Legendarios

ANTHONY ERVIN: CAMPEÓN OLÍMPICO 16 AÑOS DESPUÉS DE SU PRIMER ORO TRAS PASAR POR UN INFIERNO

En los más recientes Juegos Olímpicos –los de Río 2016- el protagonista de este artículo se convirtió en el hombre más veloz en una piscina, es decir, como pueden suponer, ganó la prueba más rápida de la distancia más corta y en el estilo más veloz: los 50m estilo libre. Ello no le hace particularmente especial para dedicarle más de unas cuantas frases, pero toda su historia previa, permítanme el calificativo, llega incluso a ser alucinante.

Anthony Ervin pasó por una auténtica epifanía hasta llegar al oro en los Juegos de Río. Con 19 años tuvo la suerte –o la desgracia- de lograr el pico de su carrera, al vencer dos medallas olímpicas, un oro y una plata, en Sidney 2.000. Es verdad que el oro lo tuvo que compartir con una de las estrellas del momento, Gary Hall Jr., que en conjunto brilló más que el joven Ervin, pero un oro es un oro (en 100m estilo libre), acompañado de una meritoria plata. Hasta ahí, normal. Los siguientes años le fueron bien, pero no llegó a cumplir ni siquiera el ciclo olímpico que le llevara hasta Atenas, a cuyos Juegos no llegó. Con 22 años se retira de la natación, desapareciendo del mapa, al menos del competitivo y deportivo (aunque nunca dejara de entrenarse). Es entonces cuando su vida entra en una espiral negativa que solo le produjo problemas. La parte más suave de esos años nos muestra a un Anthony repleto de tatuajes que entró en una banda rock llamada Armas de Destrucción Masiva (en inglés). La parte más agria ve a Ervin envuelto en un accidente ciclista durante una persecución a gran velocidad por parte de la policía. Ervin entró en el mundo de las drogas, mediante sustancias alucinógenas. Todo ello conllevó que pasara un tiempo en la cárcel pero lo peor estaba por llegar: intentó suicidarse tomando una sobredosis de pastillas tras pasar por una depresión. Anthony no podía caer más bajo.

Con su oro de Sidney 2000

Entonces se refugió en la religión. Aunque se declara judío (algo que le viene por ascendencia materna y, de hecho, ha participado en los Juegos Macabeos) pasó también a practicar budismo zen. Ayudado por esto y por la dedicación a los estudios, graduándose en deporte, cultura y educación, Anthony salió a la luz y volvió, doce años más tarde, a la natación y a clasificarse para unos Juegos Olímpicos. Lo hizo en Londres, donde esta vez no conseguiría medalla, pero sí un meritorio quinto puesto. Tenía entonces 31 años. No contento con ello, su dedicación a la natación siguió adelante, hasta llegar a los Juegos de Río donde se coronó campeón, con 35 años. Haciéndolo le quitó a Michael Phelps el “honor” de ser el nadador con más edad campeón olímpico.

Pero Anthony Ervin, que con su recorrido personal y deportivo nos ha demostrado una capacidad de autosalvación y fuerza, es más que eso. Para empezar, ha sobrellevado con éxito el síndrome de Tourette que padece desde niño. Dicho síndrome provoca tics físicos e incluso vocales. Para no padecerlo tiene que tomar pastillas, las mismas que utilizó en su intento de suicidio. Ervin, que por cierto se convirtió en Sidney en el primer nadador de origen afroamericano en ganar un oro (lo es por parte de padre), ha dado otra muestra de su carácter mediante un gesto que tiene mucho que ver con los Juegos Olímpicos: vendió su medalla de oro ganada en Sidney subastándola en eBay por 17.000 dólares que entregó en su totalidad a las víctimas del fatal tsunami que afectó en 2004 a Tailandia.

Tras pasar por esta catarsis que han sido sus recientes años, ahora Anthony Ervin pone sus ojos en Tokio 2020, Juegos en los que tendrá 39 años, veinte más de cuando ganó sus primeras medallas olímpicas.

Tras ganar el oro en Río

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *