Legendarios

ABEBE BIKILA, EL AFRICANO QUE ABRIÓ BRECHA

En el deporte de vez en cuando aparecen personajes de esos que llaman “bigger than life”. Abebe Bikila es sin dudarlo uno de ellos. Simplemente el hecho de ser el primer africano campeón olímpico (del África negra, pues ya antes unos sudafricanos blancos de origen europeo ya lo habían sido) le hace merecedor de un puesto en el podio del deporte mundial. La manera en la que lo consiguió -corriendo descalzo la maratón- aumenta su mérito. El resto de su vida, la engrandece.

El etíope había nacido en una aldea, hijo de padre pastor. Hasta los 17 años no practica el atletismo, edad ya algo tardía. Con veinte entra a formar parte de la Guardia del autoproclamado emperador Haille Selassie I –protagonista de un tortuoso episodio posterior de su vida-. El ver partir al equipo olímpico etíope hacia Melbourne 1956 con el nombre de su nación en el pecho abre la espita en su deseo de ser parte en el futuro de esos “héroes” nacionales. Entra entonces en su vida el entrenador sueco Onni Niskanen, director de atletismo del Ministerio de Educación. Es él el que pule al diamante en bruto que era Abebe.

Su participación en su carrera más mítica, la maratón de los Juegos de Roma, fue producto de una casualidad. No se encontraba entre los seleccionados, pero una lesión (en este caso oportuna para nuestro protagonista) de un componente del equipo (que se produjo jugando al fútbol) hace que un Bikila de ya 28 años entre en el equipo y pueda competir. El resto es historia.

Adidas, patrocinador oficial, le ofrece calzado, pero Abebe no se siente cómodo con ningún par de zapatillas. Opta por cortar por lo sano: correrá descalzo por las calles de una Roma símbolo de la ocupación unos pocos años antes de su país. En su recorrido, Bikila ha de pasar por el obelisco de Axum, expropiado por las tropas de Mussolini al pueblo etíope. El africano descalzo, una vez ganado el oro, continúa corriendo para pasar bajo el Arco de Constantino.

Los hitos de Bikila no acaban aquí. Es el primer maratoneta en repetir oro olímpico, pues vuelve a ganar, esta vez en Tokio 64, y lo hace tras haber superado una apendicitis sólo seis semanas antes de la final. Eso sí, Abebe sube a lo más alto del podio de Tokio sin poder escuchar el himno de su país, pues no se conocía en aquella época por tan lejanas tierras.

Entre unos exitosos Juegos y otros, Bikila tuvo que ofrecer su primera medalla de oro al emperador etíope a cambio, eso sí, de un anillo de diamantes y de ser ascendido a sargento.  Posteriormente llegó a ser acusado de un fallido intento de golpe de estado –en el que, al parecer, no tuvo nada que ver- por lo que llegó a ser condenado a la horca. De estar a punto de perecer denigrado su situación dio un giro de 180º al pasar a ser nombrado héroe nacional por ese mismo emperador, que le amnistió y siguió con su vida normal.

En los siguientes Juegos –Méjico 68- Bikilia sufre mal de altura y se tiene que retirar a los 17 kilómetros. Esta vez no le sirvió el entrenamiento “espontáneo” que realizaba en su juventud persiguiendo animales en una distancia de 42 kilómetros “pues ellos no pueden recorrerla sin realizar descansos”.

El año siguiente a estos Juegos sufrió un accidente automovilístico cuando conducía intentando esquivar una manifestación de estudiantes en la capital que acabó dejándole tetrapléjico. Pese a que el gobierno le trasladó a Inglaterra para ser tratado por los mejores médicos nada se pudo hacer. Es entonces cuando comienza la “carrera” de Bikila en el deporte paralímpico, llegando a participar en varios campeonatos al máximo nivel, esta vez en tiro con arco.

En los Juegos de Múnich 72 sería el invitado más especial, ovacionado en su vuelta al estadio olímpico en silla de ruedas. Sólo un año más tarde y a la temprana edad de 41 años él, que había llegado a todo de forma tardía, muere de un derrame cerebral fruto de su accidente. Hasta 100.000 personas asistieron a su funeral, incluyendo casas reales. El estadio de Adis Abeba lleva su nombre, así como un día al año en el que se realiza un maratón por la paz internacional en Washington.

Tras él llegaron docenas de campeones africanos para los que Abebe Bikila fue un ejemplo y un espejo en el que mirarse, como ha reconocido su compatriota el fondista –también mítico- Halile Gebrselassie: “Bikila hizo que nosotros, los africanos, pensáramos: ‘Mira, él es uno de nosotros, si él puede hacerlo, nosotros podemos hacer lo mismo”.bikila

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