JOAN LINO: “UNA HORA ANTES DE LA FINAL DE ATENAS ME DIO UN BAJÓN POR LOS NERVIOS Y EL ESTRÉS”
Durante años ni en sus mejores sueños Joan Lino pudo esperar subirse al cajón de los Juegos de Atenas de 2004. Sus capacidades en el salto de longitud podrían augurarlo, pero no impedimentos extradeportivos. Como muchos sabrán, Lino nació y se crió (en el sentido deportivo también) en Cuba. Allí llegó a entrenar en concentraciones junto a sus ídolos Iván Pedroso y Javier Sotomayor, sobre los que el ex atleta nos contó: “Fueron mis ídolos y por suerte amigos. Tuve la fortuna de poder estar concentrados con ellos hace muchos años en Cuba y mantengo con los dos una buena relación. Son personas a admirar desde el punto de vista deportivo pero también humano. Son personas muy asequibles, que habiendo todo lo que han ganado te los puedes encontrar por la calle y son humildes y te tratan como cualquier ser humano”.
Una de esas concentraciones le trajo a España, en concreto a Guadalajara. Allí se enamoraría de una española y finalmente decidió quedarse en el país de su novia. Lino, que ya había representado a Cuba internacionalmente y había conseguido éxitos en competiciones, tuvo que esperar cuatro largos años para poder seguir participando en campeonatos. Cuatro años alejado de las pistas, de los triunfos; sin nación, siendo apátrida, esperando recibir la nacionalidad española y el permiso de Cuba para poder participar oficialmente; cuatro años privado de realizar su trabajo, justo en sus mejores años deportivos. El saltador vivió así esos interminables meses: “El proceso [de nacionalización] fue complicado. Para mí, que lo estaba viviendo internamente, el estrés que me generó la situación de no saber si iba a poder participar o no es un poco difícil de llevar, pero poco a poco iban saliendo buenas noticias, gotita a gotita, hasta que llegó el día en que me dieron la nacionalidad, que para mí fue una liberación. Para nosotros los deportistas el no poder hacer lo que quieres por una normativa, es un poco complicado”. Lógicamente, a Joan Lino Martínez le llegaron a asaltar dudas y temores: “Sí que temí no ir porque no lo controlas, no depende de ti. Los factores externos eran los que permitían hacer lo que quería. Durante el proceso me sentí indefenso porque es una situación en la cual te limitan al hacer tu trabajo, que es lo que quieres hacer, y no es que estés haciendo algo que sea ilegal. Al estar en ese limbo legal te quedas en un vacío que te quedas…Digamos que es una ´experiencia más´”.
Y cuando parece que está perdida toda esperanza, en medio de su peor momento económico -en el que dependía incluso de la ayuda de su suegro-, llega lo inesperado: a un mes vista de la cita olímpica de Atenas llegan los permisos: el sueño olímpico podrá realizarse. Con los papeles en la mano ahora le toca al propio atleta decir al suya. Ya no puede escudarse en “factores externos”. Es su momento, su responsabilidad. Quizá más presionado que otros por tener la “obligación” de responder a los esfuerzos de España; quizá inquieto por no saber si había perdido el nervio competitivo, por no haberse testado con sus rivales en competiciones previas. Mucha presión que Joan Lino canalizó de la mejor de las maneras:“Digamos que me ha servido de mucho el haber vivido “bajo presión”, al venir de un país donde la situación política y económica es diferente y digamos que estamos acostumbrado a trabajar bajo presión. Hay que saber llevarla y canalizarla y al final, afortunadamente, salió todo bien”, nos confesó el de La Habana. Joan parecía seguro de sí mismo: “Yo estaba convencido de que había hecho un buen trabajo. Llevaba dos años maravillosos de entrenamiento, de acumulación de trabajo y eso te da la seguridad de que vas a hacer algo importante. Sabía que iba a salir a darlo todo e intentar hacerlo lo mejor posible. ¡Claro que soñaba con una medalla olímpica!, porque al final todos soñamos con eso, pero sabía que era muy difícil. Tenía la “seguridad” de haberme preparado bien y haber hecho un buen trabajo, aunque luego podría salir bien o mal”. Pero…poco antes de la final olímpica se derrumbó: “Una hora antes de la competición yo estaba tirado en el suelo porque no podía respirar, me dio un bajón de los nervios y estrés. Me tuve que sentar porque no podía. Estaba cansado, cansado, cansado. Tenía todavía una hora de entrenamiento antes de entrar en la pista. Me senté, respiré, caminé, tomé agua y me fui a recuperar un poco. El estrés de los Juegos Olímpicos es muy grande”.
