Entrevistas,  Heroínas olímpicas

CATERINE IBARGÜEN: “EN RÍO 2016 MIS CONDICIONES ESTABAN PARA ASPIRAR AL ORO O AL ORO”

No sé si a usted, lector, le hacen especial ilusión las medallas olímpicas de ciertos deportistas –al margen de las logradas por compatriotas, claro está-. Están la de los ídolos de siempre, sean del país que sean. Suelen ser poderosos deportistas con un gran palmarés y, en muchas ocasiones, una potencia deportiva detrás que les apoya. Y luego están otros, de países modestos o con poca infraestructura y/o tradición en ese deporte pero que, dentro de su humildad, igualan o superan a las grandes potencias. Ese es el caso de la entrevistada de hoy y que a mí me hace especial ilusión por tratarse de un país con escasas medallas olímpicas. Más razón para celebrar las suyas, las de la atleta colombiana Caterine Ibargüen. Además, quizás por esa escasez de medallas nacionales, parece como si Ibargüen saltara más por su país que por ella misma y así lo confesó a Rincón Olímpico en esta entrevista en exclusiva: Gracias a dios he tenido buenos resultados, para mí personalmente y para mi país. Se siembra [en Colombia] un camino con mis medallas, se motiva a la gente, se da el mensaje a los otros atletas que sí se puede, se puede conseguir éxito, se puede soñar y que a pesar de ser un país pequeño en resultados de esta magnitud si se trabaja, se consiguen”.

Con condiciones físicas innatas, Caterine empezó en el voleibol “un deporte de conjunto que me encanta, pero luego me incliné más por el atletismo por la particularidad de ser un deporte individual. Estoy muy contenta y orgullosa de haber escogido bien por ser el “deporte rey”. Dentro del atletismo tampoco se quedó quieta la colombiana, pues llegó a probar los tres saltos, debutando en unos Juegos Olímpicos –los de Atenas- con el de altura: “Hice un proceso de varias pruebas: fui velocista cuando era infantil, después me especialicé en el salto de altura, de longitud y finalmente en el salto triple. Estoy muy, muy, muy contenta de haberme quedado con el triple porque la verdad es que es una especialidad muy linda”.

Tras debutar en Atenas 2004, con escaso éxito, se dice que el disgusto de no poder clasificarse para los Juegos de Pekín 2008 –siempre en salto de altura- casi le causan una temprana retirada: “Son fracasos que se tienen durante una carrera. Hay altos y bajos y uno de esos fue la no clasificación a lo que más anhelaba, que eran las Olimpiadas del siglo, como se decía, que iban a hacer historia. Entonces tenía mucha motivación para ir a Pekín. No se dio pero gracias a eso se hizo una gran transformación en mi vida. Las cosas malas en sí a veces no son tan malas; tienes que aprovechar los malos momentos y sacar de ellos lo mejor. Gracias a eso cambié de prueba al salto triple y pude estar cómodamente en las siguientes Olimpiadas”.

Aprendió del fracaso Caterine Ibargüen y de él sacó lo mejor de sí: el convencimiento de que el salto triple iba a ser su prueba definitiva, cuya técnica sigue tratando de perfeccionar día a día. Tanto es así, que tras una errática trayectoria olímpica antes de pasarse al triple la gloria le llega con este técnico salto –no es que no lo sean los otros- a partir de Londres 2012, donde consiguiera una brillante plata: “Con mi medalla en Londres se hace historia para mi país, en una medalla de plata y en lo que es el salto triple. Teníamos anteriormente a Ximena Restrepo [bronce en Barcelona 92]. Después de Londres hemos seguido haciendo historia, al ser oro en Río, gracias a dios, y seguimos trabajando para eso”. En efecto, en los recientes Juegos en un país vecino al suyo Ibargüen consiguió lo máximo a lo que puede aspirar un atleta: el oro olímpico. Nos cuenta las claves y cómo vivió la final, a la que se clasificó sin problemas y llevó en todo momento sin peligrar en lo más alto del podio: “Conté con una excelente preparación. Era mi competición importante del año, la fundamental, y llegamos en óptimas condiciones, por eso la fluidez de cada salto. Se consiguieron cada una de las metas planteadas en esa competición. Por eso se disfrutó al máximo y se gozó de unas óptimas condiciones físicas. Viví excelentemente la final olímpica. Era mi gran objetivo y se consiguió. Estaba súper tranquila. Quería mucho más, quedé con un sinsabor porque, como atleta de alto rendimiento, siempre queremos más y nos llevamos al límite, queremos un récord mundial…Cada día te vas exigiendo más, yo creo que eso es la clave de esto. Terminé muy contenta, pero hubiera querido más”. Habla Caterine en plural, como lo hacen todos los grandes campeones, sabedores de que, aunque su prueba sea individual, le deben mucho a su equipo. Caterine, además, siente un gran respeto hacia todos sus rivales: “Cada uno de los atletas olímpicos tiene un sacrificio para estar ahí. Cada medalla olímpica tiene una historia y un sacrificio. Cada una de ellas me motiva; de algo se aprende”.

Si, como ella misma nos confesó, en Atenas 2004 se sentía -por su juventud e inexperiencia-  impactada “cada vez que lograba conocer a un campeón olímpico”, al cual ella consideraba “como alguien sobrenatural, como un extraterrestre, era cuestión de admiración” y fue a Atenas “a disfrutármela”, a su segunda experiencia olímpica, la de Londres 2012 fue” con grandes posibilidades de medalla y lo pude conseguir. En Río las condiciones eran óptimas para aspirar a lo más alto que era oro o oro. Cada experiencia ha sido un proceso lento pero creo que seguro. Los tres Juegos Olímpicos que he tenido la oportunidad de vivir han sido excelentes, parte de un proceso. Todos mis Juegos me han llenado de mucha experiencia”. En cuanto a la valoración de sus medallas, la atleta sudamericana las pone en su justa medida: “Cada una de mis medallas me llena de orgullo y de placer porque cada una representa un esfuerzo de ese preciso momento. Londres fue una prueba que me abrió los ojos, que me hizo ver que verdaderamente valía la pena hacer esfuerzos cada día y salí de ahí a preparar lo que fue Río, así que cada una tiene un sabor dulce”.

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