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TAKEICHI NISHI: HÉROE JAPONÉS POR DOBLE PARTIDA

El hijo –ilegítimo, según algunas fuentes- del danshaku (título aristocrático que podríamos traducir como barón) Tokujiro Nishi vivió en la opulencia en su infancia y juventud. Por ello se educó en estrictos colegios de corte militar que seguían el modelo prusiano (estamos hablando de principios del siglo XX). Takeichi Nishi, el olímpico que nos compete hoy, entró de esta manera en la carrera militar, por la que iría escalando puestos.

Pero no nos precipitemos. Antes de ello nos encontramos a un Takeichi huérfano demasiado pronto, que hereda el título de su padre. Entonces se dedica a ser un fijo de la vida mundana de la alta sociedad japonesa. Todos querían contar en sus fiestas con este joven alegre y extrovertido. La vida militar le había puesto en contacto con los caballos, al haber entrado en una unidad de caballería. Nishi, quien no tenía problema económico alguno para viajar por todo el mundo, encontró en uno de sus viajes, en este caso a Italia, un caballo con el que estaría unido el resto de su vida y en su muerte. Se trataba de Uranus. Sería éste el que le diera la gloria olímpica. Nishi quiso que el Ejército japonés lo adquiriera, pero al no hacerlo lo pagó de su propio bolsillo.

Takeichi ya competía en pruebas hípicas y se le daba muy bien. Decidió participar en los Juegos Olímpicos que se disputarían en Los Ángeles en 1932. Como era ya un habitual de la vida hollywoodiense – entre sus amigos con los que coincidía en múltiples fiestas se encontraban las estrellas Mary Pickford, Douglas Fairbanks o el mismo Charles Chaplin- fue apoyado y aclamado desde una grada compuesta por 87.000 mil espectadores, casi como si de un jinete local se tratara, pese a que su victoria suponía la derrota del local Harry Chamberlain. Takeichi logró el oro, el único en este deporte que haya ganado su país, Japón.

Su periplo por los siguientes Juegos, los de Berlín 36, fue bien diferente y misterioso: Uranus se cayó y se especula que la caída fuera intencionada para no molestar a los aliados alemanes en su propia casa.

Al poco llegó la II Guerra Mundial. El militar Nishi es requerido a filas, asignándosele  el 26 Regimiento de Tanques de Mundanjiang. En 1943 fue ascendido a teniente coronel y un año más tarde fue enviado a su destino final: la isla de Iwo Jima, de la que jamás saldría. Ni él ni el 99% de los soldados japoneses. Se trataba de una inhóspita y yerma isla, compuesta por material volcánico. No se podía plantar nada en ella, era un islote inútil de dimensiones ínfimas. Sin embargo, su situación estratégica a medio camino entre Japón y las bases aéreas de las Marianas habían elevado su valor. Los estadounidenses la querían conquistar como base de apoyo para sus bombarderos.

Se cuenta que el oficial norteamericano Sy Bartlett, conocedor de que un alto mando japonés había sido campeón olímpico, le ofreció a Nishi una rendición honrosa, pero rendición honrosa eran términos inaceptables para el ejército nipón de la época, que prefería en muchos casos el suicidio “digno” antes que su entrega al ejército enemigo. Los diarios llamamientos mediante altavoces para que se rindiera y conservara la vida fueron vanos. Los americanos querían evitar la muerte de un héroe olímpico, pero Nishi no cedió.

En Iwo Jima Takeichi Nishi, poseedor de un carácter permisivo y ligero que trasladó al ejército desde su alta posición de mando, se enfrentó al otro alto cargo japonés: Tadamichi Kuribayashi, con firmes ideas de disciplina opuestas a las de Nishi. Sea como fuera los japoneses poco o nada tenían que hacer ante el potente ataque enemigo. Nishi pereció, aunque hay varias teorías sobre su muerte: bien fue alcanzado por una ametralladora enemiga, bien se suicidó al –habitual- grito de “¡Banzai!”, bien fue uno de los últimos caídos en un desesperado asalto final. En cualquier caso no sobrevivió, pues se encontró su cuerpo.

El héroe de Los Ángeles 32 sería ascendido de manera póstuma al rango de coronel. Y aquí vuelve a entrar en liza su fiel Uranus. Aun cuando Nishi era enviado a combatir lejos, siempre intentaba viajar a Tokio para visitar a su caballo, asegurándose en todo momento de que estaba bien cuidado. Pues bien, Uranus falleció una semana después de haberlo hecho su dueño. Así se unieron en la gloria olímpica y en la muerte.

takeichi nishi

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