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MARCELL JACOBS: LA INESPERADA ESTRELLA DE TOKIO 2020

Incuestionable estrella sorpresa de los Juegos de Tokio 2020, muy pocos pensaban en él para lograr siquiera algo destacable en los mismos. Estaba tan descartado de las quinielas que algunos malintencionados dejaron caer sus sospechas ante su brillante resultado de dos medallas de oro, y ni más ni menos que una de ellas en la carrera estrella de atletismo: los 100 metros. Pero los éxitos de Marcell Jacobs tienen varias explicaciones que detallaremos.

Para empezar, el italiano nacido en El Paso, Tejas, hijo de madre italiana y abandonado desde bebé por su padre estadounidense (Marcell dejó de renovar su pasaporte de EE.UU. en 2015 y ha afirmado sentirse 100% italiano), no se dedicó a las carreras de velocidad hasta relativamente poco antes de los Juegos disputados en la capital nipona. Marcell era saltador de longitud y como tal soñaba con una medalla olímpica…en esa especialidad. Sólo las lesiones le apartaron de haber sido olímpico en Río 2016 en la disciplina de salto y fueron las lesiones los que, muy a su pesar, le hicieron retirarse de esa modalidad atlética. Marcell se veía ya fuera del deporte, pero entonces a su entrenador se le ocurrió que podría seguir en el atletismo aprovechando sus capacidades para correr, ya que hablamos de un corredor por naturaleza. Así, su preparación se concentró en la carrera de máxima velocidad algo que, por otra parte, ya utilizaba en los saltos.

Foto de AFP

Esa sería únicamente una parte de la explicación del desconocimiento del gran público hacia este velocista. Pero es que Jacobs se preparó para la cita olímpica tokiota de tal manera que, de imperar la lógica, todo debía salir bien. El italiano se rodeó de un equipo de profesionales de diferentes materias, desde nutricionistas hasta especialistas técnicos, incluso se estudió que tenía un desequilibrio a nivel mandibular. Todo respecto a él: su cuerpo, su mente, fue estudiado. Fundamental fue que empezara a frecuentar a un coach mental, lo cual supuso un giro total en su preparación. Porque Marcell llevaba años acarreando un peso: el del abandono de su padre, desentendido de su madre y de él mismo. Una familia engañada, a la que decía que iba al extranjero en misiones como marine, cuando ni siquiera lo era. Es más, a los escasos nueve meses de vida se sospechó que Marcell tenía un tumor cerebral. Su padre no quiso ni visitarle. De vuelta a Italia, Marcell de pequeño tuvo una crisis de identidad e incluso llegó a pensar que era adoptado, siendo su madre blanca y no teniendo otro referente. Al menos se sintió en todo momento querido por su familia materna que, por cierto, le proporcionó la primera relación con el olimpismo, pues uno de sus tíos tuvo un accidente de moto para convertirse más tarde en ciclista en Juegos Paralímpicos. La ayuda de los profesionales que trataron a Marcell Jacobs a nivel mental fue básica para quitarle el peso de encima del vacío dejado por la ausencia paterna.

Es importante destacar la importante mejoría de Jacobs en dos aspectos técnicos muy específicos de la carrera de 100 metros en los que era más débil en sus inicios: la salida y el tirarse en la meta ante posibles desempates con rivales. Marcell simplemente no se sentía capaz de tirarse. Por eso contó antes de los Juegos de Tokio con expertos con los que practicaba exclusivamente esos aspectos. La clave en las salidas estaba en ponerse de pie lo más pronto posible, nunca más tarde del 12º paso. El velocista italiano utiliza un “truco” psicológico ante sus rivales, y le vale. Por ejemplo es el último en colocarse en los tacos de salida de tal manera que sus contrincantes llevan más tiempo agachados y en una postura más incómoda.

No muchos saben que el mismísimo Carl Lewis le quiso en su momento para entrenarlo en Santa Monica, pero Jacobs renunció. Aun así, no piensen que el equipo técnico que entrena al italiano es despreciable, pues ha contado o cuenta con medallistas mundiales. Otro dato que pocos saben es que estuvo a punto de no correr la final olímpica. Hablando en claro, él sólo aspiraba a hacer buenas marcas y ya lo había conseguido en la semifinal. En Tokio 2020 fue mejorando sus marcas y, con ello, los récords italiano y europeo. A principio de temporada su entrenador le había pedido que, durante la misma, tenía que bajar de 10 segundos al menos en cinco ocasiones, algo que no había hecho nunca. Completó el cometido durante los Juegos de Tokio. Como decíamos, tras la semifinal se planteó seriamente no correr la final, lo que nos habría privado, a él y a los espectadores, de ese triunfo tan espectacular y supuestamente inesperado. Le dijo a su entrenador que se sentía cansado y en crisis, habiendo dado todo y sin reservas en su cuerpo. Pero Marcell no podía dejar escapar una ocasión tal, porque al correr Marcell se siente libre y potente como si no tocara el terreno que pisa, poderoso como el gladiador que tiene tatuado en su cuerpo. También fue fundamental el consejo que le dio su muy amigo Gianmarco Tamberi, otro outsider que salió campeón de los Juegos. En realidad fue más reproche que consejo lo que le dio el saltador de altura, incitándole a continuar. El destino haría que ambos ganaran sus respectivos oros casi al mismo tiempo y fundiéndose en un abrazo que fue una de las imágenes de esa edición olímpica. Marcell pudo superar esa crisis que sintió en las horas previas a la final hasta el punto de sentirse ligero. Las dos noches siguientes durmió con la medalla de oro al cuello.

El relevo de oro con Patta, Jacobs, Desalu y Tortu. Foto de AFP

Pero aún no podía relajarse, puesto que quedaba por disputar la final de relevos 4×100, la que correría teniendo como compañero a Filippo Tortu, el que había sido su gran rival por el récord italiano. En realidad, dicha rivalidad había beneficiado a ambos y ambos habían mejorado sus prestaciones gracias a la misma. Cuando uno mejoraba su marca personal, incluso el récord nacional, el otro se superaba a sí mismo y al rival. Si durante un tiempo Tortu estuvo por encima de Jacobs llegó un momento en que el tejano superó a Tortu. Pero en los relevos olímpicos iban a competir juntos…y compartir la medalla de oro. El equipo italiano realizó en la final olímpica el récord italiano, la segunda mejor marca europea de siempre y la quinta del mundo de toda la historia.

Despejada pues toda sombra de duda: una concienzuda, completa y especializada preparación realizada por un equipo de profesionales; el chip que cambió (metafóricamente hablando, se sobreentiende) en su cabeza gracias al trabajo de psicólogos al hacerle superar su etapa en la que fracasaba porque no se concentraba en lo que debía al sentir la rémora del abandono paterno; un cambio a tiempo de especialidad, aunque fuera debido a las lesiones y unas indudables características naturales convirtieron a Marcell Jacobs en el (doble) campeón olímpico que ahora es.

Foto de Mathias Hangst/Getty Images

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