ADAM ONDRA: EL MEJOR ESCALADOR DE LA HISTORIA, AÚN SIN MEDALLA OLÍMPICA
Si hablamos de escalada -deporte que pasó a ser olímpico en los Juegos de Tokio 2020- es inevitable citar al checo Adam Ondra, considerado por muchos el mejor escalador deportivo de la historia. Sus logros están reflejados en cantidad de vídeos, artísticos incluso, así como plagados de frases lapidarias del propio deportista, tales como “Cuando escalo soy mi verdadero yo interior” o “Vivo para escalar, escalo para sentirme vivo”, que sería su perfecto lema, el que más le identifica.
Hijo de padres escaladores, no es de extrañar por ello que ya empezara a escalar con apenas seis años y que a los doce se encontrara entre los diez mejores escaladores del mundo. Tampoco ha de sorprendernos otra de sus afirmaciones al respecto: “Nací para escalar, a ser posible para escalar sitios difíciles”. A los trece años superó su primer muro de dificultad 5.14d (los muros naturales tienen una escala numérica de dificultad). Durante más de diez años ha liderado el ránking mundial de escaladores y ha atesorado cuatro títulos mundiales, divididos entre las especialidades deportivas de bloques y dificultad. Sin embargo, no pudo tan siquiera subirse al podio de Tokio cuando su deporte debutó en unos Juegos Olímpicos.
Esta anomalía tiene su explicación. Indudablemente el checo era uno de los favoritos, si no el que más de no ser por el peculiar -y muy criticado por los propios escaladores- sistema de puntuación, ya que el campeón saldría de la suma de puntos lograda en tres modalidades que nada tienen que ver, al unirse a bloques y dificultad (que sí tienen directa relación) la modalidad de velocidad, claramente diferenciada de las otras dos. Los escaladores que suelen competir en velocidad no lo hacen en las otras dos especialidades y viceversa. A pesar de ello Ondra no salió malparado de su actuación en velocidad, la primera de las pruebas que se realizó en Tokio. Sin embargo, falló en una de sus especialidades, la de búlder (o bloques). Quedaba por disputarse la prueba de lead (o dificultad), donde es un claro maestro. Estuvo un tiempo de líder y, con ello, sus esperanzas de medalla, pero cuando el austriaco Jakob Schubert le superó significó que Ondra bajaba al sexto puesto. Se juntaron tres condiciones para que Adam Ondra no demostrara en unos Juegos Olímpicos su condición de favorito: 1. El ya citado sistema, que juntaba especialidades que poco tienen que ver 2. El consiguiente complejo sistema de puntuación, que permitía (como ocurrió) que un escalador que lo hiciera rematadamente mal en una prueba saliera con medalla y 3. El diseño de las rutas establecidas, demasiado difícil. Tanto, que ningún escalador fue capaz de completar la última del búlder. De haberlo hecho Ondra, su puntuación habría subido exponencialmente.
El caso es que Adam Ondra no formalizó en Tokio algo en lo que todos están de acuerdo: es uno de los mejores escaladores de la historia. La escalada forma parte de su vida y está tan intrínsecamente asimilada en ella que no se limita a la modalidad deportiva, sino que la llamada “escalada natural”, esto es, en paredes de montañas reales, es dominada por el checo. Ha escalado muros de extrema dificultad que van desde el Silence situado en Noruega al Dawn Wall en Yosemite, la gran pared más difícil del mundo. Para superar estos muros Ondra realiza trabajo psicológico e incluso cuenta con un instructor de ballet para conseguir una perfecta postura de su cuerpo, además de dotar a sus movimientos de mayor fluidez. No se crean que Adam es un chico que se pasa el día subiendo paredes: sabe seis idiomas y ha estudiado Economía. Destaca además por su simpatía y solidaridad con sus compañeros, que no solo le admiran, sino que tienen con él una relación de colegueo alimentada por el propio Ondra. A Adam le ha dado tiempo a rodar, durante dos años, “El aprendiz de brujo”, que narra su vida como escalador y le asemeja a Harry Potter, dado su parecido con él. Es un disciplinado profesional, lo que no quita para que no se desprenda de su rostro una sonrisa que le caracteriza y mantiene con sus rivales de competición una sana amistad que incluye darles consejos, dada su experiencia (ahora tiene 31 años).
Está claro que Adam Ondra nació para escalar. Sólo le queda alcanzar la última meta: el oro olímpico, la única cima que le ha sido esquiva hasta el momento.
Un comentario
Virginia Bernardi Garrido
Pues ojalá lo consiga, es muy difícil tener hadta amigos en las competiciones. Bravo¡