Heroínas olímpicas

INGE DEKKER: SU MAYOR VICTORIA FUE SER OLÍMPICA TRAS VENCER AL CÁNCER, MÁS QUE SU ORO EN PEKÍN 2008

En los Juegos de Atenas 2004 consiguió la medalla de bronce en el relevo femenino de 4×100 estilo libre. En los de Pekín 2008 se llevó otra medalla en la misma prueba, pero esta vez subiendo a lo más alto del podio, logrando el oro. En la siguiente cita olímpica, la de Londres 2012, se hizo con la plata igualmente en el relevo 4×100 libre. Finalmente, en sus cuartos Juegos, los de Río 2016, se quedó a las puertas del podio, en el peor puesto posible –el cuarto- en ese mismo relevo, mientras que en su prueba individual, la de 50 m libres, no pasó de la semifinal. Sin embargo, la nadadora holandesa Inge Dekker considera los de Río como sus mejores Juegos Olímpicos. ¿A qué se debe esta apreciación, aparentemente errónea? A que a Dekker, por entonces de 30 años, le fue detectado en febrero de 2016 un cáncer cervical, pocos meses antes de los Juegos, una cita que llevaba preparando años. En marzo fue sometida a una operación y, poco a poco, fue regresando a los entrenamientos y a las competiciones. Sus resultados no eran los de antes pero, como ella misma declaró: “No puedes esperar igualar tus marcas tras someterte a esta intervención”. La nadadora, que reconoció haber sufrido intensos dolores en esos entrenamientos tras su operación, en los que apenas podía realizar ningún movimiento, sacó fuerzas de flaqueza, logrando clasificarse para los Juegos de Río.

Cuando le diagnosticaron el cáncer Dekker dio por sentado que su carrera como nadadora había finalizado, y con ella su cuarto sueño olímpico. Telefoneó enseguida a su entrenador y le dijo que durante un tiempo no iba a poder entrenar. Se tomó unos días para reflexionar, pero le pudo el espíritu olímpico. En cuanto le dijeron que el cáncer no se había extendido volvió enseguida a su mente el sueño olímpico, el de unos Juegos de Río que pasaron a convertirse en su reto deportivo más complicado.

Foto de FINA/Alexandra Panagiotidou

A las tres semanas de someterse a una operación nada sencilla que duró seis horas Inge Dekker ya volvía a las piscinas. El aspecto mental pesó mucho y, con él, la pasión por su deporte, que jugó un papel importante. Al fin y al cabo la holandesa había estado quince años entre las mejores nadadoras del mundo y había ganado 29 títulos nacionales en un país con una gran tradición en este deporte. Vivió la transición de estrellas como Inge de Bruijn o Marleen Veldhus, con las que compartió equipo de relevos, a otras más recientes, como Ranomi Kromowidjojo, también compañera suya en ese exitoso cuarteto de relevos. Esos nombres constituyeron lo mejor de la natación holandesa de las últimas décadas. El equipo femenino de relevos del que Inge formó parte durante años llegó a ser nombrado el mejor equipo holandés (de cualquier deporte) del año.

Dekker llegó a ser la nadadora de su país que más dinero consiguió compitiendo en pruebas de la Copa del Mundo en una misma temporada–se habla de una cifra de 167.000 euros-. Ahora, retirada tras los Juegos de Río, se dedica a enseñar natación junto a su hermana en una academia, y realiza la misma tarea en un master sobre entrenamiento en el Instituto Johan Cruyff. Llegó a ser campeona olímpica, tres veces medallista en Juegos, pero su mejor resultado no fue premiado con una medalla, sino con la satisfacción de saberse vencedora de otra lucha mucho mayor y más importante: derrotó a la enfermedad y volvió a ser olímpica.

Inge Dekker, a la derecha, con sus compañeras de relevos. Foto de Robin Utrecht. ANP

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