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LAS CONSECUENCIAS NEGATIVAS DEL DIEZ DE NADIA COMĂNECI EN MONTREAL 76

El mundo entero se maravilló ante el primer diez cosechado en la gimnasia artística olímpica: el para siempre recordado de Nadia Comăneci en paralelas en los Juegos de Montreal 76. Si alguien en el planeta Tierra hasta esos momentos no seguía los Juegos Olímpicos, giró su atención hacia esa jovencita rumana y, cuanto menos, vio (imaginamos que en repetidas ocasiones, incluso hasta la extenuación) el magistral ejercicio de la alumna de Béla Károlyi. Sin duda sirvió de reclamo no solo para la propia Nadia Comăneci, ni siquiera para la gimnasia de su país, sino también hacia los propios Juegos de Montreal y hacia el deporte de la gimnasia. Agrandó el espectro de alcance, el número de seguidores, la atracción hasta tan estético deporte, universalizó aún más los Juegos.

Sí, supuso una revolución en la gimnasia, no saben hasta qué punto. Aparte de su aspecto más baladí (adaptar los marcadores a la nota 10, que hasta entonces sólo permitía mostrar una máxima puntuación de 9.99), el primer diez, ese de Nadia, acabó dando muchos quebraderos de cabeza a la Federación Internacional de Gimnasia. ¿Pero cómo?, ¿acaso no tuvo un efecto instantáneamente positivo sobre ese deporte al atraer a más público y darlo más a conocer? Junto a este indudable beneficio, a la larga el diez de Comăneci o, mejor decir, los dieces que se produjeron en cascada a partir de entonces, abrieron la espita a una situación que incluso podría considerarse caótica.

Nadia Comaneci. Diez en paralelas en Montreal 76. Foto de AP

Para empezar, pocos saben -o recuerdan- que el de la rumana no fue el único diez que se produjo en el torneo olímpico de Montreal. La propia Nadia consiguió siete dices en total en esa cita olímpica, pero no tuvo la exclusividad de la nota que otorga la perfección máxima. La entonces soviética Nellie Kim lo logró en el aparato de salto con potro dentro del concurso completo gracias a su salto Tsukahara con giro, la primera vez que se ejecutaba en la historia olímpica. Pero el dato que puede llegar a causarnos sorpresa es que, en los años posteriores, se produjeron hasta ¡128 dieces! en torneos internacionales por parte de gimnastas femeninas. Se produjo, por tanto, un abuso por parte de los jueces de la máxima puntuación porque ¿puede existir acaso la perfección? Ese abuso llevó a la FIG a decir basta y tener que cambiar el código (algo, que por otra parte, es algo habitual y se produce regularmente). Había que poner fin al abuso del diez y así se hizo en 1992. Las notas a partir de entonces se dividieron en dos: Nota D de dificultad y E de Ejecución. La Federación Internacional establecería los baremos de la D, de tal forma que éstos van variando por ejemplo bajando la dificultad de algún elemento si éste, en un principio novedoso, acaba generalizándose y, por consiguiente, haciéndose más fácil. En cuanto a la nota E se parte de un diez pero se van realizando deducciones, causadas por todo tipo de acciones. Por poner el ejemplo del salto, se deduce no llegar a cierta altura, no aterrizar a cierta distancia, no hacerlo frente al potro sino hacia un lado, doblar las rodillas, no aterrizar bien, tener una forma en el aire inadecuada, caderas carpadas, etc.

Hasta ahora nos hemos referido a la gimnasia femenina debido al detonante que supuso el primer diez de Nadia Comăneci en los Juegos de Montreal, pero el mismo fenómeno y el mismo cambio en el código de puntuación es aplicable a la categoría masculina. Por decir un dato, en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84 se produjeron hasta 10 dieces únicamente en la primera jornada del torneo masculino. Perdieron su sentido y su valor hasta el punto de que los seis que llegó a conseguir China en la competición por equipos ese día no le bastaron para ponerse en cabeza. Otra prueba más de que los dieces habían perdido su peso y había que hacer algo al respecto. Tampoco cumplían ya el efecto de atraer a más público. Cuando algo pasa de ser excepcional a normal el interés decae. No es de extrañar, pues, que pasados unos pocos años la FIG tomara cartas en el asunto, pues las críticas entre expertos arreciaban y era a todas luces imposible que se pudiera ver tanta cantidad de ejercicios supuestamente perfectos en una misma velada deportiva.

Li Ning, oro en caballo con arcos en Los Ángeles 84 con un 10. Foto del COI

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