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EL TERRORISMO EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS

Por desgracia, una celebración de la paz entre los pueblos como son los Juegos Olímpicos no se ha librado del terrorismo. Es más, tan gran concentración de la atención mundial supone, en realidad, una plataforma perfecta para dar a conocer las reivindicaciones de los terroristas. Pese a sus enormes medidas de seguridad –que se aumentan edición tras edición- los JJ.OO. suponen una tentación demasiado grande para actuar de megáfono de reivindicaciones varias.

El peor y más grande atentado terrorista fue, sin duda, la llamada Masacre de Múnich, en que fallecieron once miembros del equipo olímpico de Israel y un oficial de la policía alemana. El proceso se inició con el secuestro de miembros de la delegación israelí por un comando terrorista denominado Septiembre Negro (constituido por una facción de la OLP), asistidos en la logística por grupos locales neonazis. Todo el proceso se desarrolló escabrosamente, cual película de cine, y no faltaron helicópteros, tiroteos, duras negociaciones, fallidos rescates y granadas. Pese a ello, el entonces presidente del COI se negó a suspender los Juegos.

Pero no se han librado otras ediciones de los Juegos de las muertes por bomba. De un cariz mucho más personal fue la que, durante Atlanta 96, mató a dos personas e hirió a 110 más. Se conoce el nombre del autor, Eric Rudolph, quien dejó una bomba en el Parque Olímpico del Centenario. Rudolph más que un terrorista era un desequilibrado radical que estaba en contra del aborto y los homosexuales, así que aprovechó el gran evento que se desarrollaba en su país ya que “millones de personas fueron a celebrar los ideales del socialismo –según sus palabras- y la finalidad del ataque era enfurecer y avergonzar al Gobierno de Washington a los ojos del mundo por su abominable autorización del aborto”. Lo dicho: un evento de proporciones tales como unos Juegos Olímpicos suponen una plataforma mediática demasiado jugosa.atlanta atentado

Los últimos Juegos, los invernales de Sochi, no podían librarse de la amenaza terrorista disputándose en un país con tantos virtuales enemigos. Y es que pocas horas antes de su inauguración tuvieron lugar dos atentados luctuosos en la ciudad rusa de Volgogrado, donde murieron más de treinta personas. Incluso durante su ceremonia de inauguración un avión que volaba desde Turquía pretendía atacar la ciudad de Sochi. Finalmente no ocurrió nada durante la celebración de estos Juegos, quizá por el tremendo aumento de las medidas de seguridad tras dichos atentados.

Brasil, que no cuenta con tradición terrorista ni ha sufrido atentados en su historia, se ha convertido no obstante en otra diana del terrorismo. No por celebrarse allí, sino por ser una plataforma mundial. En este caso ha recibido –vía Twitter- una amenaza que las autoridades han considerado seria: los servicios de inteligencia brasileña determinaron que el tuit amenazador de un ciudadano francés, afirmando que se realizará un ataque –se habla del mismísimo ISIS como autor del mismo- durante Río 2016, es real. Tras los atentados de noviembre de 2015 en París la amenaza consistía en una simple pero demoledora frase: “Brasil, ustedes pueden ser nuestro próximo blanco”. Ante ello las autoridades elevaron el nivel de alerta y aumentaron el número de fuerzas de seguridad a disposición de los Juegos, algo que, dada la tensa situación mundial actual, se lleva realizando en cada edición. En Barcelona 92 la posible amenaza terrorista la constituía ETA. Para ello se aumentaron considerablemente el número de policías, militares y agentes de seguridad, llegando a la astronómica cifra de 40.000 efectivos. En Londres 2012 las amenazas podían venir desde diferentes frentes, aunque al final no ocurriera nada, afortunadamente. En Pekín más que atentados terroristas se esperaban actos en contra de la celebración de los Juegos en la capital china y así sucedió durante el recorrido de la llama olímpica, con quejas fundamentalmente de los protibetanos. Tantos fueron los actos, que el COI decidió que a partir de entonces el recorrido de la llama olímpica se limitaría a Grecia y al país anfitrión.

Atentados aparte, está claro que la política afecta a los Juegos, aunque en su espíritu esté la igualdad de países y otros altos deseos –que no llegan a cumplirse del todo- . Incluso en su carta de principios está la “tregua olímpica”, que debería suponer un al menos alto el fuego temporal en los conflictos armados, algo que en la práctica en los últimos años ya no se respeta. Los boicots (todos ellos por razones políticas) entrarían en este apartado de injerencia política. En ocasiones se ciñen a una simple negativa, como ocurrió en la sesión de apertura de Londres 2012, en la que los países árabes se negaron a cumplir la solicitud de la delegación israelí de realizar un minuto de silencio por los 40 años de la tragedia de Múnich. Hasta en un simple minuto de silencio las políticas imperan.

Politizado al máximo estuvo la edición de Berlín 36 y otra que en principio no debería por qué estarlo, la de México 68, acabó siendo “utilizada” por el movimiento del black power.

Volviendo al terrorismo, éste supone un elemento de mucho peso en la elección o el descarte de una ciudad candidata para que se la elija finalmente como organizadora de unos Juegos Olímpicos. Eso ocurrió sin ir más lejos con Madrid, en la que se hizo hincapié por ser posible objetivo claro de atentados. Irónicamente, tras su descarte y elección de Londres, la capital británica sufrió un atentado terrorista con numerosos muertos. Igualmente, los recientes atentados islámicos en París pueden ver peligrar sus posibilidades para organizar los Juegos de 2024. En cualquier caso, es ya inevitable que una partida considerable del presupuesto de la celebración de este magno evento deportivo se vaya por desgracia a la seguridad, teniendo además en cuenta la gran concentración de público en los diferentes campos de competición, por no hablar de la transmisión televisiva en directo para todo el globo. Un dulce demasiado apetitoso para aquellos que quieren llamar la atención sobre sus causas.masacre de munich

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