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BECKY HAMMON Y SU AFÁN POR SER OLÍMPICA

Becky Hammon ha saltado a las páginas de la actualidad estos días por convertirse en la primera mujer que entrenará a un equipo de la mejor liga mundial de baloncesto: esta última temporada asistente del entrenador principal de los San Antonio Spurs de la NBA, dirigirá en primera persona al equipo durante las Ligas de Verano, en la que se prueban a las nuevas incorporaciones y se barajan otras que podrían entrar a formar parte del equipo. Y lo ha conseguido habiéndose retirado de las canchas sólo el verano pasado.

Pero estamos aquí para hablar del pasado olímpico de esta norteamericana nacida en Dakota del Sur, pues consiguió su sueño olímpico en medio de una gran controversia al hacerlo –y encima ser laureada con una medalla olímpica, el bronce en Pekín 2008- defendiendo los colores de su archienemigo: Rusia. ¿Qué pasó? Pues lo que suele ocurrir: deportistas de élite que sienten que por su nivel podrían ser olímpicos pero diversas razones –demasiada competencia interna para pocas plazas o, en el caso de Becky, simplemente no ser seleccionada- no pueden acudir a la máxima cita deportiva del mundo, pero su determinación para convertirse en olímpicos les lleva a cambiarse de chaqueta y hacerlo por otros colores.

Se habló de que las razones de Hammon podrían ser de orden más crematístico, pues su traslado repentino a Rusia le conllevó pingües beneficios. Si bien Becky era una exitosa jugadora de los New York Liberty y, posteriormente, los San Antonio Stars, su fichaje por el CSKA de Moscú (paso intermedio para nacionalizarse rusa) le triplicó su ficha. Pero la exbaloncestista siempre ha querido dejar claro que su nacionalización nunca fue por dinero (también le reportó mucho dinero la medalla lograda para Rusia y más hubiera sido, hasta 250.000 $ de haber ganado el oro), sino por su afán de ser olímpica.

En su papel de entrenadora

En su momento Becky fue criticadísima, sobre todo por parte de la seleccionadora de Estados Unidos Anne Donovan, que puso en duda el patriotismo –americano- de la jugadora. La contestación de Hammon fue tal alegato en pro de su americanismo en grado tal, que los rusos bien podrían haberse molestado por su total entrega a su país de origen, sin palabra alguna a favor de aquel que le brindó la oportunidad de cumplir su sueño olímpico. A nivel personal la doble ciudadanía le ha “proporcionado una mayor apreciación de la raza humana en general”, según sus propias palabras.

¿Estamos ante otro caso de nacionalización por interés? ¿Hasta qué punto se debe otorgar la nacionalidad –lograda en el caso que nos compete ahora en un tiempo récord de meses, sin haber vivido aún en el país- a alguien para que participe en la selección del país de acogida? ¿Ha sido especialmente criticada Becky Hammon por haberse marchado a las filas justamente del mayor rival? ¿Es justo que un deportista de élite, con capacidad para ser olímpico, se quede sin serlo por el país en el que nació? Cuestiones que debería delimitar el COI a nivel de reglamentación, quizá con ciertos límites (nadie pone en duda la nacionalización de alguien que lleva años viviendo en su nuevo país, por ejemplo).

Sea como fuere Hammon, que desde que no fue seleccionada en su primer draft  ha sufrido muchos rechazos profesionales, ha conseguido muchos logros: ser medallista olímpica –en definitiva, su mayor ilusión en el mundo del deporte- y entrenar a un equipo de la NBA, siendo la primera mujer que lo logra. Eso sin contar con su riada de títulos, nombramientos, premios personales y hasta un récord Guinness por ser la mayor lanzadora de tiros libres en un minuto.

BeckyHammon-Russia

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