MOMENTOS OLÍMPICOS MÁGICOS 22: LA INESPERADA FINAL DE TENIS DE BARCELONA 92 ENTRE MARC ROSSET Y JORDI ARRESE
El tenis español se jugaba mucho en los Juegos Olímpicos locales disputados en Barcelona. El alto nivel medio de los tenistas locales -a los que había que sumar el haber tenido ya éxitos olímpicos en los Juegos anteriores de Seúl-, hacía soñar en medallas. La responsabilidad era grande, así que había que llevar un equipo de garantías para poder pillar metal frente a la competencia de un plantel liderado en el cuadro masculino por las estrellas del momento, como Pete Sampras, Jim Courier, Boris Becker, Goran Ivanišević o Stefan Edberg.
El terceto español ofrecía ciertas garantías, compuesto por un joven Sergi Bruguera, a punto de romper con sus éxitos inmediatamente posteriores en Roland Garros o Emilio Sánchez-Vicario, cuyos mejores momentos ya habían pasado pero con el que se contaba para alguna medalla suya sobre todo en el dobles, su especialidad. La tercera plaza era para Carlos Costa pero el tenista barcelonés demostró una enorme generosidad cediendo su plaza a Jordi Arrese por una sencilla razón: estaba convencido de que se lo merecía, al haber centrado su temporada Arrese en los Juegos Olímpicos. Arrese llegó a retirarse del circuito de la ATP cuatro meses y medio para preparar los Juegos a conciencia, renunciando por ello a múltiples ingresos económicos. Y eso que aún ni sospechaba que iba a acabar disputando la mismísima final olímpica. O igual sí que lo sospechaba él, pero no el entonces Secretario de Estado para el deporte, Rafael Cortés Elvira, que no daba un duro por Arrese y llegó a declarar que fue la única medalla española que no había previsto.
El torneo masculino de Barcelona 92 fue un tanto loco o descorazonador si se puede denominar así, ya que toda una serie de grandes favoritos cayó a las primeras de cambio. Arrese tuvo la suerte de que la mayoría de estos casos estaban en su parte del cuadro: Sampras, Edberg, Michael Chang y la gran esperanza local, Sergi Bruguera. Pero el peor momento de Jordi Arrese llegó muy pronto, en segunda ronda, cuando casi cae, tirando esos meses de dedicación exclusiva hacia Barcelona 92 frente al sueco Gustafsson, al que ganó solo en el quinto set por un 9-7. A partir de ese momento Arrese llegó a creer que podía lograr todo. ¿Igual sus diarias visitas a la iglesia local le transmitían esa confianza?
Y eso que el ambiente entre el equipo de tenistas españoles no era precisamente el más propicio. Enrarecido por el entrenador de los Sánchez-Vicario –Pato Álvarez-, los tenistas casi ni se hablaban entre sí. Decidieron que no vivirían en la villa olímpica, no pudiendo de esta manera disfrutar en su totalidad la experiencia olímpica. Para más inri, Arrese no pudo estar en la ceremonia inaugural al encontrarse disputando la final del torneo de Hilversum y tampoco pudo estarlo en la de clausura al estar ya jugando en Praga otro torneo.
Con las vivencias olímpicas un tanto mermadas pero concentrado en la búsqueda de medalla Arrese fue superando obstáculos y se plantó en la final, convirtiéndose así en el primer tenista español en disputar una final olímpica individual.
Su rival sería igualmente inesperado: el suizo Marc Rosset. No dejó de tener mérito el helvético, pues en su camino a la final eliminó a Courier, al ultra motivado Ivanišević y al otro héroe local que quedaba, Emilio Sánchez-Vicario.
La final -8 de agosto, 2 de la tarde- fue de esas épicas: calor asfixiante, más de cinco horas de partido, cinco sets, afición ruidosa al poder disfrutar de un contendiente local (aunque fuera el más inesperado)… En fin, todos los elementos para dar color a una final, aunque no la disputaran los mejores tenistas del ránking.
El suizo empezó dominando. Iba el marcador con dos sets a cero para el centroeuropeo (aunque el primero se lo tuviera que ganar en el tie-break) y se las prometía muy felices porque ¿alguien recuerda una remontada tras ir perdiendo dos sets a cero? Hay muy pocas. Quizás en la retina de los espectadores españoles se encuentre aquella de Rafa Nadal a Ivan Ljubičić en la final del Masters 1000 de Madrid de 2005, pero una final olímpica tiene mucha más presión. Aun así, el tenista local no se vino abajo y llegó a forzar el partido al quinto set. Bien es cierto que el extremo calor afectó más a Rosset, posiblemente menos acostumbrado a él. Una vez acabado el partido llegó a confesar que en un momento dado estuvo a punto del desmayo. Sin embargo, el deseo de convertirse en campeón olímpico le levantó y se puso 4-2 arriba en el quinto y definitivo set. Pero el público también “juega”. En este caso llegó a poner nervioso al suizo, que llegó a realizar una doble falta en el peor momento posible: un punto de rotura para el español.
Los dos tenistas continuaron el encuentro sin perder su saque, a partir de ese momento, hasta el punto que sería el definitivo: el de 8-6. Más de cinco horas de partido que se perdieron, como declararía Arrese “en diez minutos”. Aun así el catalán hizo historia para el olimpismo español, abriendo una brecha que sería seguida ni más ni menos que por Rafa Nadal. Pero Jordi Arrese fue el primero. ¡Ah!: el futuro tenístico de Marc Rosset quedó ahí, pues no logró nada relevante ni antes ni después de Barcelona 92.