Concienciados olímpicos,  Heroínas olímpicas

NAWAL EL MOUTAWAKEL: LA MERITORIA PIONERA RECONVERTIDA EN LÍDER

Tenemos predilección por los/as pioneros/as y Nawal El Moutawakel lo fue y de manera doble. La primera mujer africana en conseguir un oro olímpico y la primera mujer islámica en hacerlo. Ella abrió un camino que han seguido posteriormente atletas de la talla de Hassiba Boulmerka o Ghada Shouaa. Ambas siguieron su estela consiguiendo convertirse a su vez en campeonas olímpicas y quién sabe si hubieran podido serlo si Nawal antes no hubiera estado allí, abriendo brecha.

Esta marroquí nacida en 1962 empezó a correr con 15 años contra todo y contra todos: contra el estado penoso de las “pistas” donde lo hacía y contra los prejuicios sociales que la criticaban tanto por la vestimenta que usaba para entrenar (que los retrógrados consideraban inadecuada) como por el hecho en sí de practicar deporte, algo “impropio” de su género, decían algunos. Afortunadamente, esta joven atleta contó con el apoyo de sus padres, algo fundamental. No dudó en organizar la primera carrera de mujeres en su país -una carrera de 5 kilómetros en su Casablanca natal- el año 93. Nawal no quería ser la única mujer corredora en Marruecos, sino que quería que su ejemplo incitara a otras a seguirla. Esa carrera se ha seguido celebrando y ya cuenta con unas 20.000 participantes anuales.

Pronto se dieron cuenta del potencial atlético de la joven El Moutawakel, que ganaba no solo a sus competidoras chicas, sino también a todos los chicos de su edad. Así que se puso bajo la dirección del entrenador francés Jean François. Fue éste el que la introdujo en la modalidad que acabaría convirtiéndola en leyenda: la prueba de los 400m vallas. Este hecho debe sorprendernos por dos razones: la prueba era completamente nueva en el calendario femenino y, por tanto, todo un riesgo y, por otra parte, Nawal era de baja estatura, cosa que podía constituir un obstáculo al saltar las vallas. Aun así, la decisión resultó ser todo un acierto.

Como decimos, sus características llamaron la atención de entrenadores a nivel internacional. Pat Moynihan, entrenador del equipo de atletismo de la universidad de Iowa también se fijó en ella e hizo lo posible para que la marroquí entrara a formar parte de su equipo, cosa que logró, mediante una beca, en 1983.

Nawal también corrió pruebas de 100m lisos, pero sus resultados fueron malos. Llegó a su debut olímpico en los Juegos de Los Ángeles 84 siendo toda una incógnita. Ni de lejos se la consideraba favorita para el título de la prueba de los 400 vallas, que hacía a su vez su debut en esos Juegos. Sin embargo, acabó venciendo, dominando en todo momento la final. Esa victoria suponía mucho más que un oro olímpico (y los logros que hemos mencionado al principio), sino que abría una ventana a un futuro más prometedor para las mujeres deportistas de su continente. Si en Los Ángeles 84 Nawal fue la única componente femenina de la delegación marroquí, esa circunstancia ha ido cambiando con el paso del tiempo. Para empezar, su figura se convirtió ipso facto en todo un modelo a seguir. Su hito fue celebrado a lo grande en su país natal, hasta el punto de decretar el rey Hassan II que todas las niñas marroquíes nacidas el día de su victoria olímpica deberían llevar su nombre en su honor. Hecho anecdótico este, que sin embargo nos da una indicación de la repercusión que tuvo su victoria. Más nos interesan las repercusiones sociales que tuvo su propia figura. Retirada en plena juventud -a los 24 años-, se dedicó a partir de ese momento en promocionar la participación femenina en el deporte, especialmente allí donde lo tenían más difícil: en los países islámicos.

A continuación pasó a ocupar numerosos altos cargos a nivel nacional e internacional, como Secretaria de Estado en el Ministerio de Asuntos Sociales; ministra de 2007 a 2009; miembro destacado del Comité Olímpico Internacional, de su Comité Ejecutivo; presidente de la Comisión de Evaluación de los Juegos de 2012 y 2016; presidente de la Comisión de Coordinación del COI para los Juegos de Río y toda una larga lista de puestos, incluyendo en la Federación Internacional de Atletismo. También ha tenido el honor de portar la bandera olímpica en la ceremonia de inauguración de los Juegos de Turín 2006, así como de llevar la antorcha olímpica por la ciudad de Londres en los Juegos de 2012. Estos cargos y méritos no han sido “regalados” a esta ex atleta, pues su formación (aparte de hablar a la perfección tres idiomas) es amplia, lo que la ha convertido en una persona respetable y preparada. No olvida su objetivo de mejorar la situación de la mujer en ciertas zonas del planeta, promoviendo la alfabetización y educación de las niñas, defender sus derechos humanos y animarlas a puestos de liderazgo. Un ejemplo perfecto de la reconversión de un ex deportista en persona útil a la sociedad, en este caso con especial incidencia sobre las mujeres (de países islámicos).

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