Los otros olímpicos

TSUNEKAZU TAKEDA: EL DIRECTIVO ARTÍFICE DE LLEVAR LOS JUEGOS DE 2020 A TOKIO, ACUSADO DE COMPRA DE VOTOS

Lo tenía todo para ser una de las figuras más poderosas del movimiento olímpico y realmente lo fue durante años, aunque su caída en picado y salida por la puerta de atrás le dejó en, cuanto menos, un muy mal lugar.

El japonés Tsunekazu Takeda, nacido en 1947, provenía de muy alta cuna, tan alta, como un mismísimo emperador meiji, del que era biznieto y a su vez era hijo de un príncipe. Toda su vida practicó la equitación a alto nivel, hasta llegar a ser jinete olímpico en dos ocasiones: en los Juegos de Múnich 72 y Montreal 76 aunque, eso sí, con resultados más bien mediocres (16º y 13º respectivamente). Esas participaciones olímpicas no iban a ser sino el principio de una larga relación ligada con los Juegos Olímpicos, en los que participó durante décadas desde diversos cargos. Tras tomar parte como atleta lo hizo como entrenador -del equipo japonés- en los Juegos de Los Ángeles, Seúl y Barcelona. Posteriormente fue Chef de Mission en los de invierno de Salt Lake City y los de verano de Atenas. Ahí no acaba su relación con el olimpismo, pues en 2001 se convirtió en presidente del Comité Olímpico de Japón compaginándolo con su cargo como vicepresidente de la Federación Internacional Ecuestre. Sigamos con su lista de altos cargos: fue el director deportivo del comité organizador de los Juegos de invierno de Nagano 98, miembro del COI y, como tal, coordinó la preparación de los Juegos de Vancouver, Sochi y Pyeongchang.

Anteriormente había tenido lugar en su vida un hecho que aparentemente empañó su expediente pero, que como vemos, no afectó a su elección para los diferentes altos cargos: en 1974 Takeda provocó un accidente automovilístico en el cual murió una joven de 22 años. Se probó su culpabilidad pero, pese a ello, nunca llegó a ser procesado gracias al acuerdo privado al que llegó con la familia de la joven mediante un pago económico compensatorio para evitar llegar a juicio.

Y llegamos a la elección de Tokio para organizar los Juegos del verano de 2020. Como se sabe, Tokio fue la ciudad elegida frente a Estambul y Madrid. Sólo en 2019, cuando ya estaba casi todo preparado para la celebración de los Juegos de 2020, se supo que Tokio habría comprado votos de miembros africanos con derecho al mismo. Al parecer, Takeda se habría aprovechado de su cargo dentro del COI y de los contactos y relaciones que dicho cargo le proporcionaba para “convencer” a algunos votantes procedentes del continente africano. La justicia francesa, por entonces inmersa en la investigación contra otro caso similar de corrupción, en este caso referido a compra de votos para la elección de los Juegos de Río contra otro gran cargo (el que fuera presidente de la IAAF Lamine Diack y su hijo Papa Massata Diack), encontró vinculación entre la empresa de los Diack y el Comité Olímpico Japonés debido a unos pagos sospechosos. Takeda, el máximo responsable, adujo que esos pagos, que no negó, se debían a “remuneraciones adecuadas por un trabajo de consultoría”. Eso fue solo el principio del fin para Takeda.

Anunciando su dimisión. Foto de Getty Images

Aunque apoyado por el Gobierno de su país (que seguramente quería ahorrarse el bochorno global de confirmarse las acusaciones) el presidente del CON japonés se encontró ante una disyuntiva: la posibilidad de ser procesado por la justicia francesa o ir “desapareciendo del panorama”. Takeda llevaba en su cargo de presidente del Comité Olímpico Japonés nueve mandatos y quería presentarse a un décimo en los siguientes meses. Pero se vio en la tesitura de abandonar el intento y no solo de ese cargo, sino de los diferentes que tenía, incluso dentro del COI. Convenía realizar el “harakiri” de solo una persona (el propio Takeda) para evitar empañar el de toda una estructura de autoridades federativas, etc. (aunque cayeron más cargos a nivel internacional). Al fin y al cabo, Tsunekazu Takeda era el máximo responsable. Y, mientras, intentar limpiar su expediente conduciendo una propia investigación interna que, no se sorprendan, dio como resultado no haber encontrado violación ética alguna por parte de Takeda. Aun así, en 2019 Takeda se vio obligado a dimitir, tanto como presidente del Comité Olímpico de Japón (casi en plenas vísperas de la celebración de todos unos Juegos Olímpicos en su propio país) como miembro del COI. Las acusaciones pesaban demasiado.

Pasados dos años Takeda ha reaparecido prometiendo “limpiar su nombre”. Ignoramos cómo justificará los dos millones de dólares que entregó en 2013 a la consultoría Black Tidings, supuestamente para comprar votos para elegir a Tokio como sede de los Juegos Olímpicos. Esa transacción sigue siendo investigada por la justicia francesa.

Por cierto, si buscan su nombre en la página oficial del COI verán que no se cita ni siquiera de forma velada su investigación ni dimisiones, sino solo sus participaciones olímpicas en calidad de atleta y sus diferentes cargos organizativos. La realidad es que, sea o no finalmente procesado en un tribunal Takeda, su logro se completó: los Juegos de 2020 se celebraron en Tokio y eso ya nadie lo cambia. Lo que en principio fue un hecho digno de celebración y festejo para el pueblo japonés (organizar unos Juegos) con el tiempo y debido a la pandemia mundial se ha convertido en un “regalo envenado”. ¿Existe el karma?

Foto de AFP

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