Heroínas olímpicas

YUNA KIM: LA ELEGANCIA SOBRE EL HIELO

Esta deportista a la que Historias de los Juegos dedica hoy su artículo es probablemente la persona más famosa de su país, tanto dentro como fuera. Es también la sexta mujer deportista con más ingresos. Amada y admirada por hombres y mujeres. Generaciones enteras han querido ser como ella. Podría haber sido el mayor foco de atención de los Juegos de Pyeongchang si hubiese retardado un poco su retirada, justo tras la anterior cita en Sochi. Si nombramos su país seguro que sabrán a quién nos referimos: Corea del Sur. Se trata, naturalmente, de la patinadora Yuna Kim.

Patinando desde los seis años, enseguida su primer entrenador se dio cuenta de su valía. Pero no tuvo un camino de rosas esta surcoreana, puesto que la ausencia de pistas donde pudiera entrenar la hizo durante mucho tiempo practicar en pistas situadas en centros comerciales, a la vez que lo hacían muchos aficionados con conocimientos básicos. No es de extrañar que acabara teniendo que marcharse a Toronto para mejorar.

Yuna lo ha tenido todo: elegancia en la pista, velocidad, técnica depuradísima, interpretación musical, en fin, todo lo que se puede exigir a una gran campeona del patinaje. Su dominio de los saltos no tuvo parangón. Teniendo en cuenta que a los diez años ya era capaz de realizar el salto triple y que a los doce lograba meter hasta cinco triples en un programa no ha de extrañarnos que se convirtiera en la reina de la combinación triple-triple. Incluso se atrevió con el triple más dificultoso de todos, el axel, aunque fuera en entrenamientos.

Asimismo Yuna Kim es la reina de los récords, pues durante siete años tuvo el récord –femenino- en el programa corto, durante nueve en el programa libre y también el de puntuación total. Se convirtió en la primera mujer patinadora en superar los 200 puntos, así como en ganar un +2.20 en uno de sus saltos. Una barbaridad, algo muy difícil de ver en cualquier categoría.

En los Juegos de Vancouver se coronó como campeona, con una de esas marcas que batían el récord mundial anterior, ya en su posesión. Su segunda experiencia olímpica fue mucho más amarga. Su plata escoció en medio mundo. Sus fans, muy acérrimos –y no solo compatriotas, pues tiene admiradores por todo el planeta-, se indignaron, llenando las redes sociales de protestas. El día de la final de Sochi los diez trending topics del Twitter se referían a ella, en su mayoría denunciando las notas, para muchos infladas, de la que se convertiría en campeona olímpica, la rusa (y, por tanto, local) Adelina Sotnikova. Patinadores de diferentes países expresaron también públicamente su indignación. Sea como fuere, Yuna Kim se retiró con ese programa libre final en Sochi 2014, impidiendo la alegría a sus compatriotas de verla deslizarse con su gracia natural y su tremendo grado de técnica en la pista de hielo de los Juegos en su país. Aun así, la ex patinadora ha estado muy implicada con los Juegos de Pyeongchang, pues aparte de ser su embajadora oficial realizó ante las Naciones Unidas el juramento en nombre de los atletas. Y, como era de esperar, fue ella la última encargada en encender el pebetero en la ceremonia de inauguración. Sin embargo será sin duda la ausencia más sentida en la competición, al menos para la afición local y, en realidad, para los amantes del patinaje, de Pyeongchang 2018.

No podemos dejar de citar las dos principales actividades a las que se ha dedicado la surcoreana una vez retirada: la publicidad, pues es la cara de infinidad de productos en su país, dada su altísima popularidad; y la beneficencia, ya que aparte de ser embajadora de Unicef ha aportado grandes cantidades a los más necesitados de Haití, Filipinas. Sudán y Japón, amén de donar 100.000 dólares a las víctimas del tifón en Filipinas. No le falta de nada: hasta ha publicado libros, ha cantado en el popular grupo de K-Pop (estilo muy exitoso de música en Corea del Sur) Big Band. No en vano la han apodado “Queen” (=reina). Pero lo mejor en el caso de esta patinadora es, sin duda, verla en acción. Los números y récords no hacen justicia a su arte sobre el hielo.

Foto de Ivan Sekretarev/AP

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