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ALEX GREGORY, EL CAMPEÓN OLÍMPICO DE REMO QUE SE AVENTURÓ EN EL POLO NORTE

“Extraño, ¿eh? Ganas dos oros olímpicos y te haces famoso mundialmente por una foto de tus manos hinchadas”. Esto es lo que dice y piensa Alex Gregory, el remero británico oro, efectivamente, en Londres 2012 y Río 2016 en la prueba de cuatro sin timonel. Su nombre, probablemente, no era conocido fuera de su país y del mundo del remo. Pero, ironías de la vida, una foto de sus manos estropeadas hasta un estado tal que parecían ser las de un anciano que ha trabajado mucho con ellas –en lugar de las de un hombre de 33 años- publicada en sus redes sociales dio la vuelta al mundo. El hecho nos permite acercarnos más a este doble campeón olímpico, retirado tras los Juegos de Río.

Alex Gregory empezó a despuntar a nivel internacional en 2004, siendo internacional entonces por Gran Bretaña en el Mundial sub-23. Estuvo a punto de acudir a los Juegos de Pekín 2008, los que deberían haber supuesto su primera experiencia olímpica. Por un pelo no se clasificó, pero fue seleccionado como reserva. Al año siguiente ya se hizo con una plaza, tras sus éxitos en la Copa del Mundo. Así, compartió paladas con tres compañeros que habían sido medallistas en Pekín. Ese cuarteto ya sería el definitivo para “jugar en casa”, en las aguas de Eton Dorney, donde juntos lograrían el oro en la categoría citada de cuatro sin timonel. Gracias a ese triunfo Gregory gozó del insólito honor de pintar de dorado los buzones de su localidad natal de Cheltenham. Ese mismo año sería nombrado el “Atleta olímpico del año” en cuanto al remo se refiere.

El estado de las manos del bicampeón olímpico durante su travesía por el Polo. Foto Instagram de Alex Gregory

El oro de Londres no se quedó en solitario. Le acompaña, desde 2016, el de Río. Después de estos Juegos Alex Gregory decidió parar. Estuvo disfrutando durante seis meses de la compañía de sus tres hijos pero su inquietud y curiosidad naturales, unido a la necesidad de pagar los recibos, hizo que no se quedara quieto en casa. Desde hacía tiempo había mostrado interés por la naturaleza. Las tardes de los miércoles, las únicas que los entrenamientos le dejaban libres, las dedicaba a la misma, que constituía su otra pasión. El remero veía que su futuro profesional –y su sueño- estaba en presentar documentales de naturaleza. Se estuvo preparando para ello, tenía con una cierta irregularidad actos en los que contaba sus experiencias con la naturaleza desde el punto de vista de un deportista que practica y compite en medio de ella.

Pero algo le bullía en la cabeza: tenía que aspirar más alto, lo que hacía no le bastaba. Y entonces le llegó un correo de un amigo, el aventurero y escalador Newall Hunter, quien le sugirió un destino: el Círculo Polar Ártico. Si se adentraba en él, iba a constituir una gran aventura. Gregory lo haría como él sabe: remando. Ahí radica el aspecto diferente de esta aventura y de ahí el hecho ineludible del que no podía escapar: sus manos iban a estropearse, entre los turnos de doce horas remando (dos remando y dos parando, las 24 horas del día) y las temperaturas de la zona, unido a la humedad al colársele agua por dentro de sus guantes.

Era una aventura arriesgada, más que nada porque el grupo –no sería un viaje en solitario- si caía al agua lo más probable es que muriera de hipotermia dada la temperatura gélida de las aguas a recorrer. El viaje sería filmado y, además, incorporaba un fin benéfico, pues tenía el objeto añadido de lograr fondos con fines caritativos. Aislados en la fría naturaleza el bicampeón olímpico ya podía dar por satisfecha su curiosidad aventurera.

Ahora Alex Gregory tiene otra idea in mente, mucho más tranquila: escribir una guía para padres para vivir momentos al aire libre con sus hijos, describiendo cómo diferenciar árboles, construir cubículos para dormir, etcétera. Está claro que Alex Gregory es un singular campeón olímpico, lejos de la corriente general.

Alex Gregory, a la izquierda,con sus compañeros de 4 sin timonel, oro en Londres 2012

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