Momentos Olímpicos Mágicos

MOMENTOS OLÍMPICOS MÁGICOS 47: EL CAMPEÓN OLÍMPICO DE ESQUÍ DE FONDO BJØRN DÆHLIE ESPERA AL AFRICANO PHILIP BOIT EN LA META

Un simple gesto de deportividad de un campeonísimo marcó uno de los momentos cumbres de toda la historia de los Juegos Olímpicos de Invierno. El noruego Bjørn Dæhlie había ganado su sexto oro en la prueba de los 10 km de esquí de fondo -estilo clásico- en los Juegos de Nagano 98. Ese oro era ya de por sí un momento histórico, al convertir al noruego en el hombre que más medallas del más preciado metal había ganado hasta entonces en unos Juegos Olímpicos de Invierno. Pero el momento verdaderamente mágico llegó en mitad de la premiación, cuando ya él y los otros dos medallistas se encontraban en el podio. En ese instante la megafonía indicó que estaba a punto de llegar a meta el último corredor, un tal Philip Boit, keniata, el primero de su país en participar en unos Juegos de Invierno. Lo hacía 20 minutos después del primero, el citado noruego. Bjørn Dæhlie paró entonces la ceremonia de entrega de medallas y fue a esperar en la meta al africano porque quería felicitarle personalmente. Ese gesto, símbolo claro del espíritu olímpico, se convirtió en lo que a día de hoy sería viral, ya que se ha hablado más de él que del propio e histórico oro de Dæhlie.

Philip Boit llegaría el último, sí, pero no se trataba de ningún advenedizo con afán de protagonismo. Como tantos y tantos compatriotas suyos, se dedicó primero al atletismo en la localidad de Eldoret, situada en una célebre meseta a gran altitud y famosa por ser cuna de grandes fondistas keniatas. A gran altura, sí, pero sin nieve. Boit no la vería en su vida hasta dos años antes de Nagano. Proveniente de una humilde familia de granjeros, se dedicaba a las carreras de medio fondo hasta que un día descubrió el esquí de fondo y se puso a compaginarlo con el atletismo, aunque lo practicaba sobre ruedas. En la temporada 1995/96 una famosa firma de ropa deportiva le subvencionó un viaje a Finlandia, junto a su compatriota Henry Bitok. Al principio les costaba incluso ponerse los esquíes. El más rápido de entre ellos se ganaría la única plaza para Kenia para los siguientes Juegos de Invierno. Durante los dos años que quedaban hasta la cita en Nagano Philip estuvo entrenando hasta conseguir el billete para los Juegos del 98.

Foto de AFP

El tiempo el día de la final no le favorecía en absoluto. Una molesta lluvia convertía la nieve en pesada y lenta. El africano se cayó un sinnúmero de veces. Aun así, Boit estaba dispuesto a finalizar la prueba. Su tesón y esfuerzo tuvieron recompensa: no solo la felicitación en meta del campeón olímpico, la subsiguiente notoriedad en los medios y el respeto y admiración de los seguidores del deporte, también conllevó consigo la amistad para siempre con el campeonísimo Bjørn , con el que ha estado en contacto desde entonces. Incluso le puso a su primer hijo Dæhlie de nombre.

Philip Boit, que no dudó en soltarle al noruego una frase totalmente inesperada en el improvisado abrazo (“Te superaré en Salt Lake City”), siguió compitiendo en esquí de fondo, tanto en diversas pruebas de la Copa del Mundo como en dos Juegos Olímpicos más. Lo hizo teniendo que vender sus propias vacas para financiar los viajes, ya que la firma de ropa deportiva le había retirado el apoyo económico. En Salt Lake City no pudo batir, como había prometido, a Dæhlie, en parte porque el noruego ya se había retirado y en parte porque el keniano llegó en el puesto 64 de entre 71 participantes. En Turín 2006 superaría a tres esquiadores.

Philip Boit se convirtió en todo un pionero y espejo en el que verse otros deportistas africanos para participar en los Juegos de Invierno. Algunos han seguido sus pasos, cada vez más. Para todos, no solo los africanos, ha significado un símbolo de la constancia y del amor a los Juegos Olímpicos, un ejemplo viviente de aquel lema de Coubertin que ensalzaba, en definitiva, la necesidad en toda competición de haber no solo ganadores, sino participantes. Por su parte el campeón  Dæhlie demostró con su gesto comprender el espíritu olímpico y ponerlo en la práctica. Respeto a los rivales y admiración por el esfuerzo. Honor a ambos.

Foto de Aftenposten

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