Relevos de antorcha curiosos

RELEVOS DE ANTORCHA OLÍMPICA CURIOSOS (Parte I)

Los recorridos de la antorcha olímpica desde que, tradicionalmente, es encendido el fuego olímpico en Olimpia hasta que llega al estadio de la ciudad sede de turno en la ceremonia de inauguración han sido, a lo largo de la Historia, de lo más curiosos. En los primeros Juegos tras la II Guerra Mundial, los de Londres 1948, se le denominó “Relevo de la paz”. De los 750 kilómetros inicialmente previstos para su recorrido por Grecia sólo se realizaron 35, por razones de seguridad. La puntualidad británica casi fue perfecta, pues la antorcha llegaría a su etapa final, en el estadio de Wembley, con sólo trece segundos de retraso.

El recorrido de este símbolo olímpico sólo se realizó por primera vez en los Juegos anteriores, los de Berlín 1936. Dicho recorrido encajaba a la perfección con la propaganda nazi, que usaba desfiles y marchas con antorchas encendidas. Se “usaría” de esta manera la parafernalia olímpica con la propaganda política.

Pero no siempre ni mucho menos fue así. Más relacionado con la Historia fue el recorrido de la antorcha para Méjico 1968, pues el relevo siguió los pasos de Cristóbal Colón hacia el Nuevo Mundo, llegando a participar en el mismo un antepasado del navegante, Cristóbal Colón de Carvajal.

También inusual fue el que se llevó a cabo en los juegos de Montreal 1976. En esa ocasión los canadienses transformaron la llama en señal de radio (no me preguntéis cómo) y la enviaron por satélite desde Atenas a la capital del país, Ottawa, lugar donde se activó en rayo láser y volvió a encenderse.

Por supuesto los Juegos de Invierno cuentan con sus respectivos recorridos de relevos. Los de Lillehammer 1994 quisieron innovar; allí dos paracaidistas se pasaron la antorcha en el aire para finalmente hacer una entrada impresionante en el estadio durante la ceremonia de inauguración a manos de un esquiador que llevaba la antorcha en la mano mientras realizaba un espectacular salto.

¿Alguien da más? Pues sí, en cada ocasión los organizadores de los Juegos quieren ser el no va más de la espectacularidad. En los de Sochi, la llama alcanzó la profundidad más grande del mundo, la del lago Baikal. Para ello fue necesario usar combustible que arde bajo el agua. Para darle más espectacularidad al asunto el último relevo bajo el lago finalizó con un salto del buzo que salió propulsado del agua y voló hasta la orilla.

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