Heroínas olímpicas

YUSRA MARDINI: LA NADADORA QUE PASÓ DE HUIR DE SIRIA A NADO POR EL MEDITERRÁNEO A SER COMPONENTE DEL EQUIPO DE REFUGIADOS OLÍMPICOS EN RÍO 2016 Parte II

Habíamos dejado en la entrada anterior a la nadadora siria Yusra Mardini y compañía a punto de llegar a Alemania, a la que por fin llegan. Era el destino soñado durante tantos días de dura travesía. De nuevo, como en la vecina Austria, son excelentemente acogidos. En Berlín les dan todo lo necesario para vivir, aunque las penalidades burocráticas no cesan. Su hermana Sara carga con todo el peso, pues Yusra es aún menor de edad. Durante días que se convierten en semanas tiene que hacer cola para esperar un número que le permita hacer los trámites de la solicitud de asilo político. Entretanto, Yusra vuelve a los entrenamientos de natación nada menos que en el centro olímpico de Berlín, donde es acogida por el que se convierte en más que su entrenador, su mentor y guía de vida Sven. Sus marcas, con tantas semanas de parón y cansancio acumulado, no pueden ser optimistas. Está lejos de las mejores personales y, lo que le hunde más, es superada incluso por sus compañeros de entrenamiento, chiquillos de 14 años. Sara, que en principio se apuntó a nadar con ella, tiene que dejarlo por dolores en un brazo.

Yusra está desesperada con sus tiempos, aunque su entrenador –que incluso le paga ropa y comida- la anima porque la ve con posibilidades, si aumenta el ritmo de entrenamientos (que ya en Siria era pobre por las circunstancias), para llegar a los Juegos de Tokio 2020. Entretanto, en medio de los entrenamientos, el papeleo y la adaptación en el nuevo país, surge un rumor que parte del COI: se está planteando la idea de un equipo de refugiados para los Juegos de Río. El COI se pone en contacto directo con Sven ya que la historia de Yusra, con su odisea cruzando el Mediterráneo, ha llegado a muchos medios de comunicación. La idea, lejos de entusiasmar en un principio a Yusra, no le gusta, pues su sueño era ser olímpica por marcas y no “por caridad”. En ese momento aún no tenía asimilada la palabra “refugiado”, con la que no se asociaba y que llega a calificar de “insultante”. Sin embargo, más tarde cambia de idea, más que nada porque quiere demostrar al mundo que uno se puede levantar ante cualquier contingente y que ella misma podría convertirse en un modelo para inspirar a otros jóvenes en sus circunstancias. Metida ya en el plan, es becada por Solidaridad Olímpica que le paga entrenamientos y gastos de viajes de competición. Aun así, persisten sus dudas para dar el sí al equipo de refugiados. Por entonces ya se había convertido en alguien muy popular. Como dato decir que 126 periodistas aparecieron en su primera rueda de prensa. La joven siria sigue debatiéndose entre esperar a Tokio 2020 y ser olímpica por marcas o acudir a Río 2016 para, fundamentalmente, ser portadora de un mensaje.

Premiada junto a su hermana. Foto de AFP

Mientras tanto Yusra participa en una prueba clasificatoria que tiente lugar en Luxemburgo. De nuevo es apabullada por la Prensa, que la sigue sin parar. A Sven le llegan ofertas de cine, documentales y libros sobre ella, pero el equipo rechaza todas ya que se quieren concentrar en los Juegos Olímpicos, pese a que está ya claro que en Río no podría hacer una buena clasificación, sino hacer sí un excelente papel como portavoz oficioso de la idea de los deportistas refugiados. Curiosamente, cuando se oficializa su incorporación al equipo olímpico la primera reacción de su familia es un tanto fría, empezando por su hermana Sara, que tenía la intención de pasar ese mes de agosto en Grecia como voluntaria ayudando a refugiados.

Yusra ya está en la villa olímpica de Río. Huelga decir que disfruta boquiabierta con todo lo que ve a su alrededor. Para su desgracia, no puede centrarse en la preparación atlética, ya que abundan los actos en los que se exige su presencia. Aunque todos sus compañeros del equipo de refugiados tienen tras de sí historias increíbles la Prensa se centra en ella y, de una forma cansinamente obsesiva, en su épica travesía por aguas del Mediterráneo. La nadadora siria llega a sentirse abrumada por la presión mediática, pero no elude ningún compromiso. Su prioridad es hacer llegar su mensaje, que repite hasta la extenuación: nadie elige ser un refugiado. Son personas iguales al resto que tienen derecho a conseguir lo mismo que los demás. Excepcionalmente, ella y sus compañeros llegan a intervenir en el Congreso del COI que tiene lugar en vísperas de los Juegos. Sería solo la primera de las muchas veces en que Yusra llega a dirigirse públicamente desde un gran púlpito, pues posteriormente ha tenido la oportunidad de hablar en la Cumbre de líderes de la Asamblea de la ONU con la intención de enviar su mensaje a los líderes mundiales; de nuevo en la sede de las Naciones Unidas, esta vez en un evento sobre los Derechos de la mujer; charla con Obama; la reina Rania la nomina a la lista de 25 mujeres que cambian el mundo según “People”; habla con el Papa; se dirige de nuevo a los líderes mundiales en el Foro Económico Mundial de Davos; se convierte en embajadora de buena voluntad de la ONU…En fin, que definitivamente Yusra Mardini es mucho más que una deportista olímpica. Aunque su vida siga siendo la natación –ya con miras puestas en Tokio 2020- tiene claro que tiene la misión de inspirar y ser un modelo. Le costó asumirlo y se rebeló en un principio contra ese papel, nunca buscado por una joven que entonces contaba con 17 años. Gracias al deporte, a su dedicación y sus habilidades, no solo salvó la vida y puede que la de más gente en esa entonces maldita y ahora casi gloriosa travesía marítima, sino que le ha servido para dar a conocer al mundo más de cerca quién es ese colectivo -por desgracia cada vez más numeroso- de personas a las que no les ha quedado más remedio que ser refugiados, cortando vidas como la de Yusra, en vías de una carrera deportiva modesta, pero real.

En su papel de embajadora de buena voluntad de la ONU. Foto de UNHCR/Susan Hopper

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