacó fuerzas de flaqueza y decidió que merecía la pena luchar y batallar contra ese enemigo, que esta vez era mucho más poderoso que un cronómetro o cualquiera de sus rivales. Rivales, por cierto, que aprovecharon cualquier ocasión para mandarle mensajes públicos de apoyo. Todas querían volver a nadar con ella en una calle vecina. Venció a la enfermedad, como tantas veces había ganado en las piscinas. Y, como suele pasar, superar la grave enfermedad le cambió la vida y sus perspectivas. Ahora se considera muy afortunada.

Ikee le devuelve a Sarah Sjostrom su mensaje de apoyo tras la lesión de ésta. Foto del Instagram de Rikako Ikee

Felicidad absoluta es lo que sintió en marzo de 2020 cuando, 406 días más tarde, volvió a tirarse a una piscina. Por entonces aspiraba a cumplir en los Juegos de París 2024 las aspiraciones a las que estaba supuestamente destinada en Tokio 2020. Entonces llegó el aplazamiento los Juegos. Rikako seguía entrenando, pero aún le quedaba mucho camino por recorrer. Ni ella ni nadie se esperaba que podría estar en los Juegos, por muy aplazados que fueran. Como una especie de compensación por su ausencia pero, por encima de todo, como un símbolo de esperanza, fue la elegida para protagonizar la pequeña ceremonia que, a puerta cerrada, la organización de Tokio 2020 realizó en el estadio olímpico a un año vista del inicio de los Juegos, esto es, el 23 de julio de 2020. Ella y la linterna que contenía el fuego olímpico simbolizaban más que nunca el rayo de esperanza que pueden dar tanto a los deportistas olímpicos de todo el mundo como a los seguidores de los Juegos. Ella por haber superado su enfermedad y la llama olímpica por lo simbólico que lleva intrínseco.

Los meses fueron pasando, los Juegos se fueron acercando y Rikako seguía entrenando. Entonces se dio cuenta de que podría intentar estar presente en los Juegos y participó así en las series clasificatorias de su país. Lo logró una vez más. Antes de cada competición en la que compitió se decía a sí misma “He vuelto”. Empezó logrando una plaza para el relevo 4×100 estilos, al ganar en la prueba de los 100m mariposa. Luego lo hizo en la prueba del relevo 4×100 estilo libre, aunque no lograra un puesto para la individual de 100m estilo libre. No serán estos los Juegos de su consagración como gran campeona individual, para ello tendrá que esperar a los de París, pero el simple hecho de haberse clasificado, por marcas (no es un regalo ni una wild card) y de “querer contribuir al equipo” hace que se convierta, sin duda, en el símbolo de esperanza de estos Juegos. Lástima que no haya finalmente público porque Rikako Ikee se habría llevado, sin dudarlo, la mayor ovación de los Juegos.

Foto de Lintao Zhang/Getty Images

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