Heroínas olímpicas

BARBARA ANN SCOTT: LA PRIMERA HEROÍNA CANADIENSE DEL PATINAJE ARTÍSTICO

¿Puede una deportista canadiense, sin cambiar de nacionalidad, proclamarse campeona de Europa? La patinadora Barbara Ann Scott lo hizo. La única en conseguirlo. Y ese no fue ni mucho menos su logro más destacable. Patinadora desde temprana edad, a los siete años (es decir, en 1935) dejó de asistir a clases en el colegio para poder entrenar siete horas al día. Otras dos horas y media las dedicaba a los estudios, en clases asistidas por un tutor. El sacrificio dio sus frutos ya a los diez años de edad, cuando se convirtió en la patinadora más joven en realizar todas las figuras de patinaje existentes por aquel entonces. A los 15 años ya era campeona absoluta de Canadá.

También a edad muy temprana -13 años- entró en la historia del patinaje al ser la primera mujer que realizara el doble Lutz en competición. Con 19 años se proclamó campeona de Europa y del Mundo pero para ello necesitó la ayuda popular. El largo y costoso viaje transoceánico requería unos fondos con los que no contaba, pero sus vecinos recaudaron el dinero necesario para que realizara el viaje que incluiría la doble gesta. A su vuelta Barbara Ann Scott ya se había convertido en toda una heroína para su Canadá. Su país le regaló un coche que tuvo que devolver para no perder el estatus de amateur y poder así competir en Juegos Olímpicos. Canadá iba a recibir más de esta joven patinadora. En los Juegos Olímpicos de St. Moritz de 1948 sus capacidades y estilo le reportaron el oro. Y lo hizo en la posiblemente pista más dificultosa jamás vista en unos Juegos Olímpicos, pues estaba llena de hoyos y rayajos realizados por los patinadores de hockey hielo, que también la usaban, así que mérito doble para esta norteamericana. En un intervalo de seis semanas había ganado todo lo posible: Juegos Olímpicos, Mundial y Europeo. Se considera que fueron estos logros tan seguidos, unido a su indudable carisma personal, los que hicieron que, literalmente “pusiera en el mapa el patinaje artístico” en Canadá.

Cuando fue recibida en Ottawa, la capital de su país, a la vuelta de ese fructífero viaje que tantos éxitos le proporcionara, un tercio de la población (unas 700.000 personas) se congregó para aclamarla. El presidente de la nación proclamó ese día que “había dado valor a los canadienses para atraversar la pesadumbre y oscuridad de la postguerra”. Su simpatía natural puso una sonrisa en la cara de sus compatriotas. Para agradecérselo, Canadá le regaló de nuevo un coche, que esta vez sí pudo aceptar la patinadora. La matrícula iba a ser la misma que en aquel Buick descapotable que le había sido concedido un año antes, pero esta vez cambiaría una cifra: en lugar de 47-U-1 sería 48-U-1, por el año de los Juegos Olímpicos que ganó. El fenómeno Barbara Ann Scott ya se había desatado. Bautizada por la prensa como la “novia de Canadá” se lanzó una muñeca en su honor que pronto se hizo muy popular. La muñeca, que representaba a una niña con patines, se dice que fue uno de los antecedentes de la popularísima muñeca Barbie. Y es que Barbara poseía un encanto especial sobre la pista de hielo que hacía que muchas niñas quisieran ser como ella. No solo poseía gracia natural, sino que su técnica era muy completa y se considera que hizo del patinaje artístico un deporte de altura en su país, Canadá, toda una potencia actual.

La muñeca basada en la patinadora campeona

Tras su triunfo olímpico a Barbara no le quedaba más que disfrutar del patinaje cobrando esta vez y, así, sustituyó a la estrella del momento Sonja Henie en el espectáculo sobre el hielo “Hollywood Ice Revue”. Para entonces había protagonizado portadas y grandes reportajes en las revistas “Time” y “Life”, aunque pronto -con 25 años- se iba a retirar también del patinaje profesional. Sin embargo no se desligó del deporte, dedicándose a la hípica, tanto como amazona como entrenadora. También se dedicó por un tiempo al golf y a otras muchas actividades, entre las que nos llaman la atención un salón de belleza, apariciones en televisión y cine y mucha dedicación a actos benéficos en favor de niños discapacitados.

Su relación con los Juegos Olímpicos se cerraría cual círculo pasadas muchas décadas, pues llevó la antorcha olímpica tanto en los Juegos de Calgary de 1988 como en los de Vancouver de 2010, así como le tocó el honor de ser una de las portadoras de la bandera olímpica en la ceremonia de inauguración de estos últimos, ya en pleno siglo XXI.

Foto de Canada´s Sports Hall of Fame

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