Heroínas olímpicas

OLGA KORBUT: LA TRISTE REALIDAD DE LA REVOLUCIONARIA DE LA GIMNASIA

Medía 1,52m y pesaba 38 kilos. Vivía en un cuarto de 15 metros cuadrados que compartía con sus tres hermanas. Su padre era alcóholico y su madre se mataba a trabajar por la familia. Esto ocurría en los años 60 en Bielorrusia, entonces aún perteneciente a la Unión Soviética. Desde niña le entrena en gimnasia artística Renald Knysh, que advirtió en la pequeña Olga una columna vertebral especialmente flexible y, con buen ojo, advirtió su potencial. No andaba equivocado, pues Olga Korbut acabó siendo no solo una plurimedallista olímpica, sino una auténtica revolucionaria en su deporte.

Curiosamente, la apodada como “Gorrión de Minsk” nunca lograría el oro olímpico individual, pero aportó sin discusión a la gimnasia popularidad y se convirtió en un referente que hizo que muchas niñas adoptaran su deporte como propio. Korbut supuso un cambio radical en la gimnasia. Hasta entonces, ésta se basaba en la elegancia y el ballet, la parte más artística. Olga basaría sus ejercicios en la parte más técnica y espectacular, también más arriesgada, como veremos. Todo ello proporcionado gracias a un cuerpo pequeño y ligero que, a partir de ella, se impuso como modelo principal entre las gimnastas. Knysh hizo que Olga atacara saltos y giros hasta entonces nunca vistos. Tan arriesgados que incluso uno de ellos fue prohibido años más tarde por el peligro que conlleva. Incluso hoy en día, casi medio siglo después, sigue cancelado del reglamento. Entre entrenador y gimnasta inventaron dos creaciones espectaculares: el Salto Korbut, consistente en un salto mortal atrás en la barra de equilibrios y el Flip Korbut, en las barras asimétricas, que supone una suelta dando la vuelta antes de volver a agarrar la barra. Esta arriesgada innovación ha sido vetada por el peligro que conlleva.

La edición olímpica que tenía que ser de Olga era la celebrada en Múnich en 1972. Empezó ganando el oro por equipos para su potente nación. Lo esperado. También se esperaba su oro en el concurso individual, pero iría a parar al cuello de su compañera Ludmila Turishcheva. Lo que ocurrió motivó la atención de millones de espectadores, sufriendo por las lágrimas vertidas de Olga, que causaron un seguimiento -y conmoción- a nivel planetario. Korbut había realizado ejercicios quasi perfectos en salto y en la barra de equilibrios. Sin embargo, en las barras asimétricas realizó tres fallos graves, que la bajaron hasta la séptima posición, cuando todo el mundo la veía como campeona olímpica. Los espectadores presentes atronaban pidiendo subidas en sus puntuaciones. Justo en la competición por equipos Olga había realizado en este aparato el que fue considerado como mejor ejercicio de entre todos los realizados en los Juegos. De ahí la confusión y la decepción.

Afortunadamente aún le quedaban a la bielorrusa ocasiones de enmendarse en cierta manera en las finales por aparatos. En ellas acabaría logrando dos oros: en suelo y en barra de equilibrio y plata precisamente en las mismas barras asimétricas que le habían traicionado en el concurso anterior.

Olga Korbut, con sus éxitos y sus fracasos, llamó la atención del mundo. Su valentía, sus movimientos explosivos, su potencia, sus innovaciones y su simpatía personal la convirtieron en una estrella que brilló más que la propia campeona olímpica individual. Podemos afirmar sin equivocarnos que Olga Korbut fue un ídolo equiparable al que ahora es Simone Biles. Durante los propios Juegos de Múnich tenía que esconderse debajo de una peluca y un sombrero en la villa olímpica para poder moverse. Otro dato que indica el grado de su fama: se le asignó un empleado de Correos exclusivamente para llevarle a su casa las miles de cartas que recibía de sus fans.

Olga Korbut volvió a ser olímpica en Montreal 76, donde se despidió de la gimnasia. Bien es verdad que reeditó el oro por equipos, pero de la ciudad canadiense “sólo” se fue, además de ese oro, con la plata en la final de barra.

Pero detrás del carisma de la pequeña (sólo en tamaño) Olga se escondía una tragedia que únicamente hizo público pasadas varias décadas en un libro autobiográfico. Antes de eso diremos que se trasladó con su familia a Estados Unidos ante el temor de que pudiera afectarles la onda expansiva de Chernóbil. En su país de acogida se convirtió en entrenadora, pero las cosas no le fueron demasiado bien. Se divorció, pasó por una mala situación económica que la hizo vender incluso parte de sus recuerdos olímpicos, incluso medallas. Este extremo lo desmentiría la propia ex gimnasta, pero lo confirmó la casa de subastas. Se le acusó de robar 20 dólares de comida de un supermercado, la despidieron de un gimnasio por supuestos problemas con el alcohol…En fin, una vida para nada acorde con la de la ídolo de masas que había asombrado al mundo unos años antes.

¿Se debieron todas estas tragedias a la mala suerte? Sólo años más tarde supimos la raíz, el origen, de ello. Olga había pasado los peores años de su vida sufriendo violencia física y sexual por parte de su entrenador. Según confesaría públicamente, ella se había convertido durante su carrera “no sólo en una máquina deportiva, sino también en esclava sexual de sus entrenadores”. Su entrenador le obligaba a beber, le golpeaba, le causaba moratores (que ella tenía que decir eran debidos a caídas en entrenamientos). “Interesaba nuestro cuerpo, no nuestra vida”, confesó la campeona olímpica. Knysh, no solo le causaba miedo, sino que también llegó al extremo de violarla, incluso la víspera de la final olímpica de Múnich. ¿Pueden explicarse ahora, en cierta manera, los fallos de Olga ese día? Knysh llegó a ser procesado por este extremo, pero el caso se cerró por “falta de pruebas”.

De nuevo Olga Korbut ha sacado a subasta parte de sus recuerdos olímpicos, obteniendo -se dice- unos 230.000 dólares (66.000 por la medalla de oro por equipos de Múnich 72). Ella ha vuelto a negar que padezca problemas económicos. “Simplemente”, los ha querido vender. Difícil saber en qué situación se encuentra ahora la revolucionaria de la gimnasia. En cualquier caso, muy posiblemente no como se mereciera una campeonísima como ella.

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