Heroínas olímpicas

BABE DIDRIKSON: LA CAMPEONA TODOTERRENO QUE TRIUNFÓ EN MÚLTIPLES DISCIPLINAS

Si aún no ha oído hablar de Babe Didrikson es el momento de que conozca la increíble figura de una de las mayores deportistas totales de la historia. No en vano fue declarada una de los diez mejores atletas norteamericanos del siglo XX para el canal de deportes ESPN (y primera mujer) y el noveno mejor atleta del mismo siglo para Associated Press. Se llamaba en realidad Mildred Ella Didriksen y destacó en un sinnúmero de disciplinas deportivas, prácticamente en todas las que se propuso. Sin ir más lejos, una anécdota de su vida cuenta cómo una vez se le preguntó si había algo a lo que no jugara y su respuesta fue “Sí, a las muñecas”. De hecho, Didrikson sufrió en sus propias carnes los prejuicios por su supuesta “falta de feminidad”, incluso llegó a afirmarse que en realidad era un hombre disfrazo, tan buena era en los deportes. Lo mínimo que se dijo de ella en su contra fue que se dedicaba a los deportes porque no podía atraer a los hombres.

Lo que en realidad sucedía era que en su época –y nos tememos que un caso parecido le hubiera pasado de haber nacido en la nuestra- era inconcebible que una mujer lograra lo que Babe Didrikson logró. Practicó, siempre con éxito atletismo, golf, béisbol, baloncesto, voleibol, tenis, balonmano, boxeo, patinaje, ciclismo, buceo, bolos, billar y natación. Sus primeros logros fueron en el atletismo, destacando en sus comienzos realizando algo insólito: ganó un encuentro de equipos de atletismo siendo ella el único miembro. Participó en ocho eventos, corriendo de uno a otro según iban finalizando. Eso ocurrió en 1932, la primera vez que llamó la atención.

La siguiente ya fue en unos Juegos Olímpicos, los de Los Ángeles 32. Capaz de participar en múltiples pruebas, el reglamento le impedía hacerlo en más de tres. Ella escogió el lanzamiento de jabalina, la carrera de 80 metros vallas y el salto de altura. Logró medallas en todas. Es más, oro en las dos primeras (estableciendo nuevos récords mundiales y olímpicos, respectivamente) y plata en la tercera, pero simplemente por una apreciación del jurado, que determinó que su estilo, aun habiendo ganado, la relegaba a un segundo puesto. Es la única mujer en la historia en haber ganado medallas individuales en pruebas de saltos, carrera y lanzamientos.

Foto de Associated Press

Esta polideportista tejana siempre estuvo segura de sí misma. Cuando viajaba rumbo a Los Ángeles para participar en sus Juegos llegó a afirmar. “Lamento que no me dejen participar en más pruebas; las habría ganado todas”. Cuando jugaba los torneos de golf preguntaba a sus rivales quién ocuparía el segundo lugar, detrás de ella.

A Didrikson se le quedaron pequeños los Juegos Olímpicos. Bueno, también ocurrió que la impidieron participar en más ediciones por haber realizado una publicidad de una marca de coches. Suficiente para el Comité Olímpico para considerar que ya no era una atleta amateur. Quería más en el deporte, fuera de los Juegos, y lo consiguió. Y no nos referimos al periodo que pasó trabajando como intérprete en espectáculos de variedades, anunciada como “la mayor atleta del mundo” para ganar dinero, ya que por entonces era una deportista amateur -por mucho que se afirmara el COI-. En el mundo del espectáculo llegó a ganar 1.200 dólares a la semana, de la época. Tampoco nos referimos a su época de cantante e instrumentista, llegando a grabar algunas canciones. Pero aún iba a explotar otras de sus habilidades deportivas, especialmente en el golf. Aquí de nuevo hizo historia en 1934 al competir, como única mujer, en una prueba enteramente masculina de la PGA (en concreto, en el Open de Los Ángeles). La hazaña sólo sería repetida por otra mujer casi 70 años más tarde. Otro de sus logros insólitos fue ser la única componente femenina de un equipo de béisbol: el Casa de David.

Peleó en el golf en todos los sentidos: en el terreno de juego venciendo en continuación: hasta 14 torneos seguidos, un récord que sigue vigente. También luchó en las oficinas, creando la LPGA o, lo que es lo mismo, la Asociación Profesional de Golf de Mujeres. Su fama hizo crecer el circuito femenino. Y peleó en el deporte contra la enfermedad. Estaba claro que Babe Didrikson era un animal de las pistas. Necesitaba el deporte como el respirar. Cuando en 1953 le diagnosticaron cáncer de colon y le sometieron a una intervención regresó a los campos de golf, incluso con más éxito que antes de su operación. Lo hizo con tanta excelencia que ese mismo año fue elegida la “Mujer Deportista del año” (algo que ya había conseguido en cinco ocasiones anteriores). Durante los años de su enfermedad se dedicó también a recaudar fondos para la Asociación Americana contra el cáncer, así como a promover la atención hacia dicha enfermedad y a la realización de una diagnosis temprana. Siguió jugando cuando ya era enferma terminal, hasta que falleciera con 45 años.

Ahora existe un museo dedicado a ella, así como numerosos campos de golf llevan su nombre. Nombre que, lastimosamente, ha quedado un poco en el olvido, pese a los increíbles logros conquistados por esta deportista de élite todoterreno. Nombre y figura a reivindicar.

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