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LOS CADÁVERES DEL COI: CIUDADES CANDIDATAS OLÍMPICAS

Una tras otra van cayendo. Grandes ciudades, con cultura deportiva archidemostrada, se van retirando de la carrera olímpica que habían iniciado. Algunas lo han hecho incluso en fases avanzadas, con un desembolso de inversión considerable ya a esas alturas. La inmensa mayoría comparten un lazo de unión: pertenecen al continente europeo. Ese continente que el presidente del COI, Thomas Bach, acaba de declarar públicamente que se encuentra en el “corazón del olimpismo”. Los Juegos antiguos nacieron en Europa y lo mismo hicieron los modernos. El COI y su fundador fueron europeos, su sede se encuentra en el Viejo Continente y durante muchas décadas las citas olímpicas, tanto las de verano como las de invierno, sólo se concebían en Europa, con alguna que otra salida a Norteamérica o alguna “excentricidad”, como las dos citas en Australia u otro par en el Este Asiático. Pero los Juegos se están alejando de Europa a la par que Europa se aleja de los Juegos.

Primero vino la alternancia: una edición se celebraría en Europa, otra “en otra parte del planeta”, generalmente Norteamérica. Así se han ido combinando hasta la edición de Londres 2012. A partir de ahí –o, mejor dicho, de la siguiente invernal en Sochi 2014- la nada: las candidatas europeas han sido ninguneadas, hasta despreciadas y el romance que vivían con el COI ha pasado a mejor vida. El máximo organismo deportivo internacional ahora parece beber los vientos de una nueva oleada de ciudades aparentemente atractivas. Algunos dirían que “se casan por dinero”, porque el común denominador de todas ellas no es su pasado, cultura y tradición deportivas, sus instalaciones, su afición y público, su experiencia, su clima. Antes al contrario, no parecen cumplir con ninguno de los requisitos que antes parecían de obligado cumplimiento. Ya no mueve el mundo el amor, como dice la canción, sino el dinero, como dice la cruel realidad. Así, han sido candidatas hasta la mismísima terna final ciudades que hasta cuesta situar en el mapa. El ejemplo más claro, Almaty para celebrar los Juegos de Invierno de 2022, finalista junto con la ganadora Pekín. Claro, que para esos Juegos se fueron cayendo como fichas de dominó ciudades de mayor peso, como Estocolmo, Oslo, Cracovia o Lviv. Anteriormente se habían caído del camino otras ciudades precandidatas de cierta altura como Barcelona o la conjunta de Montreal y Lake Placid. Para la edición anterior también lo hizo la alemana Múnich o la francesa Annecy y varias ciudades suizas entran y salen de candidaturas de varios Juegos de Invierno según las va retirando el sentir popular.

Algunos de los logos de candidaturas retiradas de los Juegos 2022
Algunos de los logos de candidaturas retiradas de los Juegos 2022