Seguridad-inseguridad ante una final olímpica. Dicha dicotomía se vio también reflejado en dos guiños con su entrenador: por una parte ambos “no queríamos hablar nunca del podium ni de la posibilidad de medallas. Íbamos a disfrutar de la experiencia y lo que viniera, bienvenido sería. Luchando siempre por lo máximo” y por otra el entrenador de Lino había preparado, en secreto, el chándal de la ceremonia de premiación “por si acaso”. Finalmente el hispano-cubano sí que se subiría al podio, consiguiendo un valioso bronce que suponía su mejor marca personal (y que estuvo solo un centímetro por encima del cuarto clasificado, el jamaicano James Beckford). Y, en el podio, todo ese estrés se desató: “Sentí de todo y sentí que no me vieran llorando delante de no sé cuántos millones de personas. Muchos me dicen que eso es lo de menos pero no, tienes que intentar al menos mantener un poco la “decencia” porque esa imagen se queda para el resto de tu vida. Estaba nervioso de estar intentando mantener el tipo. Eran muchos años de entrenamiento, mucha lucha. El proceso de nacionalidad se me alargó mucho, digamos que hubo muchas cosas que hicieron que esa medalla me supiera mucho mejor de lo que en principio sabría”.
Al saltador aún le quedó por saborear la gloria de un oro, el del Europeo de pista cubierta en “casa”, en Madrid, pero desde que se retiró ha sido una continua lucha por encontrar su sitio, que a veces cuesta tanto en el caso de deportistas, por muy de élite que sean: “He estado dando clase de entrenamiento particular. Siento que me retiré en una época difícil, en plena crisis, que se nota mucho. A partir de ahí he estado haciendo cosas por mi cuenta, saltando de un lado a otro, con un poco de inestabilidad, pero poco a poco voy saliendo. Estoy en un proyecto laboral de ayuda a los ex deportistas, un proyecto que me apasiona y espero que siga adelante”. También se ha inmerso en el mundo de los atletas paralímpicos, entrenando a Eva Ngui, aunque los resultados no fueron todo lo fructíferos que se esperaba y cortaran la relación profesional pronto. No obstante, según el medallista olímpico, fueron unos años de gran aprendizaje para él mismo, un aspecto del deporte –el paralímpico- que mira más al interior del deportista, según ha confesado.
A Joan Lino le privaron de una carrera mayor, de poder haber conseguido más triunfos. Afortunadamente no tuvo la desgracia de, sin ir más lejos, Niurka Montalvo. Al menos Joan pudo vivir una Olimpiada, un podio, una medalla y, como remate, la experiencia olímpica plena, esa que se llena de anécdotas en la villa olímpica, como un aspecto, desconocido para los “terrestres” que no tenemos la fortuna de vivir la experiencia como deportistas olímpicos: el “mercadillo olímpico”: “Se monta el último día un mercadillo en la villa olímpica de intercambio de pins, mochilas, ropa… de manera espontánea. Todo el mundo sabe que a mediodía del último día todo el que esté irá a intercambiar algo. También eso te da la oportunidad de bajar a la tierra a todos esos ídolos que normalmente ves. En la villa olímpica todos los grandes campeones son personas accesibles”. Serán accesibles, pero no todos están a la misma altura, literalmente, como le pasó a nuestro protagonista cuando una vez se puso al lado del baloncestista chino Yao Ming: “estaba sentado en un banco y sentado en ese banco era más grande que yo. Siempre me quedo con la imagen aquella de él”. En definitiva, que Joan Lino vivió de una única experiencia olímpica por causas ajenas a él…pero la exprimió al máximo.