Legendarios

EL REY DEL BIATLÓN OLE EINAR BJØRNDALEN, EL MÁS GRANDE EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE INVIERNO

Es toda una leyenda, LA leyenda del biatlón mundial. Su figura es tan alargada que solo otro grandísimo biatleta como es Martin Fourcade podrá acercarse a la del noruego Ole Einar Bjørndalen. Sus cifras, victorias, medallas, apabullan. Es, a día de hoy, el más grande biatleta de la historia, apodado “El Rey del biatlón”; también “El caníbal” por su concienzuda preparación, que durante una extensísima carrera ha dominado a sus rivales. Y podemos seguir gozando de él, porque Bjørndalen decidió tras Sochi continuar hasta la próxima cita olímpica de Pyeongchang, a la que llegará con 44 años, en un intento para agrandar su leyenda, si eso es posible.

Es probable que el carácter –necesario en cualquier deportista de élite y en especial en un deporte que se practica en condiciones climáticas y físicas tan duras como el suyo- del noruego le venga de una infancia caracterizada por las necesidades. Siendo el pequeño de cinco hermanos hubo de forjarse un carácter que le ha venido bien en su carrera deportiva. Su físico natural ha ayudado, indudablemente, puesto que Ole Einar parece nacido para la práctica deportiva: no solo ha destacado en la dura disciplina del biatlón (una de las más completas en los deportes de invierno), sino que ha ganado alguna que otra prueba de alto nivel en esquí de fondo, ¡incluso ha ganado un campeonato internacional de volley playa! También tendrá que ver el severo plan de vida que lleva, entrenando una media de un millar de horas al año desde los 15 años de edad (y esas son muchas horas ya). Como todo buen campeón, Bjørndalen es serio en su entrenamiento, su dieta y las prohibiciones de la vida diaria que no se puede permitir, como beber alcohol, que solo toma a modo de colutorio para evitar que entren en su cuerpo virus que le impidan competir o entrenar en el frío invierno. Su profesionalidad le ha llevado a ser el primer biatleta con un entrenador personal de tiro (su punto débil, por decir algo) y un psicólogo deportivo.

Los Juegos de Lillehammer nos parecen hoy lejanos, casi remotos, pero en ellos ya estuvo Ole Einar. Había despuntado en el Mundial junior que se celebró un año antes, lo que hizo que le quitara el puesto al más que válido biatleta Eirik Kvalfoss en los Juegos a disputar en su propio país. No realizó nada destacable por entonces. Pocos se esperaban aún en qué se convertiría Bjørndalen.  En la siguiente cita –Nagano 98- ya caerían sus primeras medallas olímpicas, incluyendo su primer oro. Fueron las primeras de ¡¡13!! medallas en la máxima cita deportiva, ocho de ellas del máximo metal. Sus números en Copa del Mundo y Mundiales son sencillamente abrumadores. Son tantos que se haría interminable la lista. Solo mencionares un dato significativo: A los 24 años ganó todos los eventos de biatlón de esa temporada.

Foto del COI

Huelga decir que el biatleta noruego domina todas y cada una de las especialidades de su deporte, habiendo ganado en todas (esprín, individual,  salida en masa, persecución y relevos tanto masculinos como mixtos). Si se crearan más pruebas dentro del biatlón, Bjørndalen contaría con (aún más) victorias en ellas.

Merece la pena, no obstante, detenernos algo en su brutal –no podemos poner otro adjetivo a su carrera- trayectoria olímpica. Y para ellos tenemos que dedicar un apartado especial a “sus” Juegos de Salt Lake City 2002, donde se convirtió en el indiscutible rey. El noruego, que por entonces contaba con 28 años, llegó en el momento cúspide de su carrera y ocurrió lo que tenía que ocurrir: arrasó, ganando oro en todas las pruebas disputadas. Y eso que aún no se disputaba por aquel entonces ni la salida en masa ni el relevo mixto. De hecho Bjørndalen, aun contando con un palmarés olímpico envidiable, ha sido un perjudicado por la escasez de pruebas en su deporte dentro del calendario olímpico (la persecución, por ejemplo, solo se introdujo en la edición de 2002). De haber contado con las pruebas que actualmente se disputan las medallas olímpicas de este mito serían, incluso, aún más numerosas.

En la Olimpiada celebrada en Turín en 2006 se tuvo que “conformar” con tres medallas, pero ninguna de oro. El año preolímpico a los Juegos de Vancouver barruntó su retirada. Menos mal que no lo hizo, pues muchas alegrías estaban por esperarle, como –de momento- cuatro medallas olímpicas más: un oro y una plata en Vancouver y dos oros en Sochi. En la ciudad rusa pocos pensaban que podría tener prestaciones tan buenas, visto su edad (40 años) y, sobre todo, la fuerza de una nueva y potente figura emergente del biatlón: el francés Fourcade. Pero en la ciudad rusa Ole Einar superó a su compatriota –y casi homónimo-, el fondista Bjorn Daehlie, consiguiendo su 13ª medalla olímpica. Nadie, de ningún deporte invernal, ha conseguido más que él en unos Juegos Olímpicos. Fue elegido masivamente entre todos los deportistas presentes en los Juegos de Sochi como representante de los atletas en el COI, cargo al que ha tenido que renunciar para dedicarse en cuerpo y alma a su séptimo sueño olímpico bajo el nombre de Pyeongchang 2018.

Ole Einar Bjørndalen –que tiene ya una estatua dedicada en Noruega- puede que deje un legado en el mundo del biatlón que se cumpliría en un par de décadas, pues su hija Xenia tiene todas las papeletas de convertirse en una gran campeona, si hereda los genes de su padre y de su madre, la otra grandísima biatleta (y reina de los Juegos de Sochi), la bielorrusa Darya Domracheva, con la que el noruego se ha casado.

Foto de Martin Rose/Bongarts/Getty Images
Foto de Martin Rose/Bongarts/Getty Images

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