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EL ATAQUE DE TONYA HARDING A NANCY KERRIGAN: EL MAYOR ESCÁNDALO DEL PATINAJE ARTÍSTICO

Esta es la historia de dos máximas rivales que luchaban por convertirse en la mejor patinadora del mundo poco antes de la celebración de unos Juegos Olímpicos. Muchas cosas pasaron días antes de la celebración de la edición disputada en Lillehammer en 1994; sin embargo, ninguna de nuestras protagonistas se convertiría en campeona olímpica, ironías de la vida y del deporte. Su confrontación superó todos los límites imaginables, dignos de convertirse en una película (que, de hecho, ya se está rodando y promete ser un gran éxito mundial). En los años 90 eran las máximas estrellas del patinaje artístico femenino, cada una con un estilo bien distinto. Lo que aconteció tras los hechos de enero del 94 produjo burlas por lo esperpéntico del suceso.

Nancy Kerrigan –la elegante- y Tonya Harding –la técnica- eran ambas estadounidenses. En el mejor momento de sus carreras se disputaban las plazas para acudir a Lillehammer 94. Tras un entrenamiento durante el campeonato nacional alguien ataca duramente a Kerrigan en cuanto sale de la pista, golpeándola en la rodilla con una barra de metal con el claro objetivo de lesionarla. Las imágenes de Nancy llorando dolorida y gritando “¿Por qué? ¿por qué?” dieron la vuelta al mundo. Lógicamente, lesionada, no pudo seguir participando, pero como en las siguientes semanas entrenó duramente para poder acudir a la cita olímpica su Federación le concedió una plaza para los Juegos, dadas las circunstancias (dejando fuera, por cierto, a la segunda clasificada, la entonces todavía iniciando su carrera Michelle Kwan). Mientras tanto se sucedían las investigaciones para destapar a los agresores. Fácilmente las investigaciones dieron con dos nombres: Jeff Gillooly, entonces marido de la máxima rival de Kerrigan: Tonya Harding y su cómplice Shawn Eckhart, guardaespaldas de Harding, así como Shane Stant, un contratado para realizar el ataque físico en sí. La patinadora aludida negó entonces su participación y, como no había pruebas que la incriminaran, se la dejó acudir a los Juegos Olímpicos.

En Lillehammer parece que imperó la justicia poética, puesto que la siempre bajo la sombra de la sospecha Harding (que, todo hay que decirlo, fue la segunda mujer en la historia y primera estadounidense que lograra completar el triple axel) acabó muy atrás en la competición, en octavo lugar, siendo además abucheada por el público. La agredida y víctima de todo el incidente, Kerrigan, realizó los mejores programas de su vida, pero “solo” alcanzó la plata, superada por la ucraniana Oksana Baiul.

A partir del podio de Lillehammer empieza a ensombrecerse la imagen de la entonces “novia de América” con un par de salidas de tono que podían hacernos creer que Nancy no era tan ángel como parecía: la ceremonia de premiación olímpica se retrasó al no encontrar en principio el himno ucraniano pero alguien informó mal a la patinadora americana diciéndole que el retraso se debía a que Baiul se estaba maquillando. Kerrigan comentó: “¡Venga ya! ¿qué diferencia habrá, si se le va a correr el rimel cuando llore?”. Otro feo detalle de la hasta entonces vista como inocente empañó su imagen: Kerrigan salió de los Juegos Olímpicos con un contrato de casi diez millones de dólares. Entre otras cosas, debido al mismo, tenía que asistir al desfile de Walt Disney World. Pues bien, se la pilló durante el desfile diciendo, a micrófono abierto: “Esto es de tontos. Lo odio”. Sin embargo, la patinadora, que se retiró tras Lillehammer de la competición, ha llevado una trayectoria en favor de los ciegos –su madre lo es-, a los que se ha dedicado una vez retirada.

¿Y qué fue de la supuesta agresora? Nunca remontó, es más, bajó hasta lo más ínfimo del “deporte” al convertirse en boxeadora de una modalidad en la que todo vale (la de Mixed Martial Arts o MMA). En el juicio por la agresión a Kerrigan, Gillooly aportó pruebas sobre la participación de Tonya, que habría planeado el ataque tras haber tenido una pobre actuación en un campeonato en Japón, lo que podría poner en peligro su participación olímpica. Todo lo que le podía ir mal a Harding le fue mal: suspendida de por vida para la práctica del patinaje; tres matrimonios a sus espaldas; episodios de inestabilidad que le provocaron supuestos ataques de pánico; simulación de su propio secuestro; agresiones severas que le reportaron una orden de alejamiento hacia su entonces novio; fracaso en su nueva y breve carrera como boxeadora; protagonista de un vídeo porno en Internet; aumento muy considerable de peso; posible alcoholismo…En fin, que no levantó cabeza. Harding, la mujer más odiada de Estados Unidos a mediados de los 90 ahora sobrevive, entre otras cosas, por dejarse fotografiar con ella a cambio de cinco dólares.

En definitiva, una historia que se aleja muy mucho del deporte y de los principios del olimpismo, más propia de un guión de un culebrón que de la biografía de dos deportistas de élite.

Tonya Harding a la izquierda y Nancy Kerrigan a la derecha
Tonya Harding a la izquierda y Nancy Kerrigan a la derecha

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