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VICTORIA VINCENT: LA DESTINADA A ESTRELLA QUE NO PUDO SERLO

No todas las grandes promesas del deporte llegan a unos Juegos Olímpicos. Lo triste es los que no lo hacen por culpa de un asunto médico grave, como el caso de Victoria Vincent, la que estaba llamada a ser la “sucesora en femenino” de Tom Daley desde los 10 metros de la plataforma. Por dos veces su carrera se vio frustrada. La primera, nada que ver con el deporte, pues Victoria de niña iba para actriz, su gran pasión. Había llegado a actuar en el prestigioso Royal Albert Hall, en la BBC y tenía ofertas del West End londinense, pero entonces Andy Banks -el descubridor de Tom Daley- la vio saltar y la convenció para que se trasladara al centro de entrenamiento que tenía base en Plymouth, donde tendría como compañeros, además del citado Daley, a otros destacados saltadores británicos, como Tonia Couch o Sarah Barrow. Allá que se mudó con su madre, dejando a su padre en Londres.

Victoria por aquel entonces era aún demasiado joven pero tan solo nueve meses después de su primer entrenamiento desde la plataforma de 10 metros ganó su primer título británico senior. Tenía once años. Su entrada en el equipo nacional de cara a los Juegos de la Commonwealth a disputarse en Glasgow en 2014 sufrió obstáculos debido a su corta edad. Finalmente participó con 13 años, siendo la miembro más joven de su selección.

Pero la progresión, siempre a la alza, de Victoria se paró por culpa de un mal salto realizado desde la plataforma de 10 metros. Perdió el control de las manos y entró en el agua con los ojos abiertos, lo que le produjo un desprendimiento de retina. Carecía de visión periférica y en sus ojos aparecían relámpagos y puntitos flotantes. Sólo después de la competición de los Juegos de la Commonwealth Victoria acudió a los médicos, con casi toda probabilidad demasiado tarde. Los doctores le dejaron algo claro: si seguía saltando -y más desde la altura de diez metros- tendría el grave riesgo de no poder recuperar la visión. En efecto, durante 2015 no compitió ni saltó pero sí lo hizo en 2016, aunque haber perdido todo un año de entrenamientos la hizo no conseguir la plaza olímpica para Río 2016. Ahora se centraría en Tokio 2020.

Pero la situación empeoraría al descubrirse que tenía cataratas y que tendría que operarse. La presión que sufrían sus ojos al saltar desde diez metros hasta los que se hundía en la piscina era demasiado dañina para ellos. Así que Vincent se pasó a los trampolines de 1 y de 3 metros, algo que no le gustaba en absoluto. Todo ello, unido a la marcha de su entrenador a Australia para trabajar como seleccionador nacional de ese país, contribuyó a que se resintiera moralmente, cayendo en depresión. Apenas una niña aún, había visto cómo había tenido que renunciar en dos ocasiones a sus sueños y perspectivas de vida. Fue definitivamente un periodo negro para esta joven deportista. Pasó de esperarse mucho de ella, de poder convertirse en la nueva estrella británica de los saltos, a la nada, pues demasiadas operaciones, el trasladarse de su zona de confort (la plataforma de 10 metros) a otras distancias que no dominaba impidieron que pudiera tan siquiera tener la oportunidad de ser olímpica, mucho menos de convertirse en la gran campeona que se esperaba de ella. Actualmente estudia Medicina y ve el lado positivo de su trayectoria vital: “Si no hubiera tenido el problema en mi vista no me pondría a estudiar Medicina y, por tanto, convertirme en médico”.

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