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JURY CHECHI: EL CAMPEÓN OLÍMPICO INDISCUTIBLE “SEÑOR DE LOS ANILLOS” DE LA GIMNASIA

Leyenda. Mito. Símbolo del deporte italiano. Ídolo olímpico. Gimnasta querido y admirado por todos. Cualquiera que conozca a Jury Chechi coincidirá en que todas las anteriores definiciones se adaptan a la realidad de este campeón olímpico. El simpático pelirrojo nacido en Prato, Italia, parecía destinado desde su nacimiento a dedicarse a un deporte tan de la escuela rusa como la gimnasia artística. Sus padres le pusieron el nombre ruso que porta en homenaje a Yuri Gagarin. El pequeño Jury, sin embargo, sería atraído por el deporte, y no por los astros. De niño practicaba todos: desde boxeo hasta la natación, pasando por el ciclismo o el atletismo. Pero dos hechos marcarían su dedicación plena hacia la gimnasia: cuando a los cinco años de edad realizó su primer salto Tzukahara levantándose de la cama para ir al jardín de infancia y cuando otro día fue a buscar a su hermana al gimnasio donde practicaba el deporte que acabaría siendo la vida de Jury. Enseguida se enamoró de él.

El pequeño Jury tuvo que abandonar su casa a los 14 años para entrenar con un grande de la gimnasia: Bruno Franceschetti. Pese a que su físico por entonces le hacía parecer incluso enclenque el pequeño despuntó y lo hizo en todo tipo de aparatos, no únicamente en las anillas en las que acabaría reinando hasta el punto de bien ganarse el sobrenombre de “El Señor de los Anillos” (también debido a su pasión por el libro de Tolkien). Los triunfos se fueron sucediendo ya desde la época de junior y llega a convertirse en olímpico en Seúl 88, aunque esa edición le pillara aún demasiado joven. Estaba previsto que fuera en Barcelona 92 donde explotara. Llevaba todo el ciclo olímpico preparándose para esos Juegos. En ese periodo había conseguido el oro europeo, bronce mundial, otro bronce mundial más y multitud de medallas en los Juegos del Mediterráneo. Todo ello le convertía en el gran favorito para ganar el oro en las anillas, pero un mes antes de partir para Barcelona se le cae el mundo: se rompe el tendón de Aquiles de la pierna derecha. Adiós al soñado oro. No dice en el sentido estricto adiós a los Juegos porque Jury está en Barcelona, aunque en tareas de comentarista televisivo (primera ocasión de otras muchas donde demostró su gran valía en estas lides).

Foto de Alessandro Trovati/Pentaphoto

Tras la gran decepción de Barcelona 92 Chechi demuestra que, en toda lógica, tendría que haber salido de la ciudad española cuanto menos con una medalla al cuello, ya que vence en cinco ocasiones consecutivas el título mundial de la especialidad, convirtiéndose en el primer gimnasta de la historia en que lo hace -en un mismo aparato-. Esos oros le dan la confianza para hacer las paces con el evento olímpico, ganando el merecido oro tanto tiempo esperado en los Juegos de Atlanta 96. Se había hecho justicia, pero una leyenda como él merecía más de un oro olímpico. En el siguiente ciclo olímpico siguen sus victorias, que no se limitan a las anillas, sino que consigue medallas en barra y en suelo en campeonatos destacados y eso que se retiró durante dos años, los que van de 1997 a 1999, cuando decide volver para centrarse en los Juegos de Sidney. Pero el italiano vuelve a caer en la fatalidad: días antes del torneo se rompe el tendón braquial izquierdo. Otros Juegos en blanco (aunque, de nuevo, con éxito como comentarista) y otra más que posible medalla/s que no se certifica en la realidad.

Esas circunstancias hacen que vuelva a retirarse, pero un hecho personal le hace volver a la alta competición con un objetivo claro: conseguir otra medalla olímpica y dedicársela a su padre, el cual, en coma en 2001, responde con un apretón en la mano del gimnasta cuando éste le dice: “Si te recuperas vuelvo a la gimnasia y consigo una medalla olímpica para ti”. Dicho y hecho. La historia, en este caso, tiene doble final feliz: el padre se recupera y Jury consigue una medalla en Atenas 2004 (donde, por cierto, fue el abanderado de Italia), pero en su caso fue más que polémica. Se trató de un bronce que, cuanto menos, tendría que haber sido una plata (tras el búlgaro Iovchev). Sin embargo, el oro fue a parar al gimnasta local Dimosthenis Tampakos, claramente favorecido por los jueces ante la afición griega. El italiano no tuvo tapujos en declarar públicamente que el oro debía haber acabado en manos del búlgaro. Desde entonces, afirma, cada vez que visita el país de Iovchev es recibido con gran cariño por la gente, que le persigue para lograr su autógrafo o foto.

Tras Atenas 2004 y su nueva medalla olímpica llegó el retiro final de Chechi. Al fin y al cabo había participado en esa edición olímpica con 34 años. Entre sus muchas actividades realizadas desde entonces está haberse laureado honoris causa en Ciencias motoras en la Universidad de Molise; participar en la ceremonia de apertura de los Juegos de invierno de Turín 2006; haber presentado o intervenido en varios programas televisivos (entre los que se encuentra “Eurogames”, donde participa como juez principal y por el que está siendo conocido por las nuevas generaciones que no pudieron disfrutar de su carrera deportiva); producir vino; gestionar una casa rural o presentarse a la presidencia de la Federación italiana de gimnasia. Si le siguen por sus redes sociales verán que muestra ejercicios para que los practique todo el mundo. También ha destacado el gesto que tuvo para evitar el cierre del gimnasio que le vio nacer como deportista. Necesitado de nueva iluminación y calefacción, el campeón no dudó en subastar algunos de sus trofeos para conseguir el dinero necesario. Se permitió recomprar él mismo la primera copa que ganó, por razones sentimentales.

Pese a todos los infortunios sufridos en su carrera el pequeño y simpático pelirrojo, querido por compañeros, rivales, aficionados y deportistas por su forma de ser, afirma querer “ser recordado con la sonrisa en las anillas durante los Juegos de Atlanta”. Sin duda le recordaremos por eso y por más cosas.

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