Legendarios

LA GENERACIÓN DORADA DEL BALONCESTO ARGENTINO QUE PUDO CON EL DREAM TEAM DE ESTADOS UNIDOS

El triunfo del equipo formado por unos jugadores que todos acabaron denominando como “Generación Dorada” se debe a eso precisamente: a que jugaban como equipo. Pese a contar con excelentes individualidades -entre las que destaca Manu Ginóbili, cuatro veces ganador del anillo de la NBA-, siempre superaron a sus rivales, en muchos casos superiores hombre por hombre, por jugar con mentalidad de equipo. Una generación que coincidió en su cronología y que acabaría asombrando al mundo con sus victorias y, sobre todo, contra quién las obtenía. Estamos hablando de la selección argentina de baloncesto que triunfó en un periodo de 15 años, alcanzando como gran éxito ni más ni menos que el oro olímpico.

Muchos de los jugadores que componían esta generación habían coincidido ya desde niños en la llamada “escuela de Bahía Blanca”, localidad argentina que cuenta con decenas de clubes del deporte de la canasta. En esa cantera se foguearon una serie de jugadores que se juntaron en la selección nacional juvenil, la cual conseguiría la medalla de bronce en el Mundial sub 22 de 1997. El destino hizo que prácticamente todos los veteranos de la selección senior se retiraran a la vez, en 1998, subiendo así estos jóvenes. Pronto empezaron a mostrar su valía hasta conseguir un resultado histórico para el país sudamericano en el Mundial celebrado en Indianápolis en 2002: la medalla de plata. Para conseguirla tuvieron que pasar por vencer a la todopoderosa Estados Unidos. En ese encuentro fue donde empezó a forjarse su leyenda. Hay que tener en cuenta que hasta entonces Argentina no había ido más allá de un octavo puesto, por lo que nadie contaba con un resultado espectacular de los albicelestes. En esas, se topan en la fase preliminar con Estados Unidos, un equipo que nunca antes había perdido contando entre sus filas con doce jugadores de la NBA, pero los entrenados por Rubén Magnano pudieron con ellos. Su recorrido en aquel Mundial les llevó hasta la final, contra Yugoslavia. En esa final los sudamericanos cayeron derrotados por pura inexperiencia en el tiempo extra, pero esa derrota les serviría muy mucho para su futuro, ya que sus enseñanzas las aplicarían los argentinos en la siguiente gran cita: la olímpica de Atenas 2004.

Herrmann. Foto de AP

Estamos ya en los Juegos de Atenas. Precisamente el primer encuentro con los que se iban a encontrar los hombres de Magnano destilaba un olor a venganza, pues su rival sería Serbia&Montenegro. El partido respondió a todas las expectativas, con un igualadísimo tanteo que sólo se resolvió, por un escaso punto, en el último segundo con una increíble canasta de Ginóbili. Pero ese encuentro, al fin y al cabo, era únicamente el primero del torneo olímpico. Por delante les esperaba una derrota ante España y una victoria también casi in extremis ante Nueva Zelanda. El punto culminante, seguramente el encuentro más complicado que le esperaba a Argentina, iba a ser en cuartos de final ante los locales, que contaban con el inestimable empuje de un siempre apasionado público griego. Tanta era la presión, que los jugadores albicelestes estuvieron convencidos en varias fases del encuentro de que el resultado iba a decantarse del lado de los helenos, que contaban además con un combinado nada despreciable. De hecho, los argentinos estaban perdiendo el encuentro cuando entró en la cancha Walter Herrmann. Era justo lo que necesitaban. Con la tranquilidad que aportó acabaron ganando.

Una vez sorteado el escollo de Grecia les esperaba de nuevo Estados Unidos en semifinales. Tras el Mundial de Indianápolis los argentinos habían caído ante el Dream Team en el torneo clasificatorio olímpico y lo había hecho además con una amplia diferencia. Pese a ello, los estados de ánimo en ambas selecciones eran bien diferentes: mientras los estadounidenses ya habían cosechado dos derrotas en la fase previa los argentinos se mostraban eufóricos tras su épica victoria sobre los favoritos locales. Seguramente ese ánimo influyó en el transcurso del partido, porque al final los sudamericanos volvieron a doblegar a sus vecinos del norte y con diferencia. Argentina presentó un juego sólido, muy metido en el partido. Todo lo contrario que una dispersa e individualista selección norteamericana.

Ginóbili. Foto de Getty Images

Ya solo le quedaba a la Generación Dorada derrotar a Italia en la final para conseguir un hito para su deporte. No podían desaprovechar una ocasión única que quién sabe si podría volver a presentarse. Era lo único que les quedaba por lograr a la generación de los Ginóbili, Nocioni, Scola, Oberto, Prigioni, Pepe Sánchez, etc. Los tres primeros cuartos de la final olímpica fueron muy igualados pero definitivamente el cuarto y último fue territorio albiceleste, gracias a 3 triples consecutivos, mates en momentos claves, faltas que rompieron el partido y una serie circunstancias que decantaron la final del lado americano.

Si bien es cierto que el oro de Atenas fue el punto culminante de la Generación Dorada no se frenó ahí su excelente carrera. En la siguiente cita olímpica de Pekín saldrían con otra medalla al cuello, aunque esta vez de bronce. Durante el torneo volvieron a derrotar a los griegos pero esta vez los que se “vengaron” fueron los estadounidenses, que les vencieron en las semifinales. Pese a esa derrota, la selección argentina se alzó al número 1 del ránking FIBA de selecciones nacionales, puesto que ocupó hasta 2012. Ese año, como de todos es sabido, tenían lugar unos nuevos Juegos Olímpicos. En esta ocasión el periplo de Argentina fue bueno, pero la Generación Dorada sólo podría pelear por la medalla de bronce, que finalmente perdió. Daba igual, el trabajo ya estaba hecho: el baloncesto desató pasiones en Argentina durante un buen puñado de años; ocho de los jugadores de la Generación Dorada entraron a formar parte de las filas de equipos de la prestigiosa NBA; los componentes de la Generación habían conseguido para su país medallas en un deporte donde hasta entonces no se habían logrado y, lo que es más importante para el baloncesto mundial, abrieron el abanico de países con posibilidades de podios en grandes competiciones internacionales, destronando a grandes potencias, incluso a los hasta entonces imbatibles componentes del Dream Team. Más color en el baloncesto mundial y olímpico.

Foto de Michael Conroy/AP

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