Heroínas olímpicas,  Parejas olímpicas

LAS GEMELAS RHONA Y RHODA WURTELE: PIONERAS DEL ESQUÍ SIN SUERTE EN JUEGOS OLÍMPICOS

Las gemelas canadienses Rhona y Rhoda Wurtele, nacidas en 1922, demostraron desde niñas ser unas apasionadas del deporte de riesgo. Pioneras en todo, incluso en el peligroso deporte de los saltos de esquí. Tan avanzadas fueron que sólo decir que la inclusión en el programa olímpico de esta prueba en la categoría femenina no llegó hasta 2014, en los Juegos de Sochi. Las hermanas Wurtele vivían en las cercanías del Mount Royal de Montreal. Desde muy corta edad esquiaban por las laderas de la colina, algo que no le hacía precisamente gracias a su madre. Inquietas -practicaban, además del esquí alpino, hockey sobre hielo, natación, baloncesto y béisbol- lo que querían era hacer lo que hacían el resto de los niños en la calle. En Canadá los niños esquían y, si pueden, se lanzan a saltar por la ladera. Un día sus hermanos las retaron a saltar por el trampolín de saltos de 40 metros. Ellas tenían por entonces once años, privadas de todo miedo para realizar el salto que finalmente realizaron.

La madre de las Wurtele, no obstante, les prohibió a partir de entonces la práctica de los saltos de esquí, pero no pudo hacer nada para impedir que empezaran a competir en el esquí alpino cumplidos los 16 años. Las gemelas Wurtele apuntaban maneras pero tuvieron la muy mala suerte de pillarles en medio de su progresión la Segunda Guerra Mundial. Por de pronto, se aplazaron un par de ediciones de Juegos Olímpicos. Aun así, no se había paralizado toda la competición en Norteamérica y ellas competían de la mano de su entrenador austriaco Hermann Gadner, pupilo a su vez de Hannes Schneider, arrestado por los nazis en los estertores de la Gran Guerra. A propósito de esta, las siempre inquietas gemelas Wurtele habían querido alistarse pero, al ser mujeres, sólo pudieron ayudar en la misma atendiendo en su Canadá natal a niños ingleses que llegaban de la guerra cuyos padres habían fallecido en la misma.

El equipo canadiense en los Juegos de Saint Moritz 48 con las hermanas Wurtele en el centro. Foto del Canadian Ski Museum

Volvemos a la carrera competitiva de Rhona y Rhoda. Los éxitos empiezan a llegar, éxitos deportivos que se traducen en popularidad, llegando a intervenir en el mismísimo Hollywood en el film “Ritmo sobre la nieve” donde también participaba el esquiador Gene Gillis quien, con el tiempo, se convertiría en esposo de Rhona. La popularidad de las Wurtele iba en aumento y, en esas, por fin llegó la esperada primera cita olímpica para ellas: los Juegos de Saint Moritz de 1948. Las hermanas tuvieron que pelear esa lucha por ellas mismas solas, puesto que las mujeres deportistas eran consideradas -en palabras de Rhona- “clase B”. Llegar hasta los Juegos ya fue una odisea, pues el trayecto lo realizó el equipo canadiense (en el caso del esquí alpino femenino, compuesto únicamente por las gemelas Wurtele) en el buque “Queen Mary”. Toda una travesía en la peor época del año para la navegación, añadiendo posteriormente el viaje de Inglaterra a Suiza. Había llegado el esperado momento en el que las gemelas iban a por fin ganar en la máxima competición. No fue así. Rhoda se rompió un tobillo durante un entrenamiento, así que causó baja para la cita olímpica. El caso de su hermana fue, si cabe, más rocambolesco: se golpeó en el entrenamiento contra un árbol, rompiéndose la pierna. Pese a ello quiso participar en la carrera del descenso, a celebrarse el día siguiente. Esa mañana Rhona amaneció con fiebre debido a la infección causada, hasta el punto de tener que ser hospitalizada. No fue impedimento, sin embargo, para que se lanzara -nunca mejor dicho- a competir en la carrera del descenso. Para ello se colocó una bota mayor para que le entrara la escayola que le habían puesto. La situación, evidentemente, no era la ideal para obtener un buen resultado. Casi al final de la carrera tuvo un nuevo incidente: un esquí le golpeó su tobillo izquierdo. Ello hizo que finalizara en último lugar, acabando la carrera con un tobillo roto y, lo que es peor, se hubo de retirar del resto de carreras en las que tenía planeado participar.

Naturalmente, la carrera deportiva de las Wurtele no terminó ahí. Siguieron sus competiciones y sus victorias, en paralelo a una vida personal que las convirtió en madres, lo que no las impedía para seguir compitiendo. También abrieron una academia de esquí donde daban clases. Así, hasta llegar a al siguiente cita olímpica de Oslo 1952. En esta ocasión fue Rhona la que no pudo debutar debido a su embarazo, pero sí acudió Rhoda. Empezó su participación en la prueba del Gigante pero de nuevo otro incidente impidió a una Wurtele acceder a un buen puesto. La escasez de nieve no permitió realizar entrenamientos. En plena carrera Rhoda se dio contra un árbol, saliendo despedida. Finalizó en noveno lugar que, curiosamente, fue su mejor puesto olímpico, pues acabaría 19ª en el eslálon y 20ª en el descenso.

Rhoda y Rhona Wurtele es posible que no acabaran en el Olimpo de medallistas en Juegos Olímpicos, pero nadie duda de que fueron unas pioneras del esquí alpino, del deporte femenino y del deporte de su país, Canadá. Abrieron camino a otras grandes esquiadoras canadienses posteriores, medallistas olímpicas que se declaran directamente influenciadas por las hermanas Wurtele. Asimismo crearon toda una saga de deportistas notorios entre toda su prole: Rhona es madre de la esquiadora acrobática Nancy Gillis y del jugador de hockey hielo Jere Gillis, mientras que Rhoda lo es de Bruce Eaves, experto de golf y de John Eaves, campeón mundial de esquí acrobático. Las gemelas Wurtele, ya nonagenarias, no han dejado de recibir honores y son abanderadas del deporte femenino, animando a las mujeres de todo el mundo a practicar el deporte que les guste. Que hagan como ellas que, afirman, nunca dieron importancia al qué dirán. “Hicimos lo que nos gustaba, daba igual lo que dijeran de nosotras”.

Foto de Facebook Wurteletwins

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