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ROBERTO CARCELÉN, LA VICTORIA DEL CORAJE

Las peculiares características de los Juegos Olímpicos crean historias más allá de los campeones, por todos reconocidos. El camino de las Olimpiadas está lleno de baldosas de atletas que nunca podrán llegar a oler tan siquiera el podio, pero que participan con tanto espíritu olímpico como el que más. Algunos, como el protagonista de nuestra historia de hoy, toman parte en una prueba olímpica doloridos y lesionados con el único fin de honrar dos principios olímpicos: el de la universalidad y el del espíritu de combate. Roberto Carcelén no ganaría ninguna medalla en Sochi 2014, pero se hizo con el respeto de todo el mundo olímpico.

Este peruano de entonces 43 años empezó tarde en el deporte del esquí de fondo. Su mujer, del norte de Estados Unidos, le inició, aunque Roberto ya practicaba activamente la maratón y el surf. Hasta 2006 no empezó a esquiar, cuando vivía en Seattle por negocios. Cuatro años más tarde ya pudo convertirse en olímpico participando en Vancouver, pero es su actuación en Sochi la que llamó la atención mundial.

Diez días antes de los Juegos se lesionó entrenando en Austria. Pese al consejo de los médicos, decidió no renunciar a su sueño olímpico. Su diagnóstico no era moco de paco: dos costillas rotas y desgarramiento de muslo (unidos a una inoportuna gripe justo los días de la prueba de los 15 kms). Carcelén ni se planteó dejar de participar. Algo tuvieron que hacer los cientos de mensajes de ánimo que le llenaron, según confesó, de positivismo. Mensajes que pasaron a ser miles tras acabar la prueba, agradeciéndole el sobreesfuerzo.

El peruano llegó a la meta, el 87º de 92 participantes, 28 minutos después del vencedor, el suizo Dario Cologna, que quiso esperar en la meta la llegada del esquiador lesionado, saludándole y mostrándole su respeto. Lo mismo quiso hacer el sherpa nepalí Dachhiri. Y es que a la dureza intrínseca del recorrido se le unía el pésimo estado de Carcelén, que le impedía respirar debidamente. Pero una promesa es una promesa y Roberto esquiaba en realidad para llamar la atención hacia los niños necesitados de su país. Ya días antes había colocado en su página oficial fotos de niños de comunidades pobres de su país, queriendo dar a conocer al mundo las desigualdades que hay en Perú. Carcelén pretendía enviar al mundo un mensaje contra el racismo y la discriminación, para que los niños de dichas comunidades puedan salir de la pobreza.

El esquiador había conocido a los niños de sus fotos con anterioridad y, probando sus cualidades físicas, comprobó que podrían llegar a ser buenos deportistas. Lo que ocurre es que en un país como Perú salir adelante practicando profesionalmente un deporte es complicado, más el esquí de fondo, desde que el cambio climático ha producido una considerable disminución de nieve en sus montañas.

El esfuerzo de esos largos 15 kilómetros en Sochi tenían una recompensa: inspirar a nuevas generaciones de deportistas. El esquiador peruano se sentía responsable de hacer llegar un mensaje de garra, pundonor y constancia, suya propia y de todo el pueblo peruano, según sus declaraciones tras la carrera.

Si él ha inspirado a niños se verá con el tiempo, a los que sí ha inspirado ha sido a las estrellas del hip hop Yirim Seck y Phillip Hines, que compusieron el tema “My flag” basados en la llegada de Carcelén a la meta con la bandera peruana, a pesar de su gran retraso por su lesión.

En la actualidad Roberto Carcelén lleva una fundación propia que tiene como fin educar a los niños sudamericanos a través de, entre otras cosas, la práctica de deportes olímpicos. Su fundación no deja de ser un reflejo del espíritu que los Juegos Olímpicos pretenden impregnar y que, en el caso de este peruano, alcanzó su diana de lleno.

rOBERTO cARcelen

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