Entrevistas,  Paralímpicos

ADI IGLESIAS, LA ATLETA ALBINA QUE HUYÓ DE LAS SUPERSTICIONES EN MALI: “EL DEPORTE ME SUBIÓ LA AUTOESTIMA”

Las historias de los deportistas paralímpicos nos suelen conmover pero escuchar de su propia voz la de la atleta Adiaratou (Adi) Iglesias casi no es apta para sensibilidades extremas. Porque Adi Iglesias es albina y africana, dos combinaciones peligrosas para su propia vida. Atentos a su relato: “Por circunstancias de la vida allí en Mali las personas que somos “diferentes”, como en mi caso las personas albinas, somos perseguidas porque dicen que somos personas de mala suerte y hay ciertas personas que se dedican a cazarnos y asesinarnos porque dicen que en vida no damos suerte pero que muertos sí y algunos se dedican a enterrar el pelo de los albinos porque dicen que con el paso del tiempo se vuelve oro”.

Foto de Thomas Lovelock/OIS

A Adi de niña apenas la dejaban salir de casa y cuando lo hacía era siempre bajo la estricta vigilancia de alguien, nunca podía estar sola. Sabía que algo pasaba con ella, el por qué tenía que llevar una vida así, cercenada, pero no conocía los detalles: “Nunca viví con miedo porque aunque mis padres me contaron la verdad tampoco me daban los detalles. Me decían que no saliera de casa. Ahora yo sé muchas cosas porque me informo mucho más ahora. Antes era más pequeña, no sabía leer. Era mucho más fácil vivir en esa ignorancia, que fue necesaria porque si me hubiera enterado de lo terrible que era la situación, igual hubiera sido más traumático. Solamente me dijeron que los albinos eran perseguidos, pero no me dijeron cómo. Siempre había alguien a mi lado vigilando conmigo y eso fue mucho más llevadero”.

Eso no era vida para una niña (en realidad, para nadie), por lo que los padres de Adi tomaron la determinación de que saliera del país y se fuera a vivir a España, donde ya vivía un hermano suyo. Pero no se solucionaron del todo sus problemas: “Mis padres biológicos me tuvieron que enviar aquí [España] con unos familiares, pero la cosa tampoco salió bien con mi hermano que vivía en España, así que ingresé en un centro de menores y allí estuve tres años casi. Allí contactaron con una persona que me iba a acoger y ahí fue cuando me fui a Lugo con mi madre adoptiva. A ella le dije que me gustaba mucho el mundo del deporte y fue entonces cuando empecé, con 15 años, a hacer deporte”.

Se sintió atraída por el atletismo de manera casual, pues siendo niña no sabía ni que existía. Fue un día viendo en televisión a unas chicas correr cuando se dio cuenta de que quería dedicarse a eso porque, al fin y al cabo, a ella le gustaba correr e iba a todas partes corriendo. Pero hasta que no llegó a España no entró de pleno en el mundo del deporte: [En África] nació la idea, pero yo ya hacía todo corriendo y poco a poco se fue definiendo lo que quería, pero hasta que no llegué a España no conocí el mundo del atletismo, los campeonatos, las marcas que tienes que hacer…”

Y el deporte la ayudó también en su parte mental: “Siempre le dejé muy claro a mi madre adoptiva que quería hacer atletismo. Esto fue una manera también de hacer que practicara lo que me gustara, porque es difícil a veces que un adolescente tenga las ideas claras. Si tú lo tienes claro ¿por qué impedirlo? Y no es un deporte muy caro. He tenido siempre la suerte del apoyo de mi madre. Siempre he sido una chica buena estudiante y he sido una persona muy disciplinada y eso también ayudó para que mi madre me siguiera apoyando porque realmente veía que eso era positivo para mí porque estudiaba bien, me encontraba bien, estaba feliz…Yo tenía la autoestima baja pero el hecho de hacer atletismo me subió la autoestima, ya me empezaba a querer”.

Llegar a España no fue el único gran cambio en su vida. Se la revolucionó su entrada en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid y vivir en la residencia Blume: “El cambio al llegar al CAR de Madrid fue grande porque yo venía de una ciudad pequeña. Me encontré que la universidad estaba a una hora, todo estaba lejos. Al principio fue chocante porque no tenía a nadie aquí que me enseñara cómo era esto. Yo tengo discapacidad visual, necesito memorizarme las zonas, saber dónde estoy. Me ayudó mi psicóloga, que me enseñó toda la instalación para que me quedara más tranquila. Desi [Vila] también. Al final todo fue más llevadero y me fui adaptando, porque los cambios a veces cuestan mucho. Soy una persona que los cambios me cuestan y poco a poco me fui adaptando”.

Foto del Instagram de Adi Iglesias

Y en medio de todo su proceso de adaptación llegaron los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 (porque Adi debido a su albinismo tiene un 10% de visión, un 20% con gafas) de donde se fue con dos medallas colgadas al cuello: el oro en los 100 metros y la plata en los 400. Y eso que ni ella misma se esperaba tan excelente resultado: “Al principio no era uno de mis objetivos ganar en unos Juegos, porque no sabía ni qué eran unos Juegos. Poco a poco iba haciendo las marcas y cuando conseguí la marca para ir a Tokio 2020 la verdad es que fue increíble. Fue un año raro porque los Juegos fueron en plena pandemia, no hubo público, con lo cual fue extraño, pero como nosotras no teníamos experiencia de anteriores Juegos fue igualmente increíble. Las medallas a día de hoy cuando veo los vídeos me emociono porque al principio no eres consciente de lo que haces. Nosotros ya como que normalizamos ir a unos Juegos y eso es necesario porque así no se te sube a la cabeza, tienes los pies sobre la tierra. Cuando conseguí las medallas fue increíble y la de los 400m aún más porque es una prueba en la que no tengo tanta confianza. La plata me supo también a oro, la verdad”.

En París 2024 espera incluso mejorar su prestación y eso que se lo toma todo con paciencia y paso a paso: “Estamos entrenando bastante bien; creo que podemos conseguir los mismos resultados que hemos conseguido en Tokio mucho mejor. Pero de momento paso a paso, primero tengo el Mundial este año y según cómo salga vamos viendo poco a poco. Tengo que verme allí en París, pasar las rondas y cuando esté en la final que salga lo que tenga que salir”.

Adi Iglesias se ha convertido a gran velocidad, casi tanta como la que emplea en sus carreras, en una persona a la que reconocen por la calle y que es ya un referente para los niños y niñas y las personas con albinismo. Aspira a centrarse en un futuro en la educación de niños, tarea que ya ejercía cuando vivía en Galicia: “Quiero seguir siendo referente para los niños y aportar mi granito de arena para la infancia”.

Foto de Thomas Lovelock/OIS

 

Un comentario

Responder a Virginia Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *