Entrevistas,  Heroínas olímpicas

MIRIAM BLASCO: “ME PLANTEÉ NO IR A BARCELONA 92 POR LA MUERTE DE MI ENTRENADOR, PERO QUISE GANAR POR ÉL. ESO ME DIO MÁS FUERZA”

La judoca Miriam Blasco entró en la historia del olimpismo español al convertirse en la primera mujer de su país en alcanzar el oro olímpico. Aunque parezca mentira, ella misma no fue consciente de este hecho hasta más tarde, según confesó a Historias de los Juegos en esta entrevista exclusiva: lo supe después y me alegro de no haberlo sabido porque, si no, me habría generado más presión”. El mérito fue doble, porque en la edición olímpica anterior Miriam sólo había obtenido como mayor logro el campeonato nacional. Sin embargo, viendo los Juegos de Seúl 88 con avidez por televisión desde casa ya por entonces su entrenador -el malogrado Sergio Cardell- le espetó: “Miriam, yo creo que podemos preparar los Juegos y ganarlos”. Ella, un tanto atónita en ese momento, aceptó el reto y fue a por ello.

En Barcelona 92 no solo estuvo, sino que ganó, aunque su presencia estuvo en el aire debido a la repentina muerte de su entrenador en un accidente,  pero quizás eso le produjo el impulso final que necesitaba: “Yo iba un poco con el hándicap de la muerte de mi entrenador antes de los Juegos, pero también de una forma u otra quería ganar por él. Eso me dio mucha más fuerza”. Ganar el oro, el primer oro olímpico personal y, en general, de cualquier deportista española, fue además especial por producirse en casa: “El ambiente fue impresionante. Imagínate a todo un país apoyando, un polideportivo entero chillando tu nombre, es precioso. La inauguración de los Juegos con el entonces príncipe de abanderado…fue maravilloso. A mí el competir en España me gustó, aunque es verdad que hubo compañeros de equipo que les fue mal porque se sentían muy presionados por estar en tu país y ser el foco de atención, pero para mí fue todo lo contrario: eso me dio una energía más”. Más emoción tuvo incluso el colofón de la competición, con el público volcado con ella y con su recién fallecido entrenador: “Fue muy emotivo y muy, muy bonito cuando todo el público del pabellón coreaba su nombre. Las semanas previas a los Juegos fueron muy duras”, incluso -como dijimos- se planteó no acudir a los Juegos: “En un momento dado no quería ir a los Juegos, pero luego tuve la suerte de tener a José Arruza, mi psicólogo y preparador físico, que tomó las riendas. Yo creo que sin él no lo hubiera conseguido. Se lo tengo que agradecer”. A Miriam se le pone una sonrisa en la cara al recordar su hito de Barcelona 92, aunque confiese que “han pasado tantos años que ahora lo pienso y parece que fue un sueño, no parece ni real. Fue muy bonito”.

No fue tan inesperada su victoria, ni mucho menos, puesto que “venía de ser campeona del mundo. Siempre me he planteado cada competición como algo diferente. Cada competición es un sorteo nuevo, una gente nueva y un día diferente. A mí siempre me ha gustado la presión, yo he disfrutado mucho. Siempre he sido mucho mejor compitiendo que entrenando”.

En su modestia, confiesa que nunca se ha sentido una pionera: “Lo he vivido como las mujeres de Barcelona y como Blanca Fernández-Ochoa. Para mí ella fue un referente, la que abrió la puerta ese mismo año a las mujeres olímpicas. Siempre he pensado en Blanca y las mujeres de Barcelona 92, que fuimos las que abrimos las puertas al deporte femenino”. Pero sí reconoce que ellas, las mujeres que abrieron brecha, lo tuvieron más difícil que en las circunstancias actuales: “Había menos recursos, otras condiciones, era diferente. Cuando veo que ahora se quejan digo “No habéis vivido nuestra etapa”. Posteriormente ha vivido éxitos olímpicos, pero en su faceta de entrenadora de dos medallistas (ambas en los Juegos de Atlanta 96): Isabel Fernández y Yolanda Soler: “Me ha gustado mucho ser entrenadora. Fue una etapa de mi vida muy bonita, poder transmitir todo lo que has aprendido. Creo que fue una etapa bonita porque no lo hice mal, ahí están los resultados. Como entrenadora pasaba muchos más nervios, porque yo controlo los míos pero cuando ves algo que tienen que hacer y desde fuera ves que no se hace como tú crees que tienen que hacer es más duro vivirlo”.

Lo curioso es que Miriam Blasco se inició en el deporte que la encumbró de la manera más casual posible: por “culpa” del resultado de un sorteo: “Éramos una familia de nueve hermanos, ocho chicas y un chico. Mi padre mandó dos a judo, dos a baloncesto, dos a atletismo. A mí me tocó el judo por sorteo, pero me enamoré de este deporte desde el primer momento”. Hay que agradecer a la suerte que, por una vez, atinara tan de pleno.

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