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ELLIOT WILLIS: DEMOSTRÓ QUE HAY ALGO MÁS IMPORTANTE QUE SER OLÍMPICO

La historia de la que trata este artículo demuestra que hay cosas que están muy por encima de unos Juegos Olímpicos. Igual este no sería el lugar para contarlo, ya que destacamos la importancia de ese evento deportivo, pero el regatista británico Elliot Willis nos va a quitar la razón y nos va a demostrar, con su historia personal, que hay que dar una importancia relativa al evento olímpico, por muy grande que sea éste y el sueño de participar en él.

Porque Willis iba a convertirse en olímpico, pero nunca llegó a serlo. Había sido seleccionado para competir en la edición disputada en Río en 2016 en la modalidad de vela de 470, pero pocos meses antes recibió una noticia que marcaría su vida y, desde luego, le impediría participar en su sueño olímpico: se le diagnosticó un cáncer. Fue a finales de 2015. Él había sentido los primeros síntomas, muy ligeros, en forma apenas de cansancio. Le ocurrió durante su luna de miel, que él por entonces achacó a una simple colitis. Ni remotamente pensó que podría ser un cáncer. Willis acudió a los médicos del equipo británico de vela, que le mandaron hacerse una colonoscopia, prueba ésta que confirmó que tenía cáncer de colon.

Foto de Matthew Childs/Action Images

El shock fue enorme. Lamentablemente, tuvo que abandonar el proyecto olímpico, a pocos meses de ser realizado (y donde tenía serias aspiraciones de medalla ya que hacía pareja con Luke Patience, el subcampeón olímpico en Londres 2012, y juntos ocupaban el número 2 del ránking mundial por entonces), y empezó el tratamiento, consistente en dos rondas de quimioterapia, radioterapia intensiva y once sesiones de inmunoterapia (que redujeron el tamaño del tumor de 11.5 centímetros a 3). Hasta pasado un año no notó auténtica mejoría. El empeoramiento de su condición física fue notorio y rápido, además de muy doloroso. Su día a día se limitaba a dar un pequeño paseo, realizar varias siestas y sentarse ante el televisor. Su apatía llegó a ser tal que no tenía fuerzas ni ganas para ver las pruebas olímpicas de Río por la televisión, esas mismas en las que él debería estar participando. Alejó el teléfono porque no quería hablar con nadie.

Mientras estuvo en las peores fases de su enfermedad lo que menos le apetecía era competir en el deporte al que había dedicado tantos años de su vida -y le había proporcionado varias medallas de oro en campeonatos del mundo, entre otras-, pero según fue mejorando le volvieron las ganas competitivas. También mejoró su forma física y se compró un barco, aunque descartó cumplir su sueño olímpico en la siguiente cita de Tokio. Su amor por el deporte de la vela sufrió una transformación, trasladándose al campo no de regatista, sino de entrenador. En esta nueva faceta adquirió gran nivel, ya que entrenó a la pareja femenina británica del 470 compuesta por Hannah Mills y Eilidh McIntyre que se hizo con el oro, una forma de reivindicar lo que no pudo ser en Río 2016 para Willis.

Ahora a Elliot Willis no le queda otra que realizar chequeos regulares y tener paciencia. “Mis experiencias pasadas han cambiado mi visión del futuro y de mi vida”, algo que ocurre con frecuencia en las personas que han superado esa maldita enfermedad. Un cambio ha sido a mejor, no obstante: “Ahora aprecio mejor la vida y disfruto más de ella”. Mejor disfrutar de la vida y poder vivirla que ser olímpico, votamos por ello.

Junto a su compañero Luke Patiente. Foto de Paul Wyeth

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