MARGA CRESPÍ: LAS PENALIDADES SUFRIDAS DETRÁS DE UNA CARRERA BRILLANTE
El conjunto español de lo que por entonces se llamaba natación sincronizada causó sensación en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Ese número titulado “El océano”, en el que las nadadoras españolas se presentaron como unas brillantes sirenas plateadas no ha perdido frescor ni popularidad con el paso de los años. Las componentes españolas incluso se tuvieron que cortar el pelo para “caber” en el gorro. Pura magia que se transformó en una medalla de bronce. Entre ellas estaban Ona Carbonell, Andrea Fuentes o Thais Henríquez, pero también Marga(lida) Crespí, una mallorquina que tuvo la fortuna de convivir con una generación que contaba con figuras de la talla de Gemma Mengual, Paola Tirados o las anteriormente citadas. Con el tiempo Marga Crespí ocupó el puesto de Andrea Fuentes -que se había pasado al solo- en el dúo que hacía junto a Ona Carbonell. Totalizando todas las grandes competiciones y todas las modalidades la mallorquina conquistó diez medallas en Mundiales, seis en Europeos y el valioso bronce olímpico del recordado programa de las sirenas en Londres.

Marga Crespí se había iniciado en este estético deporte en las piscinas Son Moix con apenas seis años. Con 15 ya entró en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat, es decir: pasó a formar parte de la selección española, que por ende vivía entonces una de sus etapas más brillantes. En 2014 pone fin a su exitosa carrera en la sincro y se lanza a la aventura del Circo del Sol en Las Vegas. Participa allí, concretamente en el hotel Wynn Casino, en el espectáculo “Le Rêve”…hasta que la pandemia obliga a cancelar todos los espectáculos y Marga se refugia en otros trabajos, como entrenadora o incluso agente inmobiliaria y en la actualidad colabora con el Comité Organizador de los Juegos de Los Ángeles 28.
Pero es en 2018 cuando conocemos la realidad vital de Marga Crespí o al menos la que padeció durante años: una vida familiar muy lejos de ser la ideal y que le marcó en el pasado e incluso ahora. Es entonces cuando Marga se arma de valor y cuenta cómo ha transcurrido su infancia, adolescencia y juventud, amenazada constantemente por su padre. Un padre que echó de casa a su madre y casi lo hizo con ella. Le amenazó con que si se iba con su madre perdería todo, incluido “su deporte”. Pese a las amenazas llegó a ver a su madre de tanto en tanto, siempre a escondidas. Marga encontró el refugio en la natación sincronizada y la tabla de salvación, a los 15 años, en el CAR de Barcelona. Por fin podría salir del infierno que era su casa a causa de su padre. Cuando a los 17 años empezó a ganar dinero y a los 18 se hizo mayor de edad su padre se puso en su contra ya que no podía controlar sus cuentas bancarias. Marga fue clara: había sufrido maltrato psicológico durante años, causada por un hombre que llegó a casarse siete veces y las siete veces despreció a sus mujeres. Marga le tenía miedo. En América, lejos de él, podía vivir más tranquila, y a Marga le nació un instinto de familia cuando, recién convertida en madre, quiso enseñarle su nieto a su padre.

Los esfuerzos de una cierta reconciliación por parte de Marga con su padre fueron vanos pero, por muy mal que estuviera su relación, nunca pensó que su padre la había desheredado en su testamento, saltándose incluso la legítima. Pero Marga no se ha rendido. Se ha propuesto luchar contra los deseos de su padre, no por ella, sino por su hijo. Quizá el carácter que forjó su propio padre debido a tener que soportar lo que tuvo que soportar durante años, una voluntad de hierro que probablemente la convirtiera en la exitosa deportista en la que se convirtió, luchadora, disciplinada, trabajadora, a la que nada se regala y tiene que pelear, ahora lo aplica a la lucha por lo que considera justo. Por ello ha impugnado el testamento, declarando “Han sido muchos años de sufrimiento, de aguantar cosas que no debería”. Quizá todo ello tenga una , aunque exigua, recompensa.
