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JESSE OWENS, EL CAMPEÓN DESPRECIADO EN CASA

Ya tocaba. Le debíamos entrada a uno de los más grandes del olimpismo y, sin duda, uno de sus iconos más grandes. Han pasado ahora 80 años de sus hazañas pero siguen siendo conocidas para varias generaciones posteriores. Aprovechamos en inminente estreno de la película “El héroe de Berlín (Race)” para hablar de su protagonista: Jesse Owens.

Owens ha pasado a ser patrimonio de la humanidad, más que de su país, un país que le ninguneó antes y después de sus triunfos olímpicos. Ni siquiera tras la victoriosa vuelta de los Juegos de Berlín 1936 con cuatro medallas de oro el atleta pudo sentarse en la parte delantera de los autobuses, entrar en la puerta principal de los hoteles y un largo etcétera. Tampoco fue recibido por su presidente Franklin Delano Roosevelt, que no se dignó a estrecharle la mano. Y todo por ser de raza negra.

A propósito de su raza, pues en su caso tuvo mucha importancia: se ha hablado muy mucho sobre si Hitler -que había montado los Juegos de Berlín para entronizar a la raza aria como superior al resto- se negó a dar la mano Owens, vencedor en cuatro competiciones, por ser negro. Durante años se ha especulado si efectivamente le felicitó o no. El propio atleta enseñaba una foto tomada por detrás del palco de honor que refleja cómo el dictador germano le estrecha la mano. Owens quería demostrar con esta foto que incluso en la Alemania nazi fue más reconocido y apreciado que en su país.

Foto de Biblioteca del Congreso, Washington DC

Porque James Cleveland Owens, llamado Jesse por un error de pronunciación en su infancia (JC) tuvo que realizar todo tipo de trabajos físicos antes, mientras y después de dedicarse al atletismo. Nieto de esclavo, tuvo que emigrar de niño con su familia durante la Gran Migración Negra junto a millón y medio de compatriotas negros que huían del racismo imperante en el sur de los Estados Unidos. Trabajó de repartidor, estibador y otros trabajos manuales. Llegó a realizar estudios universitarios –en la Universidad de Ohio-, aunque resulta irónico que se quedara fuera del programa de becas por atletismo debido a su raza. Tampoco se le permitía alojarse dentro del campus, así como nunca podía sentarse en un restaurante, sino que se tenía que limitar a pedir la comida para llevársela.

Es entonces cuando Jesse empieza a labrarse una serie de apodos representativos de su poderío físico, tales como “la Bala” o “el Antílope de ébano”. Su primera gran gesta la realiza en 1933, cuando iguala el récord mundial de la carrera de 100 yardas, pero es en concreto el 25 de mayo de dos años más tarde cuando atrae la atención del mundo entero al lograr en el transcurso de 45 minutos tres récords mundiales e igualar otro más. Para algunos expertos, la hazaña fue considerada la más grande del atletismo desde 1850.

En esas estamos cuando llegamos a sus primeros –y últimos- Juegos Olímpicos. Owens llegaba a Berlín con fama. Tanta, que se cuenta que las jovencitas alemanas le esperaban tijeras en mano para cortarle trozos de su vestimenta. También Adi Dassler, fundador de Adidas, quiso encontrarle para convencerle de que usara uno de sus modelos de zapatillas, cosa que consiguió.

El resto, es historia: oro en 100 m, 200 m, salto de longitud y relevos 4×100 m. En la prueba de salto, por cierto, estuvo a punto de no clasificarse para la final, pues llevaba dos nulos de sus tres intentos. Fue entonces cuando el saltador local Lutz Long le dio un consejo y el norteamericano se clasificó. Nació así una amistad que Owens valoraría más que todas sus medallas juntas. Cuando Long murió durante la II Guerra Mundial el atleta estadounidense se encargaría de pagar los estudios de su hijo.

Owens con el saltador aleman Long, con el que nació una fuerte amistad en los Juegos de Berlín 36
Owens con el saltador alemán Long, con el que nació una fuerte amistad en los Juegos de Berlín 36

Owens había conseguido tirar abajo todo el plan del Führer por demostrar el poderío de la raza aria. “Destrozamos su teoría de la raza y soy feliz por mí, por mi raza y por mi país”, llegaría a declarar el atleta. Sin embargo, el pluricampeón no recibió el trato de estrella del deporte a su vuelta a su país, tras haber sido aclamado por más de 100.000 alemanes en el estadio olímpico de Berlín. Es más: no se relajaron con él las estrictas normas segregacionistas, algo que ni siquiera había sufrido en la Alemania nazi, adonde podía acudir libremente a cualquier hotel. Jesse tenía que seguir utilizando el montacargas en los hoteles de Estados Unidos, entre otras cosas. Es más, se le cercenó su carrera deportiva al retirar su estatus de amateur cuando Owens acudió a Suecia siendo patrocinado.

El ex campeón tuvo que dedicarse a eventos tan humillantes como correr enfrentándose a caballos para poder vivir. Como él decía: “¿Qué podía hacer? Tengo cuatro medallas de oro, pero no puedo comérmelas”. Incluso tuvo que trabajar en una gasolinera o en una lavandería. Sólo cuando más abajo estaba en sus finanzas el Estado le “rescató” de alguna manera nombrándole embajador de buena voluntad. También se le otorgó la Medalla de la Libertad y el premio “Leyenda viviente”.

Jesse Owens ha sido definido como “básicamente un hombre espiritual y humanitario”. Convertido en toda una inspiración para generaciones, se dedicó a dar numerosas charlas, dirigidas especialmente a los más necesitados. Luchó, en fin, contra la pobreza, la intolerancia racial y la tiranía, en palabras del presidente Jimmy Carter. En la actualidad, sigue existiendo la Fundación Jesse Owens que se dedica a ayudar a los jóvenes con potencial. El campeón murió de cáncer de pulmón, tras haber fumado durante años una cajetilla de cigarrillos al día.

 El 15 de abril se estrena en España “El héroe de Berlín”, de Stephan James, Jason Sudiekis, Jeremy Irons y William Hurt

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