Esa elección de los Juegos de 2022 dio la voz de alarma en el COI: ¿qué está pasando, que se bajan del carro las grandes favoritas? Siendo honrados, el COI no quería esos Juegos en Asia. Por un lado se convertiría en la tercera cita olímpica seguida en ese continente, algo que no ocurría desde 1956, cuando enlazaron los Juegos de Saint Moritz 48, Londres 48, Oslo 52, Helsinki 52 y Cortina 56 (antes de Pekín 2022 están los Juegos de Pyeongchang 2018 y Tokio 2020). Por otro lado, ni Pekín ni Almaty estaban lejos de acercarse al ideal de Juegos de Invierno: la ciudad kazaja por falta de experiencia y competiciones previas y la china por encontrarse demasiado lejos de los centros invernales donde se desarrollarían muchas de las pruebas (por no hablar de la contaminación, falta de infraestructuras, de derechos humanos y de un largo etcétera). Al COI se le cayó el mundo a los pies cuando las nórdicas capitales europeas fueron retirando su candidatura. En la mayoría de los casos fue por falta de apoyo popular. En varias de esas ciudades se realizaron referendos entre su población para determinar si ésta quería o no los Juegos. El pueblo dijo no. ¿Significa que los suecos, polacos, noruegos, etc. no quieren albergar más un evento de tal importancia? No, significa que ahora hay más transparencia y, sabidas las –a veces extravagantes- imposiciones y requisitos del COI, no han querido someterse a los mismos. El contrato con el COI les exigía demandas peregrinas como la “obligatoriedad de recibir a los miembros del COI con una sonrisa”. Firmado negro sobre blanco. Se han sumado los escándalos en la compraventa de votos en el COI, demostrado en el caso de Salt Lake City y no solo. Parece como si el pueblo ya tuviera demasiada corrupción en casa como para aguantar otra externa o, simplemente, no haya corrupción (así parece ser el caso de países como Suecia y Noruega, aunque sobre este delicado asunto nunca puede uno poner la mano en el fuego) y no acepten la que la organización de unos Juegos Olímpicos pueda provocar. Sin dejar de lado el dudoso legado tanto de instalaciones –como se ha visto en Río o en Atenas- como económico, con deudas y sobrecostes. Malos momentos estos para tirar la casa por la ventana y emprender la aventura olímpica, de dimensiones colosales.

Tras el punto de inflexión en la elección de la ciudad organizadora de los Juegos de 2022 se han producido más bajas, que el propio Thomas Bach califica de dolorosas: sólo el COI ha sido el responsable de que se baje del carro, parece que de manera indefinida, una fuerte candidata como era Madrid. Para organizar los de 2020 ya asomaron dos ciudades que poco tiempo antes nadie habría osado ni citar con posibilidades: Bakú y Doha. Ambas destilaban dinero y poco más. En esa ocasión no pasaron el corte.

La alcaldesa de Roma retirando la candidatura de su ciudad
La alcaldesa de Roma retirando la candidatura de su ciudad

Lo que está sucediendo con la adjudicación de los Juegos de 2024 parece haber sido la puntilla: hasta cuatro ciudades con garantías se retiraron: Boston, Hamburgo, Roma y, muy recientemente, Budapest. En la mayoría de los casos ha pesado la falta de apoyo popular, con la celebración o no de referendos. El COI se encuentra en la diatriba de, de nuevo y como le pasó con los Juegos de 2022, escoger entre solo dos candidatas que, además, han amenazado ambas con que sería su última candidatura.

Demasiados cadáveres y pocas opciones de cara al futuro. El COI ha tenido que ponerse las pilas y ya anuncia muchos cambios en los requisitos, básicamente en que a partir de ahora costará menos presentarse como ciudad candidata. Las exigencias son, serán, cada vez menores. Hay un temor a quedarse huérfanos de candidaturas o de que los Juegos se celebren en entornos de dinero, sí, pero vacíos de público. A este respecto recordar la absoluta falta de público en la reciente prueba de las Series Mundiales de Triatlón en Abu Dhabi o la veintena de seguidores que Qatar tuvo que “importar” de España en su Mundial de balonmano de 2015, por no hablar de los espectadores “comprados” en Pekín 2008 o el Mundial de fútbol de Sudáfrica, en los que público local se vistió a la manera de otros países, dotados con banderas para, de esta manera, ofrecer sus ánimos a deportistas no locales. Espectáculo tan dantesco y ridículo es el que podemos temernos se pueda producir en Juegos Olímpicos futuros, en países en los que no han visto antes una competición de muchos deportes. Eso sin adentrarnos en el espinoso asunto de las espectadoras femeninas, con trabas en ciertos países muy del gusto del COI.

Para que los Juegos “retornen a casa” tendrán que producirse muchos cambios. Los europeos quieren Juegos Olímpicos, sí, como el que más, pero no a toda costa y a cualquier precio.

Recogida de firmas para realizar un referéndum sobre la candidatura de Budapest 2024
Recogida de firmas para realizar un referéndum sobre la candidatura de Budapest 2024

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