Heroínas olímpicas

KIKKAN RANDALL: DEL HISTÓRICO ORO OLÍMPICO A SUPERAR UN CÁNCER

Kikkan Randall es otra de esas campeonas olímpicas que parecían destinadas a serlo desde su mismo nacimiento. Para empezar, la elección de su nombre ya fue significativa: su nada ordinario nombre fue resultado de un compromiso entre sus padres, ya que su padre quería llamarla Kikki en honor de Kiki Cutter, la primera estadounidense en ganar una carrera de la Copa del Mundo de esquí alpino (de ahí que estuviera predestinada desde el nacimiento), mientras que su madre quería llamarla Meghan. La unión de ambos nombres dio como resultado Kikkan. El destino de Kikkan también fue marcado por ser sobrina de dos olímpicos de esquí de fondo: Chris Haines (lo fue en los Juegos de Innsbruck 76) y Betsy Haines (en los de Lake Placid 80). Para finalizar, su padre la enseñó a esquiar al día siguiente de cumplir sólo un año.

Con estos precedentes no es extraño que Kikkan, que además nació en la zona montañosa de Salt Lake y se crió en Alaska, se dedicara a los deportes de invierno. En un principio quería dedicarse al esquí alpino y tocó el patinaje de velocidad, llegando a proclamarse campeona de su estado. Sin embargo, la especialidad finalmente escogida fue el esquí de fondo, el que le daría más alegrías, aunque ella empezó a practicarlo simplemente para mantenerse en forma.

Foto de kikkan.com

Kikkan Randall ha estado en cinco Juegos Olímpicos (de invierno), todos desde los disputados en su ciudad natal de Salt Lake City en 2002. Sus puestos en ellos han ido mejorando. Su especialidad es el esprín, aunque ha llegado a participar incluso en la prueba de los 30km. Sus mejores puestos en las distintas citas olímpicas fueron: 44ª en el esprín en Salt Lake City; 9º en la misma prueba en Turín 2006; 6ª en el esprín por equipos en Vancouver 2010; dos séptimos puestos en Sochi y, por fin, el oro olímpico en Pyeongchang en el esprín por equipos -junto a Jessica Diggins-. Esa fue una medalla histórica, pues las convirtió en las primeras esquiadoras de su país en lograr un oro en esa prueba dentro de los Juegos Olímpicos.

A la izquierda, celebrando el oro con Jessica Diggins. Foto de Christof Stache /AFP

Lo que no sabía Kikkan es que ya entonces, cuando ganó ese oro olímpico, padecía cáncer de mama. Lo descubrió por casualidad tres meses más tarde. Entonces se sometió a un proceso de quimioterapia que, huelga decir, la ha alejado de la competición. La campeona olímpica, que siempre fue la alegría del esquí de fondo aportando una nota de color con su pelo teñido de colores estridentes (lo hacía para demostrar que el deporte puede ser alegría, según sus propias palabras) y una eterna sonrisa, pasó por distintas etapas tras conocer su enfermedad: negación (“Esto no me puede pasar a mí porque no tengo antecedentes familiares y estoy en muy buena forma”) hasta enfado y frustración. Decidió ir mostrando al mundo mediante sus redes sociales su evolución. Kikkan, que siempre se ha destacado por estar muy involucrada en proyectos benéficos, desde uno que inspira a la práctica del deporte en los niños de Alaska hasta otro que empodera a niñas, pasando por otro que lucha contra el cambio climático para “proteger los inviernos”, se ha declarado siempre una convencida del olimpismo. Es miembro del COI y ha declarado “el espíritu olímpico une países alrededor del mundo, proporcionando un ´estadio de sueños´”.

Kikkan ha aportando en sus apariciones en las numerosas competiciones no solo una nota de color o una sonrisa -siempre perenne- sino que el mundo del esquí de fondo la necesita. Necesita a una esquiadora que ha sido la primera estadounidense en lograr un podio y, más tarde, una victoria en la Copa del Mundo de su deporte, que ha obtenido tres veces el Globo de Cristal de la especialidad de esprín y un largo etcétera. Es una campeona completa y querida por compañeros y oponentes, los cuales mostraron -todos, hombres y mujeres- lazos rosas en la carrera siguiente a la noticia de su enfermedad y enviaron mensajes de cariño a la estadounidense. Afortunadamente evoluciona favorablemente, incluso ha corrido la maratón de Nueva York en noviembre de 2019 y su pelo ha vuelto a crecer. Un pelo que ha vuelto a teñir de rosa para remarcar, una vez más, que el esquí de fondo NO ES ABURRIDO. Así lo declara, en mayúsculas. Probablemente ese color rosa tenga añadida ahora otra connotación.

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