Camino a Tokio

DOLORES MOREIRA: LA REGATISTA ESPERANZA DE URUGUAY EN LOS JUEGOS DE TOKIO 2020

Dolores (Lola) Moreira está dispuesta a volver a hacer historia y lo haría contando tan solo 21 años. Ya lo hizo con 17, cuando se convirtió en la abanderada de la delegación uruguaya en los Juegos de Río. A ellos esta joven natural de Paysandú, Uruguay, iba con grandes expectativas para hacer “algo grande”, pero los nervios -propios y lógicos de su edad e inexperiencia, por otra parte-, le jugaron una mala pasada acabando en 25º puesto. No era exagerado haber tenido la esperanza de que Moreira realizara algo destacable en su primera experiencia olímpica, puesto que llegaba siendo la campeona mundial juvenil en la categoría de Láser radial y logrando el subcampeonato en los Juegos Panamericanos disputados el año anterior a Río 2016.

Dolores ha tenido un recorrido a base de batir récord tras récord en lo que a participaciones de su país se refiere. Sin ir más lejos es la medallista panamericana más joven en la historia de Uruguay. En 2015, con sólo 16 años, fue premiada con el Altar Olímpico como mejor deportista de su país del año. Y eso que sus comienzos fueron bien difíciles. Dolores vivía a orillas del río Uruguay y desde niña veía pasar barcos delante de su casa, algo que le hizo meterse el gusanillo de experimentar qué se sentía al navegar por las aguas. Sí que es verdad que algunos miembros de su familia ya practicaban el deporte de la vela, lo que le acercó aún más a la modalidad deportiva en la que pronto destacaría. Tenía un primo que practicaba vela en la clase Optimist. Dolores definitivamente tenía que probar ese deporte que durante horas y horas de contemplación tanto le había llamado la atención, así que pidió permiso a su padre para hacerlo. No solo probó Dolores esta nueva afición, sino que también lo hicieron sus hermanas, con resultado positivo (léase entusiasmo) en ellas. Ella afirma que compartir el deporte de la vela entre las tres hermanas hizo que la familia se uniera más.

Foto de Buda Mendes/Getty Images

Y fue en esa etapa donde empezó a ver Lola que la vela requería mucho esfuerzo y que no todo iba a ser un tranquilo “hobby” sin problemática alguna. Lo comprobó cuando fue a su primera competición. Aún no tenía un barco propio, así que le prestaron uno, pero éste contaba con agujeros. Dolores compitió, pero al finalizar la prueba, como es normal, la embarcación se hundía al haber entrado agua. En ese momento tuvo lugar la decisiva aportación de su hermana mayor, que le prestó su propio barco (de la clase Láser radial) y, en un acto de generosidad, la hermana estuvo dispuesta a cambiar de categoría para que Dolores pudiera seguir navegando con su barco, que se había comprado con todos sus ahorros.

Al final ese gesto sirvió para algo, puesto que Dolores ha sido la que más ha despuntado, hasta el punto de estar a punto de competir en Tokio en lo que serán sus segundos Juegos Olímpicos. Porque Dolores Moreira lo ha vuelto a hacer: se ha convertido por segunda vez en el primer deportista de su país en clasificarse para los Juegos Olímpicos. La plaza para Tokio la obtuvo ya en el verano de 2019 y eso que venía de un periodo lesionada en su espalda, llegando a perderse en el mismo 2019 el campeonato continental.

Lola Moreira, que recuerda como uno de sus momentos cumbres de su carrera cuando fue abanderada en los Juegos de Río, impresionada ante un estadio repleto, ella que al ser regatista no está acostumbrada al público (“Estuve llorando de emoción durante muchos minutos”), se las ha ingeniado y de qué manera para poder entrenar durante el largo confinamiento causado por la pandemia de coronavirus. Entre su padre y un gimnasio de su localidad natal de Paysandú construyó un simulador. Bueno, lo construyó su padre, poseedor de un aserradero. El material proporcionado por el gimnasio y la madera del aserradero familiar dio como fruto (unidas a horas de trabajo en su construcción) un simulador de la postura que Dolores ha de llevar en su embarcación. Hablando de la pandemia, Moreira es una de los destacados deportistas de Uruguay que no han dudado en participar en una campaña para animar a sus compatriotas a usar la mascarilla.

Volviendo a Tokio 2020, esos inusuales Juegos Olímpicos esperan ver la consagración definitiva de esta joven regatista sudamericana. Si no consigue “algo grande” aún tendrá por delante otras citas olímpicas, pues en París 2024 tendrá todavía sólo 25 años y en los de Los Ángeles 29 años. Se le augura un gran futuro a esta uruguaya.

Foto de World Sailing

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