KATIE UHLAENDER: EJEMPLO DE PERSEVERANCIA ANTE LA ADVERSIDAD
Lo que ha tenido que sufrir la cuatro veces olímpica Katie Uhlaender sólo lo sabe ella y nosotros únicamente podemos percibirlo desde la distancia. Esta hija de un notorio primero jugador y luego entrenador de béisbol (Ted Uhlaender, cuya repentina muerte le afectó, llevando desde entonces su anillo de campeón a modo de collar en su cuello), ha pasado por todo tipo de infortunios. Empecemos con las lesiones: ni más ni menos que doce graves ¡y ninguna causada por el -aparentemente- peligroso deporte del skeleton!. En realidad Katie ha sido siempre una persona inquieta que ha practicado no solo diferentes deportes, sino también otras actividades como la fotografía o el baile y han sido estas actividades las que le han provocado lesión tras lesión (con sus correspondientes operaciones). A saber: en el tobillo izquierdo, haciendo fotos en la montaña; nueva operación un par de meses más tarde en ese pie para quitar uno de sus huesos; en la rodilla derecha, probándose en el deporte del esquí; en su rótula izquierda a consecuencia de un accidente con una motonieve; nueva operación en la rótula dañada meses más tarde; de nuevo en la misma rótula, al poco, por forzarla bailando antes de tiempo; en la cadera izquierda, que se había osificado y le faltaba tejido; en su tobillo izquierdo, nunca curado del todo, corriendo; operación en su estómago, tras sufrir fuertes fiebres, perder el apetito y tener alucinaciones. Fue ese el peor momento de su vida, una vida que dio entonces por perdida. Afirmó después haber estado segura de dos cosas: que iba a morir y que había tenido una vida plena; y, finalmente, operación en su hígado, al contraer una enfermedad autoinmune y que también la puso en grave riesgo vital.
Si piensan que toda esa lista de desdichas han sido las únicas que ha tenido que soportar esta deportista se equivocan: durante la enfermedad de su hígado sufrió un varapalo moral importante al encontrar ella misma el cadáver de su mejor amigo, el campeón olímpico Steven Holcomb , durante una concentración de las selecciones de deportes de invierno de Estados Unidos (Holcomb era campeón en bobsleigh, deporte muy unido al skeleton, cuyas competiciones se realizan en paralelo). Holcomb había sido siempre un pilar en su carrera, la persona que más ánimos le daba y en quien podía confiar. Su repentina e inesperada muerte mientras dormía afectó a Uhlaender en gran medida, hasta el punto de descentrarla en la cita olímpica de Pyeongchang que tuvo lugar meses más tarde. Tampoco ayudó la aparición imprevista en la localidad surcoreana de su madre, con la que llevaba cuatro años sin estar en contacto. Afectada mentalmente, Katie completó en Pyeongchang su peor clasificación (13ª) en unos Juegos Olímpicos, tras ser sexta en los de Turín 2006, 11ª en Vancouver 2010 y cuarta en Sochi 2014, este último, otro de los varapalos que le ha dado la vida.
Ser cuarto -y en la máxima cita deportiva- ya es de por sí traumático, pero la cosa se agrava si se tiene la convicción de que, en justicia, habría que estar en el podio. En efecto, la tercera clasificada -y, en consecuencia, medallista de bronce- fue la rusa Elena Nikitina. Siempre se sospechó de la limpieza de su competición, más teniendo en cuenta que fue en los Juegos de Sochi, donde toda participación rusa estuvo bajo la sombra de la sospecha. De hecho, tras una larga lucha de desgaste para Uhlaender, la rusa Nikitina fue despojada de su medalla, que iría a las manos de la estadounidense. Poco le duró la alegría y la sensación de alivio a la de Vail, Colorado, puesto que meses más tarde, en 2018, la medalla fue restituida a la rusa. Así pues, Katie Uhlaender ha seguido con su particular lucha por que se hiciera justicia y ha testificado en el Congreso de su país sobre el uso del dopaje, así como que se ha pronunciado en repetidas ocasiones sobre la disparidad de criterios en los controles antidopaje a los que se tienen que someter los deportistas: mientras que ella, siguiendo la política de su país, es sometida a análisis con una frecuencia que encuentra abusiva (por ejemplo, 19 análisis en pocas semanas), competidoras de otros países apenas los tienen que pasar. Esa desigualdad es la que ha clamado en numerosas ocasiones esta deportista.
Además de las competiciones de skeleton, en las que ha destacando logrando, por ejemplo, dos oros en Mundiales, además de una plata y tres bronces, la inquieta Katie se ha lanzado a otros deportes, como la halterofilia, que a punto estuvo de llevarla a los Juegos de Londres 2012, o el ciclismo en pista. En esta modalidad ha conseguido triunfos, como el nacional de su país.
Se deduce fácilmente que esta deportista no lo ha tenido cómodo en su vida. Como todo campeón, está hecha de una pasta distinta que a veces nos cuesta incluso entender. Ha luchado contra las lesiones, contra las injusticias en el deporte, contra el dopaje que la ha privado de lo único que le falta: la medalla olímpica; ha sufrido muertes cercanas e imprevistas y, como remate, no lo ha tenido fácil a nivel económico. Ella misma se ha tenido que pagar su material de competición. Ha buscado trabajo, pero la falta de estudios al estar compitiendo y los numerosos viajes que se derivan de la propia competición le han impedido encontrar un trabajo estable. Si acaso le ha sacado de algún apuro económico su labor en tareas de producción en el programa televisivo “Survivor”, así como en otra transmisión televisiva: “Eco-Challenge”.
Ahora, con 35 años, Katie ha vuelto a las pistas de skeleton. Quiere ser olímpica de nuevo y mejorar su último papel, cuando aún estaba afectada sobre todo por la muerte de Steven Holcomb. Si ha superado todas las adversidades que hasta ahora le ha puesto la vida no dudamos en que logrará alcanzar esta última meta.