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ANATOLI TARASOV: LA REVOLUCIÓN SOVIÉTICA DEL HOCKEY HIELO

Un futbolista soviético estaba destinado a cambiar de arriba abajo el hockey hielo mundial. Lo hizo con el de su país pero el alcance sería planetario. Anatoli Tarasov, una vez abandonado el “deporte rey”, revolucionó un juego que no tenía mucha base en la URSS. De hecho, prácticamente era inexistente. Se jugaba más bien un deporte –el bandy– que se le aproximaba, sin llegar a ser lo que se convirtió.

Tarasov dejó tal huella tanto en sus resultados (tres oros olímpicos, nueve campeonatos mundiales, 17 nacionales con su equipo el CSKA de Moscú y un largo etcétera) como en sus métodos de trabajo que fue imitado por otras clásicas potencias. Admirado hasta el punto de ser el primer ruso en ser incluido en el Salón de la Fama del Hockey. Su concepción del juego resultó ser revolucionaria: se basaba en varios puntos: ser feliz en el campo y que dicho disfrute se reflejara en el dinámico estilo de juego; subrayar el aspecto físico y creatividad. Adiós al juego individual. Nadie está solo en el equipo: todos juegan para el resto. Resumiendo al máximo sus tácticas –Tarasov llegó a escribir hasta doce libros sobre las mismas- su equipo ideal tenía que representar sobre el hielo una suerte de ajedrez combinado con ballet. De ahí que acudiera al mismísimo y prestigioso ballet Bolshoi para sus entrenamientos y al gran maestro Anatoli Karpov para empaparse de la creatividad y el método de ambos.

Creatividad parece ser la palabra clave en su estrategia. Aun considerando el hockey hielo una ciencia, ésta actuaba en combinación con el arte. Tarasov combinaba en sus entrenamientos rutinas incluso de malabares, danzas folclóricas y varios deportes, tales como el levantamiento de peso (los jugadores llegaban a cargar a sus compañeros subiéndoles en escaleras durante los duros entrenamientos), gimnasia, atletismo, natación… Ello supuso una ruptura con la concepción de entonces del hockey, basada en dejar actuar el talento individual. Este deporte de equipo –el único de entre los deportes invernales- nunca llegó a ser el mismo tras él. Hay un antes y un después de Tarasov.

Otro de los puntos claves en su táctica era la de crear ocasiones, las máximas posibles. Lanzar y lanzar. Por estadística, entrarían más tantos en la portería contraria que sus rivales. Tener más posesión que el oponente. ¿Nos recuerda a algo esta mentalidad? Esto no se contradecía con otro concepto básico para el moscovita: dinamismo de juego, característica que siempre tuvo la poderosa máquina soviética que tantos triunfos supuso a su país.

Anatoli Tarasov era conocido también por el máximo grado de disciplina exigido, lo que incluía respeto y obediencia ciega a su persona por parte de sus jugadores. No era temido u odiado por ellos, sino que se beneficiaba de una confianza bien ganada, según declaró por ejemplo una de sus múltiples estrellas a su cargo, el portero Vladislav Tretiak.

Lo que está fuera de toda duda es que sólo gracias a él el hockey soviético pasó de la nada al todo, siendo imbatido durante nueve años y únicamente con la mancha en su expediente de la famosa derrota frente a Estados Unidos en Lake Placid en el que se pasó a denominar como “el milagro sobre el hielo”. Al fin y al cabo, como dijo Tarasov sobre la derrota: “Hay que dejarles ganar una vez cada veinte años para que no se estropeen más las relaciones entre los dos países”. Genio y figura.

En sus partidos en el extranjero que jugaba el equipo soviético entrenado por él era admirada su fineza, indudable elegancia y arte sobre el hielo; un placer para la vista. El que fue sin lugar a dudas el “padre del hockey soviético” fue envidiado por otras potencias. Sin embargo, cayó en desgracia y abandonó el equipo tras los Juegos de Sapporo 72. Su legado, claro en el equipo soviético y en sus figuras tales como Jarlámov, Mijáilov o Petrov, también se reflejó en su hija Tatiana, que se convertiría en entrenadora de grandísimas figuras del patinaje artístico. Pero eso es otra historia…

TASS / Valentin Sobolev
TASS / Valentin Sobolev

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