Concienciados olímpicos,  Heroínas olímpicas

CLARA HUGHES: DE ADOLESCENTE DESCARRIADA A MULTIMEDALLISTA OLÍMPICA

Nadie, absolutamente nadie –empezando por ella misma- habría podido intuir durante la adolescencia de cierta canadiense llamada Clara Hughes que esa chica que bebía, tonteaba con las drogas y fumaba paquetes diarios de cigarrillos pudiera acabar siendo una heroína nacional y una leyenda olímpica. Porque Clara –nacida en 1972- llegó a pasar noches durmiendo en la calle, totalmente ebria. Le había tocado nacer en una familia disfuncional, con una hermana bipolar y un padre con adicciones. Pero, de repente, un día su vida cambió radicalmente al ver, zapeando en la televisión, al patinador canadiense Gaetan Boucher en los Juegos de Calgary. Boucher, que no consiguió más allá de un noveno puesto, sirvió no obstante de inspiración a una Clara Hughes de por entonces 16 años, que pasó de sentir vivir una existencia asqueada a tomar un referente que la llevó a dedicarse a practicar deporte, algo que no había hecho hasta ese momento.

Tras ese punto de inflexión la joven canadiense quiso dedicarse al patinaje de velocidad. Sin embargo, aún no sabía que sería un deporte bien distinto el que le proporcionaría sus primeras alegrías olímpicas y no solo. Un año más tarde se iniciaría en el ciclismo y no retomaría el patinaje hasta cumplir los 28 años. Los primeros Juegos Olímpicos que disputó fueron los de Atlanta 96, en ese deporte, con un éxito inmediato al conquistar dos medallas de bronce. De repente, se había convertido en una heroína nacional. Pero la alegría le duró poco. Tras Atlanta cayó en una depresión que al principio quiso camuflar como el habitual bajonazo tras el éxito deportivo. De hecho, tardaría bastantes años –hasta 2010- en hacer pública su depresión, algo que incluso su madre descubrió al escucharla contarlo por televisión. Hughes decidió abordar la situación mediante un entrenamiento obsesivo que la llevó a correr más de 23.000 km en un año. Entretanto, Clara se aislaba del mundo y se agotaba. En esa época no paraba de llorar, hasta que admitió su problema a los médicos y psicólogos deportivos que la trataban.

Foto de Frank Gunn

La admiración que mucha, mucha gente siente por Clara Hughes empezó a gestarse entonces, cuando finalmente superó su depresión. Fue un logro muy posiblemente mayor que sus primer par de medallas olímpicas. Porque ya avanzamos que no serían las únicas. Mientras, siguió practicando ciclismo y ganando medallas en distintas grandes competiciones internacionales (llegó a disputar, sin ir más lejos, cuatro veces el Tour de Francia). Pero debió de ser que el “espíritu” de Boucher seguía presente en ella y la hizo retomar el deporte del patinaje sobre hielo. Debutó en la temporada 2000/2001 en esa modalidad, lo que le hizo llegar a tiempo para clasificarse para los Juegos de Salt Lake City de 2002. Allí ganaría su primera medalla en unos Juegos de Invierno, entrando así en el selecto club de deportistas con medalla en Juegos de verano e invierno. Cuando consiguió en los siguientes Juegos de Turín 2006 otra medalla (la de plata en persecución por equipos) se convirtió en una de las cinco personas en el mundo que son ganadoras de múltiples medallas tanto en Juegos de Invierno como de verano. Clara Hughes tiene un total de seis, pues a las dos del ciclismo hay que sumarlas cuatro del patinaje de velocidad. La cuarta en este deporte la obtendría en casa, en los Juegos de Vancouver 2010, donde además ejerció de abanderada. Esa cosecha de media docena de medallas la sitúa en la posición de mejor deportista canadiense de todos los tiempos, hasta el momento, lo que no es moco de pavo teniendo en cuenta el poderío deportivo de la nación norteamericana.

No acaba ahí el periplo de Clara ni en su vida personal. En noviembre de 2010 anunció que regresaba al ciclismo, con el objetivo esta vez de ser olímpica en Londres 2012. Lo consiguió. Es verdad que esta vez sin medalla (acabaría en un 32º y un 5º puesto en las dos pruebas en las que tomó parte), pero con el respeto ganado por todos. Respeto que se acrecentaría con su actual dedicación a la lucha contra el estigma que representa en la sociedad las enfermedades mentales y en concreto la depresión, lamentablemente vieja conocida de la deportista. A la Fundación Bell dedica charlas inspiradoras, dona dinero para la causa e intenta concienciar a toda la sociedad canadiense en general realizando larguísimas rutas en bicicleta por el país parando en comunidades donde da charlas de ánimo para los que padecen depresión y de normalización en el trato para con las personas con depresión para el resto de la población. ¡Quién le iba a decir a una adolescente Clara Hughes, adicta a las más insanas costumbres, que se iba a convertir en plurimedallista olímpica y en un ejemplo y referente para la sociedad!

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